CAPÍTULO 50
El viejo Santoro miró el reloj en su muñeca y asintió con la cabeza.

—Tienes razón. Pero por favor, es muy importante lo que tengo que decirte.

Fabiano maldijo su curiosidad y le señaló al viejo una silla para que se sentara. Ya estaban ahí. Lo mejor era salir de esto de una vez.

—Es mejor. Al mal paso, darle prisa. Espero que de verdad sea importante, porque al parecer tú, al igual que tu hijo, tienen una fijación por estropear mi sueño.

El viejo Santoro, frunció el ceño. Mostrando sorpresa por esa acusación.

—¿Yo?

Fabiano se sonrió, al parecer este viejo era tan predecible como su primogénito. Fabiano le había tendido una trampa y él había caído redondito y él no desaprovecharía una oportunidad de atacarlo.

—No te hagas el desmemoriado viejo decrépito. Que bien que recuerdas que cuando era yo un niño, tú y maldito de Gerónimo me despertaban con chorros de agua helada. Por eso, jamás pude dormir profundamente.

El viejo Santoro sintió una opresión en el pecho. Él sabía que jamá
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