Analía había tenido ese sueño hacía muchas noches: buscaba en el reflejo de la luna en el lago a la diosa. Y entonces, así lo hizo. Tal vez aquello fuera una profecía, una profecía de su agonía y su muerte. El contrato de vida o muerte presionaba tan fuerte en su pecho y en su corazón que Analía ya no lograba discernir la diferencia de si el dolor que sentía y el que la abrumaba era del contrato o del corazón roto que le había dejado Salem. — Salem... — , murmuró Analía.Imaginó que cuando la verdadera Luna de Salem llegara, ella podría despedirse. Ella podría decirle al Alfa que lo amaba y que era lo mejor que le había pasado en la vida. Podría decirle que, a pesar de todo, firmar ese contrato de vida o muerte fue lo mejor que le pudo haber pasado; que, aunque eso ahora le estuviera arrebatando la vida, había sido lo mejor que había tenido en su corta existencia. Pero no, el Alfa ni siquiera la miró. Cuando percibió el olor de su luna verdadera, Analía dejó de existir para él.La vi
Fue el dolor más fuerte que Analía hubiera experimentado en toda su vida, tanto que la partió en dos. Se sumergió en el agua del lago; el dolor era tal que ni siquiera sentía la frialdad del hielo chocando contra su cuerpo.El espíritu de la mujer que había descendido de la luna seguía aferrada a ella, con la mano en su pecho, buscando algo en su interior. Analía logró sentir cómo la mano exploraba algo y, cuando lo atrapó, el dolor llegó a un punto imposible de soportar, tanto que Analía perdió el conocimiento.Despertó un par de veces y luego volvía a quedarse dormida, todo en cuestión de un largo minuto. Despertaba en medio de la agonía, gritaba y se desmayaba, y volvía a despertar. Y entonces, la mano de aquel ser salió de su pecho, sosteniendo una luz roja brillante. Luego la tomó por el cuello y la sacó del agua, soltando en el aire las cosa roja que había sacado del pecho de Analía. Ella se fue volando como una mariposa. El dolor había desaparecido por completo. Ana sintió tan
Cuando Salem despertó, lo primero en lo que pensó fue en Analía. Pensó en ella, en el dolor que le había causado el contrato de vida o muerte y, luego, cuando recordó los labios de la mujer desconocida sobre los suyos, abrió los ojos de golpe.La nada lo envolvió nuevamente, y a pesar de haber pasado toda su vida en las tinieblas, le parecía que nunca iba a acostumbrarse a aquellas mañanas. Estaba en su cama, sentía el olor a su propio sudor en las sábanas. Extendió la mano para buscar a Analía a su lado, pero no la encontró. Sólo encontró la vasta funda solitaria y fría.Suspiró el aire fatigado, y entonces percibió nuevamente el aroma de aquella mujer, de la que lo había gobernado la noche anterior. La mujer estaba cerca de la ventana, posiblemente sentada en la silla frente al espejo.Salem se sentó en la cama, alerta. El olor de la mujer no le resultó atrayente como la primera vez que lo había olido en medio de la manifestación; en ese momento se sintió extraño, como hipnotizado.
Salem corrió a toda velocidad. No le importaba que por esa carretera a veces transitaran humanos. Ya no importaba. Todos los humanos sabían de la existencia de los lobos. y aunque no lo supieran, no le importaba mantener el secreto. Lo único que le importaba era encontrar a Analía. Tal vez algo había sucedido, tal vez el contrato de vida o muerte no la había matado. Tal vez, solo tal vez.Corrió, corrió rasguñando con sus fuertes garras el suelo asfaltado, su olfato mejorado siguiendo la esencia de Analía, el olor de la gasolina y el humo. Llegó hasta el lugar donde la moto se había estrellado. Con la poca visión que tenía en su forma de lobo, observó el barranco desgarrado y los rastros de ella arrastrándose por el suelo.Pudo oler la sangre de Analía, y aquello lo asustó aún más. Aceleró el paso, siguiendo el rastro. Podía ver los fuertes rasguños en la tierra, donde los dedos de ella se habían enterrado para poder avanzar. Luego los rastros se detenían abruptamente en un lago. Un l
Cuando Analía despertó, lo hizo despacio, tranquila y en calma. No le dolía nada y se sentía llena de energía. Abrió los ojos y se encontró a sí misma en una pequeña cabaña. La hoguera crepitaba en la chimenea y, a través del cristal de la ventana, se veía cómo la tormenta arreciaba sobre el lugar.Estaba cubierta con una sábana hecha de pieles suaves, como de conejo, desnuda y lo primero en lo que pensó fue en Salem. Buscó su conexión con el hombre, pero no la encontró. Su mente y su cuerpo estaban vacíos, y en ella solo habitaba ella misma y su bebé.Apoyó la mano en su estómago y, aunque el feto aún era muy pequeño, Analía casi podía sentirlo ahí. Fue extraño lo que sucedió después: extendió la conciencia hacia su vientre, como si alargara su mente, y sintió la vida allí. No había pensamientos, el feto aún no pensaba ni sentía, pero el cerebro en formación ya tenía estímulos. Ya era vida dentro de ella.La conciencia de Analía era fuerte. Extendió su mente en todas direcciones y se
Analía no supo de dónde había sacado Barry la ropa. Seguramente la había robado de algún tendedero en las afueras del pueblo. Llegó con unos jeans claros, unos zapatos cómodos y una chaqueta de cuero marrón para ella. Analía tampoco preguntó de dónde había salido la ropa, pero se sintió más cómoda al no tener que andar desnuda en cuanto se transformaba en humana.Estaban cerca de Agnaquela, en el pueblo donde Salem la había encontrado, el mismo en que vivía su antiguo amo. Afortunadamente, no se habían encontrado con él en ningún momento. ¿Qué podría hacerle? ¿Ponerle nuevamente el collar? Analía no sabía dónde lo había perdido, si en la ciudad antes de huir en la moto de Salem o en el lago. De todas formas, había desaparecido y ya no lo extrañaría. Ya no era una esclava y tampoco era la luna de Agnaquela, así que ya no lo necesitaba. Aquello sería un recordatorio de Salem, y pensar en él le hacía recordar su traición. Aunque ciertamente no era una traición, ¿no es así? Se preguntó mie
Analía esperó atentamente a que la mujer le dijera algo al otro lado de la línea, pero se quedó en silencio.— Es una broma, ¿verdad? — preguntó — Analía negó con vehemencia.— No, no lo es. De verdad, no lo es. Necesito ayuda. Encontré este teléfono en su página web. Decían que aquí podían acudir las especies del submundo que necesitaran ayuda. ¿Es verdad? — — Sí, claro que sí — , le dijo la otra mujer. — Puedes hacerlo, pero hace muchísimo tiempo no recibimos llamadas en esta línea, desde que desaparecieron por completo los laboratorios Jábico. Pero lamentablemente, en este momento no podrás comunicarte con Kerr. Para empezar, no sé dónde está. Y aunque lo supiera, sería riesgoso, tú lo imaginas. Los lobos de raza superior son seres poderosos, y eso atrae a gente poderosa. Nosotros nos aseguramos de protegerlo a él al igual que a toda la especie. — — ¿Y entonces por qué no me ayudan a mí? — , dijo Analía, un poco desesperada. Ana, al otro lado, asintió.— Tienes toda la razón. Lo
Salem había llegado al pequeño Palacio ya entrada la mañana. Había enviado con Alexander un mensaje para Bastian. El transformista debería saber lo que estaba pasando y ahora estaba sentado en su habitación, aspirando el aroma que entraba por la ventana.Había tantos olores, tantas personas. Olía humanos, lobos y vampiros. Reconocía la mayoría de esos olores: la señora que vendía pan, Mirta de la papelería, Boris el mensajero. Eran su manada y estaban felices de que su verdadera Luna había llegado, pero Salem sabía que no era así.Salem sabía de verdad que aquello era una farsa, que Evelyn no era más que otro contrato de vida o muerte. Ella lo sabía, él lo sabía, pero no tenía forma de demostrarlo. Y aunque lo hiciera, aunque pudiera encontrar las pruebas, no podría hacerlo porque eso sería traicionarla y traicionarla significaría morir. De eso se trataba el contrato.La única forma de que ambos quedaran libres de aquello era que la verdadera pareja destinada de Salem apareciera, cosa