Invadir Taranta para rescatar a Oliver era, sin lugar a dudas, un acto casi suicida. Pero para Analía, ahora las circunstancias habían cambiado. No solo era más rápida y más fuerte que cualquier lobo normal, era poderosa, realmente poderosa. De todas formas, Barry no parecía contento con el plan. — No creo que sea una buena idea — le había dicho mientras salían del pueblo.Pero Analía, extrañamente, no tenía ganas de irse. Tenían que planear cómo llegar hasta la ciudad de los Maiasaura y le apetecía sentarse nuevamente en el café internet a planear, pero a Barry ya se le había acabado el dinero. Así que esa no era una opción. Simplemente se sentaron en una banca alargada del parque, observando una fuente congelada, y Ana se encogió de hombros. — Sí, sé que es una idea un poco loca, pero es la única que tengo. Tenemos que comenzar a desarmar su ejército poco a poco. Con mi hermano de nuestro lado, seríamos dos de raza superior más Salem. Eso nos daría una ventaja contra el Rey Cuervo
Analía dejó su ropa en el suelo, tomó nuevamente su forma humana y se vistió. Cuando se volvió hacia atrás, se encontró a Barry tratando de ponerse los zapatos, tropezando con una rama y cayendo de bruces al suelo sobre la nieve. Después de burlarse de él un momento, lo ayudó a ponerse de pie. — ¿En serio crees que sea Farid? No puedo olfatearlo desde aquí — preguntó Barry. — Claro que lo es — le dijo Analía — . La pregunta es ¿qué hace aquí? Estamos lejos de la ciudad. — ¿No hay nadie más? — preguntó Barry.Analía negó mientras se acercaban a la cabaña, extendiendo la conciencia para tratar de encontrar a alguien más. Pero no, no encontró más que las instintivas conciencias de los animalitos que había alrededor: ardillas, ciervos, que escapaban en cuanto sentían su aroma. Pero había algo oscuro en la mente de Farid. A Analía le pareció irrespetuoso sumergirse dentro de su cabeza sin su consentimiento. Aunque había descubierto que incluso un lobo que estaba acostumbrado a sentir la
Alexander estaba sentado en la sala de su casa, con las manos hechas un puño, mientras su madre observaba detenidamente una de las pantallas táctiles que habían traído del aquelarre. Bastian estaba en el baño; su madre le había dado su dosis semanal de sangre.Alexander notaba cómo la relación entre el vampiro y su madre se hacía cada vez más estrecha; parecían buenos amigos. Bastian nunca dejaba de agradecerle en cada oportunidad por darle de su sangre para mantenerlo con vida. — ¿Alguna vez has probado sangre humana directamente desde la fuente? — preguntó Johana cuando el transformista regresó a la mesa.Alexander no quería participar de aquella conversación. Se cruzó de brazos y miró por la ventana cómo la nieve caía mientras Bastian le explicaba a Johana cómo nunca lo había hecho, ya que su padre siempre se había encargado de tener una dosis de sangre para él, ya fuera en una bolsa o en un vaso.Alexander hizo una lista mental de las cosas que aún faltaban por hacer. Las minas y
Salem hizo todo lo posible para llegar tarde al pequeño palacio ese día. Vigiló, como siempre, las fronteras, olfateando el ambiente para percibir a algún enemigo y jugó con una flecha mientras esperaba que pasara el tiempo. La lanzaba hacia arriba y con su oído adivinaba en qué lugar había caído para ir por ella y hacerlo nuevamente. Las personas de la manada estaban eufóricas; la llegada de su verdadera Luna, entre comillas, los tenía felices, renovados.Salem no quiso decir nada. ¿Cómo podría decirles que esa mujer no era su verdadera Luna si todos estaban comportándose así? No supo cuántas manos estrechó en su camino hacia la muralla.Mientras subía las estrechas escaleras que conducían a la parte superior del muro, se encontró con más miembros de la manada que lo felicitaron también. Era sorprendente cómo todos habían olvidado de repente a Analía. Nadie le preguntaba por ella, a nadie le importaba.Estaba ahí, jugando con la flecha en la parte más alta de la muralla que dividía e
Desde donde estaban, Analía podía ver claramente el campamento de los Maiasaura: un lugar lleno de tiendas y algunas casuchas hechas de madera. Al parecer, el campamento llevaba suficiente tiempo como para que hubieran creado una pequeña colonia.A carrera de lobo, estaban fácilmente a unas cinco o seis horas de Agnaquela. Cuando Analía estiró la conciencia, notó que su poder tenía límite. Estaban a un par de kilómetros sobre la montaña, y para poder sentir la energía de su hermano debía estar más cerca.« No me parece buena idea » dijo Farid « Si nos acercamos demasiado, es un riesgo. Recuerda lo que pasó la última vez »Analía se dirigió a Barry, el joven estaba sentado, observando con los ojos entrecerrados el lugar. « ¿No estuviste secuestrado aquí por muchos días? » le preguntó Analía « Eres el que mejor conoce estas tierras, conoces lo grande del campamento.Barry negó con la cabeza. « No, recuerden que me tuvieron en una jaula aislado. No sé cuántos hay » « ¿Pero sí sabes có
— No necesito que me rescates — , repitió Oliver, y Analía lo miró sorprendida. Tomó asiento en la silla en la que, un segundo antes, había estado sentado Vladimir. La rabia con la que su hermanito la miró la hizo sentir mal, la hizo sentir vulnerable. — ¿De qué estás hablando? ¿Por qué me haces esto, Oliver? Yo soy tu hermana — .El niño se puso de pie. Apenas se había puesto uno de los zapatos. Traía un abrigo grueso, las mejillas rojas por el frío. — Tú me abandonaste — , le dijo el niño. — Tú me abandonaste — .Pero Analía negó. — Tú sabes que eso es mentira. Nos vendieron a ambos. ¿No viste cómo nos llevaron en carretas diferentes? —Los ojos se le llenaron de lágrimas. Lo único que quería era salir corriendo a abrazarlo, abrazarlo con fuerza, sentir su cuerpo contra el suyo y decirle que todo estaba bien, que lo quería y que nunca se apartaría nuevamente. Pero el niño la miraba con rabia. — Pero ya no soy un niño, Ana — , le dijo él.Claro que seguía siendo un niño. Un niño q
Analía apretó con fuerza las fauces. Oliver, frente a ella, gruñó amenazadoramente, pretendiendo alejarla de Vladimir. Analía casi pudo ver la sonrisa en el rostro alargado y afilado del Maiasaura, creyendo que ya había ganado esa batalla. Pero Analía no se daría por vencida; tenía el poder suficiente como para vencer al líder de los Maiasaura y rescatar a su hermano.Así que se abalanzó a toda velocidad sobre ellos. Oliver corrió hacia ella. A pesar de que el joven lobo era incluso más fuerte que un lobo normal, para Analía fue fácil tomarlo por el lomo y apartarlo con fuerza hacia un lado.Por suerte, su pelaje grueso impidió que lo lastimara. El pequeño lobo rodó por la nieve y cayó por una pequeña pendiente. Mientras tanto, Analía se lanzó sobre Vladimir. El Maiasaura trató de morderle el cuello, pero Analía, con su ancha mano, le golpeó el torso lanzándolo contra un árbol. Varias astillas de la madera salieron volando. Analía corrió hacia él, pero cuando estaba a punto de morderl
Definir la edad del Rey Cuervo era prácticamente imposible. Analía podía intuir en su instinto que el hombre era viejo, pero físicamente se veía como un joven de unos 25 o 28 años. Era atractivo, de rasgos finos pero masculinos, con una nariz recta y una sonrisa perfecta. Las alas eran tan grandes que Analía creyó que, de un solo aleteo, podrían provocar un viento suficiente como para lanzarla al otro lado del bosque. Se quedó ahí, de pie, completamente desnuda ante la mirada del hombre. — ¿Quién eres? — le preguntó ella — . ¿Por qué haces esto? Nosotros no te hemos hecho nada.El hombre la miró de los pies a la cabeza. — Entiendo por qué Salem se encaprichó contigo. Eres joven y atractiva, tienes su mismo cabello rojo — dijo al final. — ¿El mismo cabello rojo de quién? — preguntó Analía.El rey levantó el mentón. — ¿Cómo estás viva? El hechizo de fidelidad debería haberte matado. — ¿Hechizo de fidelidad? — preguntó Analía. — Lo que ustedes llaman contrato de vida o muerte. Sal