Cuando Analía despertó, lo hizo despacio, tranquila y en calma. No le dolía nada y se sentía llena de energía. Abrió los ojos y se encontró a sí misma en una pequeña cabaña. La hoguera crepitaba en la chimenea y, a través del cristal de la ventana, se veía cómo la tormenta arreciaba sobre el lugar.Estaba cubierta con una sábana hecha de pieles suaves, como de conejo, desnuda y lo primero en lo que pensó fue en Salem. Buscó su conexión con el hombre, pero no la encontró. Su mente y su cuerpo estaban vacíos, y en ella solo habitaba ella misma y su bebé.Apoyó la mano en su estómago y, aunque el feto aún era muy pequeño, Analía casi podía sentirlo ahí. Fue extraño lo que sucedió después: extendió la conciencia hacia su vientre, como si alargara su mente, y sintió la vida allí. No había pensamientos, el feto aún no pensaba ni sentía, pero el cerebro en formación ya tenía estímulos. Ya era vida dentro de ella.La conciencia de Analía era fuerte. Extendió su mente en todas direcciones y se
Analía no supo de dónde había sacado Barry la ropa. Seguramente la había robado de algún tendedero en las afueras del pueblo. Llegó con unos jeans claros, unos zapatos cómodos y una chaqueta de cuero marrón para ella. Analía tampoco preguntó de dónde había salido la ropa, pero se sintió más cómoda al no tener que andar desnuda en cuanto se transformaba en humana.Estaban cerca de Agnaquela, en el pueblo donde Salem la había encontrado, el mismo en que vivía su antiguo amo. Afortunadamente, no se habían encontrado con él en ningún momento. ¿Qué podría hacerle? ¿Ponerle nuevamente el collar? Analía no sabía dónde lo había perdido, si en la ciudad antes de huir en la moto de Salem o en el lago. De todas formas, había desaparecido y ya no lo extrañaría. Ya no era una esclava y tampoco era la luna de Agnaquela, así que ya no lo necesitaba. Aquello sería un recordatorio de Salem, y pensar en él le hacía recordar su traición. Aunque ciertamente no era una traición, ¿no es así? Se preguntó mie
Analía esperó atentamente a que la mujer le dijera algo al otro lado de la línea, pero se quedó en silencio.— Es una broma, ¿verdad? — preguntó — Analía negó con vehemencia.— No, no lo es. De verdad, no lo es. Necesito ayuda. Encontré este teléfono en su página web. Decían que aquí podían acudir las especies del submundo que necesitaran ayuda. ¿Es verdad? — — Sí, claro que sí — , le dijo la otra mujer. — Puedes hacerlo, pero hace muchísimo tiempo no recibimos llamadas en esta línea, desde que desaparecieron por completo los laboratorios Jábico. Pero lamentablemente, en este momento no podrás comunicarte con Kerr. Para empezar, no sé dónde está. Y aunque lo supiera, sería riesgoso, tú lo imaginas. Los lobos de raza superior son seres poderosos, y eso atrae a gente poderosa. Nosotros nos aseguramos de protegerlo a él al igual que a toda la especie. — — ¿Y entonces por qué no me ayudan a mí? — , dijo Analía, un poco desesperada. Ana, al otro lado, asintió.— Tienes toda la razón. Lo
Salem había llegado al pequeño Palacio ya entrada la mañana. Había enviado con Alexander un mensaje para Bastian. El transformista debería saber lo que estaba pasando y ahora estaba sentado en su habitación, aspirando el aroma que entraba por la ventana.Había tantos olores, tantas personas. Olía humanos, lobos y vampiros. Reconocía la mayoría de esos olores: la señora que vendía pan, Mirta de la papelería, Boris el mensajero. Eran su manada y estaban felices de que su verdadera Luna había llegado, pero Salem sabía que no era así.Salem sabía de verdad que aquello era una farsa, que Evelyn no era más que otro contrato de vida o muerte. Ella lo sabía, él lo sabía, pero no tenía forma de demostrarlo. Y aunque lo hiciera, aunque pudiera encontrar las pruebas, no podría hacerlo porque eso sería traicionarla y traicionarla significaría morir. De eso se trataba el contrato.La única forma de que ambos quedaran libres de aquello era que la verdadera pareja destinada de Salem apareciera, cosa
Invadir Taranta para rescatar a Oliver era, sin lugar a dudas, un acto casi suicida. Pero para Analía, ahora las circunstancias habían cambiado. No solo era más rápida y más fuerte que cualquier lobo normal, era poderosa, realmente poderosa. De todas formas, Barry no parecía contento con el plan. — No creo que sea una buena idea — le había dicho mientras salían del pueblo.Pero Analía, extrañamente, no tenía ganas de irse. Tenían que planear cómo llegar hasta la ciudad de los Maiasaura y le apetecía sentarse nuevamente en el café internet a planear, pero a Barry ya se le había acabado el dinero. Así que esa no era una opción. Simplemente se sentaron en una banca alargada del parque, observando una fuente congelada, y Ana se encogió de hombros. — Sí, sé que es una idea un poco loca, pero es la única que tengo. Tenemos que comenzar a desarmar su ejército poco a poco. Con mi hermano de nuestro lado, seríamos dos de raza superior más Salem. Eso nos daría una ventaja contra el Rey Cuervo
Analía dejó su ropa en el suelo, tomó nuevamente su forma humana y se vistió. Cuando se volvió hacia atrás, se encontró a Barry tratando de ponerse los zapatos, tropezando con una rama y cayendo de bruces al suelo sobre la nieve. Después de burlarse de él un momento, lo ayudó a ponerse de pie. — ¿En serio crees que sea Farid? No puedo olfatearlo desde aquí — preguntó Barry. — Claro que lo es — le dijo Analía — . La pregunta es ¿qué hace aquí? Estamos lejos de la ciudad. — ¿No hay nadie más? — preguntó Barry.Analía negó mientras se acercaban a la cabaña, extendiendo la conciencia para tratar de encontrar a alguien más. Pero no, no encontró más que las instintivas conciencias de los animalitos que había alrededor: ardillas, ciervos, que escapaban en cuanto sentían su aroma. Pero había algo oscuro en la mente de Farid. A Analía le pareció irrespetuoso sumergirse dentro de su cabeza sin su consentimiento. Aunque había descubierto que incluso un lobo que estaba acostumbrado a sentir la
Alexander estaba sentado en la sala de su casa, con las manos hechas un puño, mientras su madre observaba detenidamente una de las pantallas táctiles que habían traído del aquelarre. Bastian estaba en el baño; su madre le había dado su dosis semanal de sangre.Alexander notaba cómo la relación entre el vampiro y su madre se hacía cada vez más estrecha; parecían buenos amigos. Bastian nunca dejaba de agradecerle en cada oportunidad por darle de su sangre para mantenerlo con vida. — ¿Alguna vez has probado sangre humana directamente desde la fuente? — preguntó Johana cuando el transformista regresó a la mesa.Alexander no quería participar de aquella conversación. Se cruzó de brazos y miró por la ventana cómo la nieve caía mientras Bastian le explicaba a Johana cómo nunca lo había hecho, ya que su padre siempre se había encargado de tener una dosis de sangre para él, ya fuera en una bolsa o en un vaso.Alexander hizo una lista mental de las cosas que aún faltaban por hacer. Las minas y
Salem hizo todo lo posible para llegar tarde al pequeño palacio ese día. Vigiló, como siempre, las fronteras, olfateando el ambiente para percibir a algún enemigo y jugó con una flecha mientras esperaba que pasara el tiempo. La lanzaba hacia arriba y con su oído adivinaba en qué lugar había caído para ir por ella y hacerlo nuevamente. Las personas de la manada estaban eufóricas; la llegada de su verdadera Luna, entre comillas, los tenía felices, renovados.Salem no quiso decir nada. ¿Cómo podría decirles que esa mujer no era su verdadera Luna si todos estaban comportándose así? No supo cuántas manos estrechó en su camino hacia la muralla.Mientras subía las estrechas escaleras que conducían a la parte superior del muro, se encontró con más miembros de la manada que lo felicitaron también. Era sorprendente cómo todos habían olvidado de repente a Analía. Nadie le preguntaba por ella, a nadie le importaba.Estaba ahí, jugando con la flecha en la parte más alta de la muralla que dividía e