NARRADORA —Bien. Investigaré si me dices la verdad y, si mientes, te vas a arrepentir, Eliza —Verónica la observaba fijamente, como un halcón a su presa. —¡No, no mentí! ¡Lo juro por mis hijos! —Baja la voz —Verónica escaneó el pasillo fuera de la enfermería, que ahora estaba en silencio —. Me alegro de que jures por tus hijos, porque recuerda la millonaria deuda que tienes con el colegio para mantenerlos en sus clases. La profesora asentía mientras la directora pensaba en la manera de callar mejor su boca. —Te condonaré la deuda de tu hijo, a cambio de no decir nada de lo sucedido hoy con respecto a los niños. Entenderás que a mi familia le gusta la privacidad. ¡Eliza no se podía creer su buena suerte! En realidad nunca le pasó por la cabeza decir nada tampoco, tenía mucho miedo de esta familia influyente. Juró y perjuró que no le diría ni a su marido, ni a nadie. Verónica la vio marcharse. Abrió entonces la puerta del cuarto privado en la enfermería. Los dos niños se abraz
NARRADORALeo corría entre las callejuelas de la ciudad, buscando la avenida principal para mezclarse con la gente.Miraba hacia atrás una y otra vez, cagado de miedo.Si ese Alfa lo atrapaba, mínimo retorcería su pescuezo.Le parecía incluso escuchar gruñidos a pesar la buena ventaja que llevaba.Sus piernas explotaban con pura adrenalina. La luz de la avenida se veía al final de aquella calle lateral llena de puertas de bares nocturnos.Estaba dispuesto a arrojarse frente a los autos que pasaban solo para escabullirse entre el tráfico.Quizás hasta pillaba un taxi.Solo un segundo miró hacia atrás y vio una sombra enorme acechándolo.La velocidad de ese depredador era superior a la suya. ¡Lo iba a capturar!—¡Apresúrate, no pierdas más tiempo, ven, corre! —un rugido lo hizo fijar su vista en el final de la callejuela—. ¡Soy de Logan Langford!Desde un auto oscuro estacionado en la avenida, un hombre le hacía señas frenéticas, con la puerta abierta de par en par y el motor encendido.
NARRADORA—¿Ves? ¡No mentía, es la única copia! Tú mismo revisaste mi equipaje y ropa. ¡No me arriesgaría a decirle a nadie más para que no me robase la idea!—¡La idea de chantajear por dinero jugando con la vida de una cachorra inocente! —Nathan sacó los caninos, dando un paso adelante lleno de cruda amenaza.—No, pero pensé… yo pensé… —Leo no sabía qué decir para justificar sus actos maquiavélicos.Retrocedió, saltando, a punto de perder el equilibrio.Estaba al borde de un enorme foso excavado para cimientos.Las suelas de sus zapatos rozaban la orilla, y debajo había metros y metros de altura.—¡No me mate, se lo suplico, señor Nathan! ¡Lo hice por necesidad, todo fue una equivocación de joven!—Lo hiciste porque eres un avaricioso. Te pagué de sobra para empezar una nueva vida, pero hay alimañas que nunca aprenden —Nathan apretó los dientes, marcando los músculos mandibulares.—Fue mi error. Cada vez que muestro misericordia, me apuñalan por la espalda… hasta hoy…Sin más palabr
LOGANMe inclino sobre el trípode donde tengo anclado los binoculares de largo alcance.Observo desde lo alto la escena a través del amplio ventanal del restaurante en los bajos del edificio al frente.Cuando Nathan vino y me dijo que aceptaría mis condiciones, que regresaría a la manada, con el puesto del Alfa y construiría el “Alondra” para mí, no me lo pude creer.En el momento en que lo vi aparecer por la puerta del despacho, creí que le daría otro de sus ataquitos de macho Alfa y me agrediría por lo del tipo ese que intenté capturar.Menudo fiasco, y eso me lleva de regreso al hecho de que no le creí nada, sobre todo porque uno de los requisitos era deshacerse de esa humana que se follaba.Y aquí estaban en ese restaurante, hablando, hasta que de un momento a otro las cosas se descontrolaron.No podía escuchar a esta distancia, pero ni falta que hacía; comenzaron a discutir, disimulando sus ceños cada vez más fruncidos.Nathan intentaba explicarle, extendió la mano sobre la mesa
HENRY«¡No sé qué tanta mierd4 reclamas por una mujer que dejaste ir! ¡Si ibas a marcar a Alicia! ¿¡Por qué le hiciste esa bajeza a ella!?»Recuerdo que en medio de la lucha, de nuestros lobos desgarrándose, el maldito de Claus usando toda esa pacotilla de magia barata, le grité sus cuatro verdades.«¡Tú no sabes nada del pasado y eso es entre Erika y yo! ¡DIME DÓNDE CARAJOS ESTÁ!»«¡DEAN!»El rugido de una loba, incluso se había filtrado en mi mente.A punto de morderme el cuello, Dean se retiró de un salto, rígido, mirando a un lado.Me había levantado de la carretera donde él detuvo mi coche para interrogarme.La sangre goteaba de mis heridas; ese malnacido nunca jugaba limpio.Se transformó enseguida en su forma humana, enfrentando a mi querida prima que tenía rostro de estarse desayunando algo.Su auto estacionado detrás del de su marido, parecía perseguirlo.Estoy seguro de que escuchó todos nuestros rugidos al estar tan cerca.—Alicia…—Hablaremos en la casa. Henry, llamaré a t
HENRYEmpujé con suavidad la puerta del salón lleno de pequeñas camas con cortinas blancas para separarlas. Pasé el seguro a mi espalda.Avancé por el pasillo del centro, escaneando el sitio.Esto estaba vacío, para el caso, los hombres lobos no es que se enfermaran mucho.Sonreí al descubrirla.Su silueta se reflejaba por la cortina blanca; parecía estar tendiendo la cama.Despacito me acerqué, encontrándome la deliciosa vista de ella inclinada, alisando la sábana sobre el colchón.Aspiré su aroma por un segundo, aguantando un gruñido de puro placer que casi se me escapa de la garganta.Mis manos fueron a su cintura, tomándola por sorpresa cuando se incorporó, apretándola contra mi cuerpo posesivamente, tan necesitado de su cercanía.—Mmmm, nena, no te imaginas cuánto te he extrañado —besé su cabello, bajé mis besos hasta su nuca.Mis manos no dejaban de acariciarla, de tocar su cuerpo, mi deseo despertando.—Alto ahí, lobo. —El tono serio me hizo detenerme.Se giró entre mis brazos
MÓNICAGemía entrecortado con un lobo cachondo follándome desde atrás.Mis senos se balanceaban sobre la superficie de madera, la mesa del escritorio traqueteaba cada vez más de prisa mientras las penetraciones aumentaban de intensidad.Mi uniforme remangado hasta la cintura, a medio abrir los botones del frente, el ajustador subido exponiendo las tetas, con la panti destrozadas en mi coño que ahora recibía el ardiente falo de mi hombre.—Henry, ¡aahhh, sí, sí, mi macho, me encanta cómo me montas… más, más! —subí la cabeza perdida en la pasión.Meneándome hacia atrás, encontrándome con el embiste de su pelvis chocando contra mis nalgas.Henry gruñó como un animal, empujándome hacia la mesa auxiliar, castigándome deliciosamente con su peso contra mi espalda.El sudor corría por nuestras pieles en llamas.Pude colar mi mano por mi vientre, y mi dedo medio comenzó a acariciar el sensible clítoris mientras el placer se construía fiero y avasallador.Lo movía en círculos y me lo pellizcaba
MÓNICANo tenía por qué contenerme.Aquí no vendría nadie y tenía a un Alfa buenarro y todo mío para violármelo la noche entera.Me incorporé con las piernas algo suaves.Me giré y lo empujé contra el colchón.Este cuartito era pequeño y solo para mi uso personal.Henry cayó con un golpe sordo, dejándose hacer.Los pantalones aún enredados en sus tobillos sobre los zapatos puestos, de la primera vez que me empotró contra la mesa y comenzó a comerse mi coño para luego penetrarme tan rico.—Quítate el calzado y toda la ropa —le ordené como su puta jefa, devorándome con la mirada los fibrosos y abultados músculos brillando en sudor, tan definidos y sexis.Mi lengua salió a saborear los caninos puntiagudos que sentía crecer en mi boca.Extrañaba tanto esta sensación del poder rugiendo en las venas y eso que yo solo era una Omega.Abrí poco a poco los botones que aún quedaban intactos de mi vestido de enfermera.Lo veía casi arrancarse a tirones el pantalón y patear los zapatos.Sus iris l