NATHANEn mi vida había visto tritones, pero estaba un 99.9 % seguro de que estos hombres con cara de asesinato frente a mí lo eran.Creí que serían más extravagantes, digo, tipo piel azul, cráneo grande, otras proporciones…“¿Esos no eran los extraterrestres?” El Pepito Grillo de mi consciencia aprovechó para aparecer.“¡Blaze, concéntrate en escapar y déjate de idioteces!”—No vengo con malas intenciones, por favor, ¿hablan mi… mi idioma? —les dije, obviando el hecho de la mochila llena de cosas hurtadas.Pero ellos no la obviaron y la miraban fijamente.La lanza puntiaguda y blanca que parecía hecha de los huesos de algún pez se movió amenazante frente a mi rostro.—No soy enemigo —le repetí con lentitud al hombre frente a mí.Su piel lucía húmeda, de color muy claro, como perfecto nácar; sin embargo, pude ver en algunas partes de sus brazos y pecho unos tatuajes escamosos.Por los colores tan vivos, probablemente no serían tatuajes, sino sus escamas reales, a pesar de que en estos
NATHAN —Mi hija salvó a un tritón en la tormenta, me dijo que lo llamaba Colita de Pez —hablé con la verdad—. Como me cansé de decirte, no vine a hacerles daño… —¡Dices eso, pero robas en nuestros nidos! ¡¿Cómo quieres que crea que no eres un ladrón de huevos de sirena como tantos otros?! —me gritó interrumpiéndome, las cosas de nuevo tensas. —¡Si yo fuera a tu casa y me metiera al cuarto de tu hija, qué pensarías de mí! —“te arrancaría la cabeza en el acto”. Pensé para mis adentros, y de verdad que entendía su punto, pero estaba desesperado. —Yo lo lamento mucho, de verdad, no es que esté orgulloso de lo que hice. Tampoco robé sus huevos, puedes revisar la mochila. Solo deseaba las algas y plantas con que hicieron los nidos —pateé la mochila, dejando que el contenido se saliera y se mostrara. —Mi cachorra, la misma que salvó la vida de Colita de Pez, está enferma, en peligro. Ella necesita de esta planta —le dije, señalando el alga que conocía. Lo vi vacilar ante mi explicació
NATHANIban nadando corriente arriba, escalando la pared vertical.Escuchaba el rugir del agua en mis oídos, mis ojos cerrados; la velocidad era insana.Me consideraba un buen nadador y yo jamás podría avanzar con esta fortaleza y rapidez.Pronto la caverna quedó atrás, no supe mucho más hasta que la vigorosidad del agua impetuosa se cambió por un peso tranquilo, que casi aplastaba mis pulmones y los huesos de mi cuerpo.Estaba en las profundidades del mar.Abrí los ojos un segundo y solo había oscuridad y frialdad, una inmensidad que helaba la sangre.El mar es hermoso, pero también una de las cosas más peligrosas, enigmáticas y misteriosas que existen.El agarre en mi brazo continuó; sentía que me llevaban a la superficie.Fue con tanta destreza que pasé muy rápido de esa sensación de asfixia a un ambiente menos profundo.Para cuando me soltaron, yo mismo pateé mis piernas con fuerza, mis brazos se ondearon impulsándome hacia la libertad.—¡Aaajjj! —salí a la superficie, aspirando o
NARRADORA Mientras el barco ponía rumbo a zona segura, en el borde de la niebla, una cabecita salió del agua. El cabello azul se confundía con el reflejo sobre la superficie en calma, y los ojos celestes miraban melancólicos hacia la popa del catamarán que avanzaba ganando nudos más de prisa. Ni siquiera se pudo despedir de ella, y solo suplicándole a su hermano fue que lo dejó mirarla de lejos. A la medusita con cabellos de fuego.Ella seguro lo olvidaría, la niebla tóxica actuaba lentamente en sus cerebros. Pronto no recordarían casi nada de lo vivido en estas aguas y, para ella, quizás fuese un sueño lejano. Iba a dar la espalda para marcharse; su hermano, el príncipe mayor, lo esperaba para llevarlo de regreso a casa y sus padres le darían la tunda del siglo. Pero entonces, el destello rojo sobre la popa lo hizo agitar su aleta bajo el agua, emocionado. ¡Era ella! Asomándose al barandal en la parte trasera de la cubierta.—¡Adiós, Colita de Pez, gracias por salvar a mi papi
TRINITY—Bebe, mi amor… bebe de mi vida… —unos labios se pegaron a los míos cuarteados.Mi boca fue abierta por la presión de unos dedos; algo caliente y vibrante se vertió en mi lengua, rodando por mi garganta.Me alimentó así varias veces, desde su boca a la mía.Tragaba cada vez con más prisa, parecía que moría de hambre por la sensación de vacío que siempre tenía en mi estómago.Pero ahora, ese poderoso líquido vital era mi mayor antojo; nutría a mis cachorros que lo devoraban famélicos.Sentía que revivía de los muertos.—Nathan… —susurré abriendo un poco los ojos. En mi visión, algo nublada, distinguía un rostro muy cerca del mío.—Mi amor, ya estoy aquí. Triny, Scarlett está bien. Cuidé a nuestra cachorra y voy a cuidarte ahora…—Los niños… están en peligro… —mi mano luchaba por alzarse.La imagen de su hermoso rostro se aclaraba. Respiraba pesado, quería decirle tantas cosas, apenas me había recuperado un poco.—No, no hables mucho, debes descansar y digerir mi sangre. Te daré
MÓNICA —Nena, siéntate un momento, vas a hacer un camino en la baldosa —Henry intentó tomarme del brazo, pero seguí en mi caminata. Mis ojos miraban obsesivamente hacia la puerta blanca del laboratorio, tenía destrozado el labio inferior de tanto pellizcármelo entre los dientes. Los segundos parecían convertirse en horas, como estos días donde hemos tenido que cuidar de Trinity. Tengo miedo, verla consumiéndose tan rápido como una vela que se apaga ha sido devastador, y eso que soy personal de salud y he presenciado tantas calamidades. Solo que no es lo mismo cuando le toca a un ser querido. El resoplido de Henry desde el banco del pasillo me dice que se ha cansado de insistirme. —¿Por qué están demorando tanto? —murmuro frotándome las manos, siento el aire acondicionado demasiado bajo. De repente, unos brazos cálidos me rodean desde atrás y pegan mi espalda a un pecho fuerte. —Mónica, tranquilízate, estás a punto del desmayo. No quiero ser severo contigo, sé que te preocupas
HENRY—Me alegra mucho que hayan asistido a esta reunión extraordinaria, sobre todo los Ancianos que estaban en otras partes del mundo —mi abuelo comenzó la sesión.Se levantó de su asiento majestuoso. Parecía el trono de un rey sobre el alto escenario.Alrededor, formando un semicírculo, asientos escalonados como un coliseo, llenos de hombres poderosos con rostros severos. El ambiente aquí era asfixiante, me alegraba que mi padre se hubiese quedado cuidando a mi madre adoptiva.Mientras mi abuelo saludaba a todos, el estúpido protocolo que me tendría que comer, me paraba al lado de su asiento, como su secretario, y mis ojos vigilaban al hombre bajo las anchas escaleras del escenario. Ahí, sobre el suelo pulido de arabescos, estaba apresado Oliver. Con la cabeza baja, colgándole sin fuerzas. Las manos atadas a la espalda, era un amasijo de cardenales, de heridas por todos lados. Mi abuelo no le había tenido nada de piedad.A pesar de la rápida cicatrización por el poder de su lobo,
HENRYParecía que el Anciano se estaba vengando de Oliver por haber fallado después de que apostó por él. Sabía que ya estaba en la mirilla de mi abuelo. —Quién esté a favor de realizar el castigo de nuestros ancestros, Der Blutbann, que levante la mano —inició la votación levantando él mismo la mano. Más atrás lo hice yo, y así, poco a poco, cada uno votó por castigar a Oliver. —Aprobado, lo ejecutarán los Ancianos… —comenzó a decir nombres y se notaba el nerviosismo en sus rostros. Cada uno de los que ejecutaría el castigo, eran los próximos en la lista a ser eliminados en silencio por los planes de mi abuelo.Solo los marcaba como ovejas para el sacrificio, frente a los demás. —No, no, puñado de traidores, ¡TRAIDORES!… —Oliver de repente revivió, parecía que estaba fingiendo un poco. Se giró gritándoles maldiciones y delatando muchas cosas en un ataque de rabia. Se armó el pandemónium en un dos por tres. —¡Puedo señalártelos a todos, Loran! ¡Si me dejas vivir puedo decirte