La nieve todavía caía a raudales sobre Taranta. El Rey Cuervo estaba en el Gran Salón, observando por la ventana de cristal. Los Maiasaura caminaban por las calles de la ciudad como si aquella ventisca no fuera más que una brisa de verano. — Lagartijas de sangre fría — murmuró el Rey Cuervo, y su aliento produjo un vaho en el cristal. Estiró sus enormes alas negras y las sacudió, deseando alzar el vuelo por los aires. ¿Hacía cuánto que no volaba? Se preguntó. Prácticamente desde que había llegado a la ciudad de los Maiasaura, no visitaba el área verde hacía meses, solo tenía el Gran Salón para él. Era el único lugar donde podía extender las alas sin golpear ni derribar nada.La puerta se abrió y uno de los suyos entró. Tenía los cuernos cortos sobresaliendo de la frente. — Mi rey, ya está aquí la joven. — Hazla pasar — ordenó.Se sentó frente al escritorio con las alas desplegadas, y cuando la mujer entró, lo miró sorprendida. Todos se sorprendían al verlo. Era una mujer atractiva,
Analía se había despertado cansada y con sueño. Había perdido la cuenta de las veces que había hecho el amor con Salem esa noche, y cuando se despertó en la madrugada, estaba fuertemente abrazada a él, a su cuerpo fuerte, compartiendo su calor.El Alfa se había tenido que levantar temprano y le dejó muchos besos a Analía antes de entrar al baño. Luego, ambos se organizaron y se dispusieron para estar en la sala del trono. El consejo ya estaba allí cuando ellos llegaron y tuvieron que esperar un par de minutos para que llegaran Johana con Alexander y el transformista.Cuando comenzó la discusión con Barry, Analía estuvo a punto de intervenir. Pudo sentir cómo el cuerpo de Salem se llenaba de apatía. El Alfa casi les lanza un grito a los dos para que se quedaran callados, pero Alexander intervino, llamando a Barry irrespetuoso y Analía estuvo completamente de acuerdo.Desde que el lobo había regresado de su cautiverio con los Maiasaura, era diferente. Ya no era tan sonriente y brillante
Todo el consejo guardó silencio ante la sentencia dramática de Farid. Lo observaron detenidamente. — ¿A qué te refieres? — le preguntó Analía.El anciano se restregó la cara pesadamente, luego se puso a caminar de un lado para otro. — Si los Maiasaura están con la gente del bosque, entonces estamos perdidos. La gente del bosque tiene poderes incomprensibles que nosotros no tenemos. Además, tienen un... — ¿Un qué? — preguntó nuevamente Analía, al percibir que era la única que conocía poco sobre la gente del bosque. Luego, al ver la confusión en el resto de las personas del consejo, supo que no era la única que sabía poco de ellos. — Por la sangre pura, mi luna. Cuando un lobo se aparea con una loba, su hijo nace de raza superior. Cuando un vampiro se aparea con un vampiro, su hijo nace puro, y así, después de un par de generaciones, nace transformista, como el señor Bastian. Así es para todas las razas del submundo, para la gente del bosque también es así. Cuando su sangre está muy
Cuando la tormenta llegó a Agnaquela, sorprendió a todos en medio del proceso de poner las minas. Habían pasado un par de semanas desde que el aquelarre había llegado a la ciudad y recién habían logrado encontrar el presupuesto suficiente para mandar a traer el cableado.Alexander pensó que había sido un proceso complicado. Tuvieron que enviar humanos a los pueblos cercanos para comprar los cables, pues no podían llamar mucho la atención. Si los Maiasaura se enteraban de su plan, estarían fritos. Así que trajeron los cables poco a poco, pero al fin, después de esa semana, estaban completos.Alexander estaba afuera en la nieve, tenía el cuerpo cubierto de abrigos para protegerse del frío. Aunque tenía más resistencia que un humano normal, el hielo punzaba su cuerpo como mil agujas. Bastian estaba a su lado, sosteniendo una pala y removiéndose incómodo en su abrigo. El vampiro era incluso más resistente al frío que él, pero Johana había insistido terriblemente en que no lo dejaría salir
Analía se contempló en el espejo esa mañana. Habían pasado un par de semanas, casi un mes, desde que había estado con Salem por primera vez y ya quería ver si se le notaba un poco la barriga, pero era claro que no. Seguía siendo tan plana como de costumbre. — Tardarán unos cuantos meses más en notarse, — le dijo Farid. Analía se bajó el vestido y se ajustó las botas. Quería salir a vigilar que todo estuviera bien, que los invernaderos conservaran el calor adentro para que la comida floreciera, y quería verificar personalmente cómo iba el minado del bosque. — ¿Crees que será correcto contarles a la manada? Contarles que estoy embarazada, — preguntó Analía.Farid se lo pensó por un segundo y luego negó con la cabeza.— No, mi Luna. Creo que no es una buena idea. Algún día tendrán que darse cuenta de que usted no es la luna real de Salem. Y si esto sucede antes de que nazca su criatura... Bueno, no pensemos en eso ahora. —Analía se puso un abrigo para cubrirse del frío y respiró profu
Analía contuvo el aliento cuando sintió la presencia de Salem llegando al lugar. Muchísimas personas de la manada ya se habían congregado alrededor de la entrada del pequeño Palacio. Alexander asomó la cabeza por la ventana y negó. — Son muchos. Se ven muy enojados. Creo que me escaparé por la puerta de atrás para buscar a los vampiros. Esto podría ponerse muy feo — dijo, mirando a Farid.El anciano señaló dónde estaba la salida trasera y, cuando regresó junto a Analía, tenía un gesto tenso. — ¿Qué crees que pase? — preguntó ella — . ¿Crees que la manada me acepte de todas formas? — apretó los puños. — Eso espero. Espero que sí. Solo Salem puede hacerlos entrar en razón, puede mostrarles que no importa si no eres una luna enviada por la diosa, eres la luna que él escogió. Bueno, indirectamente te escogió de forma accidental, pero ahora están bien, ¿no es así? — Farid sostuvo a Analía por las manos — . No solo yo noto la forma en que se miran. Nunca había visto así a Salem, tan enam
Analía se quedó ahí de pie, paralizada. Salem se movía despacio, como arrastrado por una energía que lo unía a la realidad.Sintió un frío en el estómago. La luz de la luna estaba enfocada directamente en la mujer, luego se dividió en dos; el otro se enfocó en Salem, la luz de la luna iluminándolos, creando un camino entre ambos. La nieve que volaba en el aire se vio como una pared de polvo volando a través de la luz.Analía podía sentir lo que sentía Salem. Salem podía sentir cómo el olor de aquella mujer lo atraía. El hombre deseó poder ver para mirarla.Cada fibra de su cuerpo tembló. Ana dio un paso atrás, aterrada, luego volteó a mirar hacia Farid. El hombre estaba incluso más pálido. — ¿Qué está pasando? — le preguntó en un murmuro Analía.El anciano del Consejo negó. — Creo que llegó la pareja destinada de Salem. Es como en las historias de los libros — el hombre parecía anonadado y maravillado, tanto que no prestó atención a Analía.Bajó corriendo las escaleras y sujetó de l
Analía había tenido ese sueño hacía muchas noches: buscaba en el reflejo de la luna en el lago a la diosa. Y entonces, así lo hizo. Tal vez aquello fuera una profecía, una profecía de su agonía y su muerte. El contrato de vida o muerte presionaba tan fuerte en su pecho y en su corazón que Analía ya no lograba discernir la diferencia de si el dolor que sentía y el que la abrumaba era del contrato o del corazón roto que le había dejado Salem. — Salem... — , murmuró Analía.Imaginó que cuando la verdadera Luna de Salem llegara, ella podría despedirse. Ella podría decirle al Alfa que lo amaba y que era lo mejor que le había pasado en la vida. Podría decirle que, a pesar de todo, firmar ese contrato de vida o muerte fue lo mejor que le pudo haber pasado; que, aunque eso ahora le estuviera arrebatando la vida, había sido lo mejor que había tenido en su corta existencia. Pero no, el Alfa ni siquiera la miró. Cuando percibió el olor de su luna verdadera, Analía dejó de existir para él.La vi