225. EL JUICIO DE UN TRAIDOR

MÓNICA

—Nena, siéntate un momento, vas a hacer un camino en la baldosa —Henry intentó tomarme del brazo, pero seguí en mi caminata.

Mis ojos miraban obsesivamente hacia la puerta blanca del laboratorio, tenía destrozado el labio inferior de tanto pellizcármelo entre los dientes.

Los segundos parecían convertirse en horas, como estos días donde hemos tenido que cuidar de Trinity.

Tengo miedo, verla consumiéndose tan rápido como una vela que se apaga ha sido devastador, y eso que soy personal de salud y he presenciado tantas calamidades.

Solo que no es lo mismo cuando le toca a un ser querido.

El resoplido de Henry desde el banco del pasillo me dice que se ha cansado de insistirme.

—¿Por qué están demorando tanto? —murmuro frotándome las manos, siento el aire acondicionado demasiado bajo.

De repente, unos brazos cálidos me rodean desde atrás y pegan mi espalda a un pecho fuerte.

—Mónica, tranquilízate, estás a punto del desmayo. No quiero ser severo contigo, sé que te preocupas
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