MÓNICA Di un paso atrás, aterrada, muerta de miedo, porque aún no me recupero de las sensaciones tan intensas que me causaba este lobo. —¿Qué hace aquí, Sr. Connor? —intenté no mirar al borde inferior de la corta bata de hospital. Joder, si se inclinaba un poco hacia atrás, le vería toda la cabeza de la culebra durmiente. —Nena, ya te dije que no me llamaras tan formal… —Y yo le dije que no me dijera “nena”. Tiene que irse de aquí, esta no es un área para pacientes —intenté agarrar con fuerza el paquete de gasas de mi mano y medio ocultarlas, para que no viese mi nerviosismo. —Mónica, tenemos que hablar. No me voy a ir de aquí hasta que definamos lo nuestro —dio algunos pasos hacia mí. Me sentía sofocada en esta esquina, sin escapatoria. Con el alto estante de hierro a mi espalda y el enorme cuerpo de este sexy y autoritario Alfa frente a mí, no tenía salida. —No hay “nuestro” —a pesar de la situación, levanté la barbilla y lo miré directo a esos profundos ojos grises. —.
MÓNICA —Cálmate, nena, cálmate, Moni. Tranquila, pequeña, tranquila… — me decía sin soltarme. Le gritaba y lo insultaba, intentando liberarme de sus grilletes, pero las palabras se convirtieron en sollozos bajos incontrolables.Sus manos torpes no dejaron de acariciarme. Me cargó y me llevó con él, acurrucada contra su poderoso cuerpo.Sentía en mi oído el fuerte palpitar de su corazón. Sentados en el suelo, en la esquina medio oscura de los estantes llenos de cajas.Me acomodó de lado, sobre sus muslos, sintiendo esa presencia que empujaba con suavidad, una y otra vez en mi mente, bañando como un bálsamo las heridas que había creído estaban cerradas.Después de un tiempo indefinido, me calmé por completo, secándome las lágrimas. Me quedé en silencio; ahora estaba avergonzada. Pensaría que era una llorica.—¿Por eso usas eso detrás del cuello, para tapar la cicatriz? —asentí suavemente—. ¿Ni siquiera pudiste cicatrizar lo que quedó de la marca? Se suponía que desapareciera con e
MÓNICAEstaba calentándome como una cafetera a punto de colar el café, solo que a mí se me estaba escapando otra cosa de entre las piernas y mojando mi braga.Sin embargo, me quedaba un resquicio de cordura. No es que nunca lo hiciera en un almacén de estos, pero a este Alfa, mate o lo que sea, lo acabo de conocer hoy… mmm joder, no me manosees así el pezón… sshhh…—Tiempo fuera… ah, Henry, espera… —agarré su mano imprudente metida dentro de mi ajustador, amasándome las tetas como pan en feria—. Yo…Tragué recuperando el aire entre jadeos apresurados.—Acabamos de conocernos. No… no vamos a hacerlo aquí, así, no de esta manera… —intenté levantarme, pero él volvió a enredar su brazo alrededor de mi cintura, posesivo y salvaje, mirándome con esos ojos depredadores tan sexis.Casi desnudo debajo de mí, resoplando, excitándose así por apenas unos besos y manoseos.—Está bien, está bien, mierd4, hoy pierdo los huevos, pero no te voy a penetrar. Además, necesito sanar tu nuca con mi sangre
MÓNICAUn gemido ronco, visceral, cargado de deseos salió de mis labios entreabiertos.Mis pestañas se movían entrecerrando mis ojos borrosos del placer.—Mmmmm tan bueno… shhhhh —mis caderas se meneaban sobre su boca hambrienta, restregaba mi clítoris contra sus labios, sobre la punta de su nariz.Agarré su cabello corto, oscuro, y le enseñé la manera de llevarme a las alturas.Dejando que esa lengua larga y flexible, lobuna, me penetrara, adentro y afuera, con sonidos acuosos, lascivos.Apreté mi otra mano con fuerza sobre el tubo de metal, como un sostén para mantenerme a flote.—Ah, ah, ah, qué rico mi macho… mmmm más rápido… sí, sí, bebé, me encanta… Ssshhh métela más profundo… —me descontrolé por completo, encima de él, acorralándolo, obligándolo a mamarme el coño como si fuese mi esclavo del placer.Subí incluso una pierna, la punta de mi zapatilla de goma sobre la separación baja de la estantería.Alcé la cabeza, sacando la lengua como pervertida; no podía cerrar la boca solo
MÓNICAEse lobo pervertido al final casi me viola y me hace el delicioso en el almacén, lo que me faltó para abrirme como un compás fue nadita.Pero a pesar de la atracción loca que siento por este Alfa calentón hecho a mi medida, de verdad, en el fondo tengo miedo.Esta vez no podré disfrazar con sarcasmo y sexo sin sentido mis desilusiones; esta vez, si él me falla, creo que será el golpe mortal.—Te espero para llevarte a tu casa —me aprieta la mano mientras esperamos el elevador en el piso subterráneo.Si alguien vino por suministros, de verdad espero que no haya escuchado mis gemidos de perra en celo.—Henry, estás casi desnudo, por lo que veo, ni sé para qué viniste al hospital si ya las heridas están prácticamente sanas —alzo la ceja mirándolo media divertida. —Vine a conocerte, ¿a qué más? Es la primera vez que hacerle caso al cascarrabias de mi padre ha sido mi bendición —me dice, y me tenso un poco cuando me habla de su familia.La puerta del ascensor se abre y entramos. M
MÓNICA —Nena, ¿estás segura de que estás bien? —Henry me toma del brazo cuando vamos camino a mi auto en el estacionamiento.Se ha puesto al menos su pantalón por debajo de la bata y va un poco más presentable.—Sí, sí, ya te dije que estoy bien. ¿Te sientes mejor? —le pregunto intentando no mirarlo fijamente.Tengo tantas preguntas en mi mente, pero no deseo exponerme.El hecho de que sea familia de Dean, la verdad, no me ha asentado nada bien.—Te noto extraña desde el elevador. ¿Te asustó ese idiota de Dean, verdad? —me pega a su pecho acariciando mi mejilla, su mano posesiva sobre mi cintura rígida.—. Va por ahí siempre sacando todo su poder sin importarle aplastar a nadie.—Él… ¿es un Alfa también, no? Tu primo… —le pregunto como quien no quiere las cosas.Ambos estamos de pie en medio de las sombras del enorme subterráneo.—No es un Alfa. Te sientes así, tan presionada con su aura, porque él es un Anciano del Concilio —me responde bufando con una mueca de desprecio.—. Pero no
MÓNICADiosa, me llega toda su desilusión taladrando mi espalda.Me siento fatal, solo quiero ceder a esto, pero los temores atenazan mi corazón.Incluso temo decirle la verdad de Dean.A pesar del cargo de su abuelo, ¿de verdad estará dispuesto a crear discordia en el Concilio solo por defender a una marginada como yo?Me imagino los planes que tendrán para su nieto, en los cuales debe incluirse una perfecta Omega, como esa que visitó a Henry en el hospital.Escucho un resoplido; lo veo a través del parabrisas, dándole la vuelta al auto.Tira la puerta, sentándose en su puesto de copiloto. No dice nada.Con el dedo rígido, empujo el botón de encendido, y el motor ruge, indicando que podemos partir.Enciendo los focos y comienzo a manejar, sacando el auto del estacionamiento del hospital.Tengo un dolor de cabeza de los mil demonios; tantas emociones en una sola noche.Ahora llevo a un Alfa enojado y enfurruñado a mi lado.—¿Cuál es tu hotel? —le pregunto, porque no me ha dado la dire
MÓNICA Abro la boca, no sé qué decir. Él tampoco espera. Al final, vuelve a cerrar la puerta del auto para marcharse, con un caminar extraño. Me quedo observándolo hasta que llega a la entrada del hotel y se gira. Se detiene ahí, de pie, solo mirándome. Las ganas locas que tengo de decirle que regrese casi me ahogan. Suspiro derrotada, acomodo un poco mi ropa y enciendo el motor para alejarme de mi adorado tormento. Paso por delante de la acera donde espera a que me marche, y lo observo por un segundo a través de la ventana. Sus ojos, fijos e intensos, parecen brillar como las estrellas. Mi mirada clavada en el espejo retrovisor, mientras se aleja su indomable figura. Soy yo esta vez, quien se niega al amor. ***** NARRADORA Henry vio el auto de su mate doblar la esquina y perderse de su visión. Su lobo le rugía en la mente que debió presionarla más, que moría por estar cerca de ella. Era increíble cómo hasta hace unas horas ni siquiera la conocían y ahora Mónica se había c