NATHAN—Esa es mi cachorra, mira qué linda te ves cuando haces caso —le acaricié la cabeza, observando con ternura esa sonrisa orgullosa en su rostro.Esta niña me iba a sacar más de una cana.Al final, acampamos en la orilla. Las llamas del fuego se elevaban, dándonos calidez y algo de esperanza.Comimos los enlatados que trajimos, prácticos y rápidos.Scarlett dentro de la tienda para protegerla de los insectos a pesar del repelente.—Nenita, quédate aquí, vamos a arreglar la nave —la miré abriendo la puerta de lona.Estaba en una conversación imaginaria entre un palo con algas en la cabeza y otro, que supongo era el macho.Me respondió que sí, juró y perjuró. El pobre gato de la vecina no se había muerto de milagro.Dudaba entre encerrarla ya en el camarote o la cabina, pero temía que removiendo los daños hubiese algún derrumbe en el interior del catamarán, así que mejor aquí, cerca y a salvo.Así, Carl y yo empezamos nuestra faena.Saqué los tablones de repuesto, revisé el sistema
NATHANPasé la mano por mi rostro mojado para aclarar un poco la visión. Pateaba el agua con las piernas manteniéndome a flote.Miré a mi alrededor. Increíblemente, había luz; para ser más exactos, parecían haces dorados proyectados contra la húmeda roca de la pequeña cueva.Moví los brazos, impulsándome para girarme, buscando la orilla, y cuando lo hice, casi se me cae la mandíbula con lo que descubrí.“Nathan, esto… esto es… un criadero de huevos.”Blaze se había quedado tan estupefacto como yo.Decidí nadar hasta la orilla y explorar. Me impulsé plantando las botas sobre el musgo resbaloso que cubría el suelo de la caverna.Miré a mi alrededor y, joder, si no lo veía, no lo creía.La cueva aquí abajo era inmensa, llena por todos lados de pequeños nidos verdes y, encima de ellos, generalmente había de uno a dos huevos, más grandes que los de los avestruces y pintados de resplandeciente dorado.Caminé con precaución hacia el nido más cercano y me agaché con cuidado.Mi mano se extend
NATHANEn mi vida había visto tritones, pero estaba un 99.9 % seguro de que estos hombres con cara de asesinato frente a mí lo eran.Creí que serían más extravagantes, digo, tipo piel azul, cráneo grande, otras proporciones…“¿Esos no eran los extraterrestres?” El Pepito Grillo de mi consciencia aprovechó para aparecer.“¡Blaze, concéntrate en escapar y déjate de idioteces!”—No vengo con malas intenciones, por favor, ¿hablan mi… mi idioma? —les dije, obviando el hecho de la mochila llena de cosas hurtadas.Pero ellos no la obviaron y la miraban fijamente.La lanza puntiaguda y blanca que parecía hecha de los huesos de algún pez se movió amenazante frente a mi rostro.—No soy enemigo —le repetí con lentitud al hombre frente a mí.Su piel lucía húmeda, de color muy claro, como perfecto nácar; sin embargo, pude ver en algunas partes de sus brazos y pecho unos tatuajes escamosos.Por los colores tan vivos, probablemente no serían tatuajes, sino sus escamas reales, a pesar de que en estos
NATHAN —Mi hija salvó a un tritón en la tormenta, me dijo que lo llamaba Colita de Pez —hablé con la verdad—. Como me cansé de decirte, no vine a hacerles daño… —¡Dices eso, pero robas en nuestros nidos! ¡¿Cómo quieres que crea que no eres un ladrón de huevos de sirena como tantos otros?! —me gritó interrumpiéndome, las cosas de nuevo tensas. —¡Si yo fuera a tu casa y me metiera al cuarto de tu hija, qué pensarías de mí! —“te arrancaría la cabeza en el acto”. Pensé para mis adentros, y de verdad que entendía su punto, pero estaba desesperado. —Yo lo lamento mucho, de verdad, no es que esté orgulloso de lo que hice. Tampoco robé sus huevos, puedes revisar la mochila. Solo deseaba las algas y plantas con que hicieron los nidos —pateé la mochila, dejando que el contenido se saliera y se mostrara. —Mi cachorra, la misma que salvó la vida de Colita de Pez, está enferma, en peligro. Ella necesita de esta planta —le dije, señalando el alga que conocía. Lo vi vacilar ante mi explicació
NATHANIban nadando corriente arriba, escalando la pared vertical.Escuchaba el rugir del agua en mis oídos, mis ojos cerrados; la velocidad era insana.Me consideraba un buen nadador y yo jamás podría avanzar con esta fortaleza y rapidez.Pronto la caverna quedó atrás, no supe mucho más hasta que la vigorosidad del agua impetuosa se cambió por un peso tranquilo, que casi aplastaba mis pulmones y los huesos de mi cuerpo.Estaba en las profundidades del mar.Abrí los ojos un segundo y solo había oscuridad y frialdad, una inmensidad que helaba la sangre.El mar es hermoso, pero también una de las cosas más peligrosas, enigmáticas y misteriosas que existen.El agarre en mi brazo continuó; sentía que me llevaban a la superficie.Fue con tanta destreza que pasé muy rápido de esa sensación de asfixia a un ambiente menos profundo.Para cuando me soltaron, yo mismo pateé mis piernas con fuerza, mis brazos se ondearon impulsándome hacia la libertad.—¡Aaajjj! —salí a la superficie, aspirando o
NARRADORA Mientras el barco ponía rumbo a zona segura, en el borde de la niebla, una cabecita salió del agua. El cabello azul se confundía con el reflejo sobre la superficie en calma, y los ojos celestes miraban melancólicos hacia la popa del catamarán que avanzaba ganando nudos más de prisa. Ni siquiera se pudo despedir de ella, y solo suplicándole a su hermano fue que lo dejó mirarla de lejos. A la medusita con cabellos de fuego.Ella seguro lo olvidaría, la niebla tóxica actuaba lentamente en sus cerebros. Pronto no recordarían casi nada de lo vivido en estas aguas y, para ella, quizás fuese un sueño lejano. Iba a dar la espalda para marcharse; su hermano, el príncipe mayor, lo esperaba para llevarlo de regreso a casa y sus padres le darían la tunda del siglo. Pero entonces, el destello rojo sobre la popa lo hizo agitar su aleta bajo el agua, emocionado. ¡Era ella! Asomándose al barandal en la parte trasera de la cubierta.—¡Adiós, Colita de Pez, gracias por salvar a mi papi
TRINITY—Bebe, mi amor… bebe de mi vida… —unos labios se pegaron a los míos cuarteados.Mi boca fue abierta por la presión de unos dedos; algo caliente y vibrante se vertió en mi lengua, rodando por mi garganta.Me alimentó así varias veces, desde su boca a la mía.Tragaba cada vez con más prisa, parecía que moría de hambre por la sensación de vacío que siempre tenía en mi estómago.Pero ahora, ese poderoso líquido vital era mi mayor antojo; nutría a mis cachorros que lo devoraban famélicos.Sentía que revivía de los muertos.—Nathan… —susurré abriendo un poco los ojos. En mi visión, algo nublada, distinguía un rostro muy cerca del mío.—Mi amor, ya estoy aquí. Triny, Scarlett está bien. Cuidé a nuestra cachorra y voy a cuidarte ahora…—Los niños… están en peligro… —mi mano luchaba por alzarse.La imagen de su hermoso rostro se aclaraba. Respiraba pesado, quería decirle tantas cosas, apenas me había recuperado un poco.—No, no hables mucho, debes descansar y digerir mi sangre. Te daré
MÓNICA —Nena, siéntate un momento, vas a hacer un camino en la baldosa —Henry intentó tomarme del brazo, pero seguí en mi caminata. Mis ojos miraban obsesivamente hacia la puerta blanca del laboratorio, tenía destrozado el labio inferior de tanto pellizcármelo entre los dientes. Los segundos parecían convertirse en horas, como estos días donde hemos tenido que cuidar de Trinity. Tengo miedo, verla consumiéndose tan rápido como una vela que se apaga ha sido devastador, y eso que soy personal de salud y he presenciado tantas calamidades. Solo que no es lo mismo cuando le toca a un ser querido. El resoplido de Henry desde el banco del pasillo me dice que se ha cansado de insistirme. —¿Por qué están demorando tanto? —murmuro frotándome las manos, siento el aire acondicionado demasiado bajo. De repente, unos brazos cálidos me rodean desde atrás y pegan mi espalda a un pecho fuerte. —Mónica, tranquilízate, estás a punto del desmayo. No quiero ser severo contigo, sé que te preocupas