87| Seguir el juego.

Salem pasó la noche en una de las habitaciones de invitados. Cuando llegó la mañana, se puso de pie y se cubrió con una capa de cuero. Era una mañana especialmente fría; el viento arreciaba contra la ciudad con fuerza y se podía escuchar el silbido del aire sobre las cornisas de las casas.

La tormenta estaba llegando a su punto más álgido, y después de aquello, terminaría. Salem conocía este tipo de tormentas. Cuando su madre lo había abandonado, había soportado una igual. A veces, Salem pasaba largas horas de su día a día pensando en ese momento, recordando lo que sentía al ver las mejillas rosadas de su madre abandonándolo. Lamentaba que eso hubiese sido lo último que vio en su vida.

Por más que trató de recordar, fue imposible para él encontrar el momento exacto en el que había perdido la visión. Simplemente se había desmayado entre la nieve y luego despertado en Agnaquela, solo y en un mundo de oscuridad.

Estaba en la sala principal cuando el pequeño joven que había adoptado el dí
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