CAPÍTULO 46

El viejo Santoro llegó a su habitación, cerró la puerta y buscó su alta dosis de calmantes para calmar el insoportable dolor que lo azotaba todos los días.

Por otra parte, la familia se divertía ante la mirada orgullosa de su patriarca. Vicent aflojó su corbata y se cambió de ropa. Tal vez ver tanta diversión en la piscina le hizo sentirse atraído hacia ese lugar. Entonces él se puso un atuendo más apropiado y tomó su toalla para unirse a la fiesta.

Vicent llegó a la piscina y sus bebés comenzaron a reír y a balbucear las dos sílabas con las que desarmaban el corazón de ese arrogante magnate.

—Pa-pa. Pa-pa.

Melissa se contagió de las risas y la alegría de sus pequeños.

—¡Papi! Mira como puedo nadar. —le gritó el pequeño Jr. con la intención de obtener un poco de atención.

Vicent caminó hacia el pequeño y le sonrió antes de fijar toda su atención en los ágiles movimientos de su primogénito.

—Te felicito hijo. Eres todo un campeón. —le dijo su padre, mientras se agachaba en el borde de
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