75| Sólo.

Analía dejó su ropa en el suelo, tomó nuevamente su forma humana y se vistió. Cuando se volvió hacia atrás, se encontró a Barry tratando de ponerse los zapatos, tropezando con una rama y cayendo de bruces al suelo sobre la nieve. Después de burlarse de él un momento, lo ayudó a ponerse de pie.

— ¿En serio crees que sea Farid? No puedo olfatearlo desde aquí — preguntó Barry.

— Claro que lo es — le dijo Analía — . La pregunta es ¿qué hace aquí? Estamos lejos de la ciudad.

— ¿No hay nadie más? — preguntó Barry.

Analía negó mientras se acercaban a la cabaña, extendiendo la conciencia para tratar de encontrar a alguien más. Pero no, no encontró más que las instintivas conciencias de los animalitos que había alrededor: ardillas, ciervos, que escapaban en cuanto sentían su aroma. Pero había algo oscuro en la mente de Farid. A Analía le pareció irrespetuoso sumergirse dentro de su cabeza sin su consentimiento. Aunque había descubierto que incluso un lobo que estaba acostumbrado a sentir la
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