Había sido un viaje divertido a pesar de hacia dónde iban. Alexander y Bastian se bañaron en las frías aguas de un lago y Alexander pudo disfrutar del escultural cuerpo desnudo del vampiro.

Se imaginó qué se sentiría pasar sus manos por su pálido cuerpo, besarlo. Algo que podía agradecer infinitamente Alexander era que los vampiros carecieran de telepatía; definitivamente no querría que el vampiro se diera cuenta de los pensamientos que atravesaban su cabeza, los pensamientos pervertidos que lo invadían cuando lo miraba, cuando deseaba probar sus labios, sentir con su lengua, la aspereza de su barba, soñar despierto con sus ojos rojos mirándolo desde arriba mientras se hundía en él.

Pero Bastian tampoco era completamente indiferente. Cuando Alexander salió desnudo del río, lo contempló también de los pies a la cabeza y el lobo pudo ver cómo se le ponían rojas las mejillas.

— Es la ventaja de ser hijos del submundo — murmuró el vampiro — . Ni siquiera tenemos que entrenar para tener b