135. ¿NO ME MANDASTE A DESVESTIRME?

MÓNICA

—Por favor, muéstreme su brazo para tomarle una muestra de sangre y ponerle el suero —me inclino un poco sobre él, concentrándome en mi trabajo.

Extiende el brazo tosco y fuerte.

Le paso la liga, que casi no le da vuelta a esos bíceps.

Siento un olor a deliciosa colonia cosquilleando en mi nariz, sutil, pero ahí está. Deben ser sus feromonas.

Aunque apenas tengo el olfato que verdaderamente tendría si contara aún con mi loba.

—Apriete el puño y ábralo —le pido, y obvio el hecho de que todo este tiempo ha estado mirándome como un pervertido, fijo, casi sin parpadear.

¿Qué le pasa a este lobo? ¿Se golpeó en la cabeza y quedó tonto?

Me inclino un poco más, concentrada en sacar la muestra.

Cuando me vengo a dar cuenta, siento los cabellos de mi coronilla moviéndose por la profunda respiración.

Está oliéndome.

Y el aroma a colonia masculina se hace más y más intenso. Incluso yo, una Omega defectuosa, puedo sentirlo.

Es deliciosa y fresca… excitante… peligrosa y caliente…

Un gruñido
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