La luz dorada de la tarde entraba suavemente por las grandes ventanas del cuarto de Julián Álvarez. Diego y María estaban sentados en unos cómodos sillones de cuero, sumidos en una conversación seria mientras observaban a su hijo Julián, que permanecía en la cama, aún adolorido por los golpes de la noche anterior.- Julián, esto no fue un simple robo. -dijo Diego, frunciendo el ceño. -Tenemos razones para creer que esto fue un ajuste de cuentas. Algo relacionado con... viejos enemigos.María asintió, preocupada, mientras observaba a su hijo con ojos que reflejaban el miedo de una madre.- Diego tiene razón. Hemos notado ciertos movimientos extraños últimamente. -añadió ella. - ¿Estás seguro de que no viste nada sospechoso esa noche?Julián negó con la cabeza, incómodo.- No, ya les dije. Me atacaron por sorpresa. No creo que hayan sido simples ladrones. Tenían una intención clara. Si no hubiese sido por Mateo, no sé qué habría pasado.- Precisamente por eso queremos conocer a ese much
Sofía se levantó de la cama lentamente, el sol filtrándose a través de las cortinas. Sus ojos se ajustaron a la luz, y por un momento, se quedó acostada mirando el techo, recordando lo que le esperaba ese día. Con un suspiro profundo, decidió levantarse y tomar un baño para despejarse.El agua caliente la relajó, aunque en su mente aún rondaban los pensamientos de la cena de la noche anterior. Mientras el vapor llenaba el baño, Sofía trató de apartar la imagen de su madre, Isabella, insistiendo en que visitara a Julián. Sabía que la presión de su familia, sobre todo por su situación económica, estaba detrás de esa insistencia. Pero, al menos por hoy, decidió no darle más vueltas.Salió del baño, se envolvió en una toalla y, después de vestirse, bajó las escaleras para desayunar. Isabella ya estaba en la cocina, sirviendo el desayuno, como si todo fuera perfectamente normal.—Buenos días, hija —dijo su madre con una sonrisa—. ¿Has decidido si irás a ver a Julián hoy?Sofía suspiró mien
Sofía cerró la puerta detrás de ella, respirando profundamente mientras se preparaba mentalmente para lo que venía. Había esperado este día con una mezcla de nervios y emoción, pero ahora que estaba fuera de su casa, se sentía más tranquila. La idea de pasar tiempo con Mateo la llenaba de un sentimiento cálido que no había experimentado en mucho tiempo. Bajó las escaleras de la entrada y empezó a caminar hacia el parque donde habían acordado encontrarse.Mientras tanto, en otro punto de la ciudad, Julián, completamente recuperado de sus heridas, se miraba al espejo. Sus ojos mostraban determinación. Hoy, más que nunca, sentía la necesidad de ver a Sofía, de convencerla de que él era el hombre adecuado para ella. Aún recordaba la incomodidad de su visita, pero no la consideraba un rechazo definitivo. Sabía que tenía que hacer algo más para ganar su atención. Con una rápida mirada a su reflejo, se ajustó el cuello de la camisa y se dispuso a salir de su casa. Estaba decidido a ir a la c
El día fue perfecto para Sofía y Mateo. Pasearon por las calles, entre risas y charlas que fluían con naturalidad. Ambos parecían disfrutar de la compañía del otro sin que nada interrumpiera el momento. Al pasar por una heladería, Mateo la sorprendió invitándola a un helado. Mientras caminaban por el parque, el sol empezaba a descender lentamente, cubriendo la ciudad con tonos cálidos del atardecer.Finalmente, en un rincón tranquilo del parque, Mateo tomó valor. Sofía lo observaba con una mezcla de curiosidad y nerviosismo.—Sofía...—dijo él, con una intensidad en su mirada—, desde la fiesta no he dejado de pensar en ti. No puedo sacarte de mi mente, y cada vez que te veo, esos sentimientos crecen. Quería decírtelo hoy... que me gustas mucho.Sofía, impactada y sin saber cómo reaccionar, sintió su corazón acelerarse. Sus manos temblaban ligeramente, pero antes de poder responder, Mateo se acercó lentamente y la besó. Sofía, aunque sorprendida, no lo rechazó, y dejó que ese momento pa
Mateo se quedó en silencio, observando el suelo de la habitación de Luciana mientras su mente buscaba las palabras correctas. No quería lastimarla, pero tampoco podía mentirle. Sabía que lo que iba a decirle iba a ser doloroso, y por un instante pensó que quizás sería mejor no decir nada. Sin embargo, la verdad pesaba demasiado.- Luciana… -comenzó en voz baja, levantando la mirada para encontrarse con los ojos aún húmedos de su amiga. - Tú eres muy importante para mí, lo sabes. Hemos compartido tantos momentos desde que éramos niños, pero… no puedo corresponderte de la manera en que deseas. Lo siento, de verdad lo siento. Pero no quiero perderte como amiga. Eres alguien que siempre ha estado en mi vida y quiero que sigas estando.Luciana lo miraba en silencio, el peso de sus palabras cayendo sobre ella como una losa. Su pecho se oprimió y, sin saber cómo reaccionar, dejó que las lágrimas volvieran a correr por sus mejillas. Esta vez, no solo eran lágrimas de tristeza, sino también de
Sofía se despertó con una sonrisa que no podía ocultar. Había soñado con Mateo y la cita que habían compartido, y aunque no había aceptado ser su novia, el solo hecho de saber que él estaba enamorado de ella la llenaba de emoción. Sentía su corazón brincar de alegría al recordar cada momento que pasaron juntos.Al girarse para tomar su teléfono, vio que tenía un mensaje de Mateo. Al leerlo, su sonrisa se amplió aún más: "Buenos días, Sofía. No puedo dejar de pensar en ti." Esos simples mensajes de él lograban iluminarle el día por completo. Contestó rápidamente con algo sencillo, pero sincero: "Buenos días, Mateo. Yo tampoco dejo de pensar en ti." Su corazón latía más rápido mientras le respondía.Después de enviar el mensaje, Sofía se metió a la ducha, dejando que el agua tibia relajara su cuerpo mientras seguía sonriendo. Tras vestirse, bajó a la cocina para desayunar, donde la tensión se sentía desde el primer momento. Isabella estaba claramente molesta, reclamándole a Valeria.- ¿
Mateo había enviado el mensaje a Sofía con una sonrisa en el rostro, recordando lo bien que había sido la cita. Decidido a cumplir con su promesa de visitar a Julián, se preparó rápidamente y salió de su casa, caminando hacia la mansión Álvarez. Durante el trayecto, su mente divagaba entre los recuerdos de su tiempo con Sofía y la inquietud de cómo sería la conversación con Julián. Quería distraerse de lo ocurrido con Luciana la noche anterior, y pensó que ver a Julián sería una buena manera de alejarse de todo.Al llegar a la entrada de la enorme mansión Álvarez, Mateo se encontró con dos guardias que lo miraron con seriedad, bloqueando el paso.—Buenos días —dijo Mateo con cortesía—. Vengo a ver a Julián Álvarez. Él me invitó.Los guardias se miraron entre sí, sin moverse.—Lo siento, pero no tenemos ninguna instrucción de dejar pasar a nadie sin previa autorización —dijo uno de ellos—. Espere aquí un momento.Mateo sintió cómo el ambiente se volvía un poco tenso, pero decidió mante
María, con su habitual amabilidad, le ofreció a Mateo quedarse hasta que Julián regresara.—Si no tienes problemas en esperar, Mateo, siéntete libre de quedarte. No debe tardar mucho en llegar.Mateo, aún sintiendo el peso de la tensión anterior pero reconfortado por la hospitalidad de María, aceptó con una sonrisa.—No es ningún problema, señora Álvarez, estaré encantado de esperar.María le sonrió y luego se giró hacia Diego, indicándole que la acompañara fuera de la sala. Cuando llegaron a una parte más privada de la mansión, el rostro amable de María cambió a uno más serio.—Diego, ¿qué crees que estás haciendo? —comenzó María, su tono firme pero bajo para que Mateo no la escuchara—. Este muchacho ha salvado la vida de nuestro único hijo y en lugar de agradecerle debidamente, lo sometes a un interrogatorio como si fuera un criminal.Diego, aún con su semblante duro, intentó defenderse.—No me malinterpretes, María, estoy agradecido. Pero no podemos confiar ciegamente en alguien qu