3| Unidos.

Analía sintió una extraña sensación de protección con el hombre, a pesar de que era tan alto y tan intimidante. 

En el momento en que entró al bar, todo el mundo contuvo el aliento. 

Cuando recibió la bala por ella, Analía entendió que aquel ser era terriblemente poderoso, y aquello le serviría. 

Había pasado todas esas semanas tratando de huir de su amo para encontrar a su hermano, pero no lo había conseguido. 

Ahora, ahí, en el frío de la nieve, podía hacerlo, podía huir si se quedaba al lado de ese hombre. 

Sabía que podía hacerlo, así que se puso de pie y corrió tras el hombre. 

él bajaba por una pendiente, Analía apoyó mal el pie sobre un trozo de hielo y el tobillo se le dobló con tanta fuerza que escuchó como el hueso se le rompió. 

cayó por la pendiente, su cuerpo consumido por la gravedad, y cuando llegó con el hombre él la atrapó en sus brazos, pero por accidente, Analía golpeó sus labios con los del hombre. la garganta se le llenó de sabor a sangre, luego un fuerte dolor la atravesó en dos.

Fue una agonía que le atravesó el estómago, luego subió al pecho. 

Cuando cerró los ojos en la oscuridad, tuvo un recuerdo, pero no era su recuerdo. Era un recuerdo de sufrimiento. 

Se vio a sí misma en la nieve, llorando, pero no era ella.

Era el recuerdo de alguien más.

 —  Mamá, no me dejes  — gritó una voz en su recuerdo. Era la voz de un niño.

—Eres un monstruo  — dijo una mujer —Y será mejor que mueras aquí.

El dolor se incrementó. 

Una terrible punzada en su cabeza la hizo partirse en dos. 

Podía sentir cómo su cuerpo se llenaba de una energía incontrolable, de un dolor cegante que la paralizó. 

Muy lentamente, el dolor comenzó a ceder. 

Cuando terminó, Analía sintió paz. Pero había algo en su cuerpo. Algo que se le había quedado prendido.

Cuando abrió los ojos, estaba de espaldas en la nieve. El hombre estaba arrodillado. 

Sus ojos rojos tenían lágrimas. Al parecer, también había experimentado el mismo dolor que ella.

 —  ¿Qué sucedió?  — preguntó, pero el dolor en el tobillo la martirizó. 

Las lágrimas brotaron involuntariamente.

— ¡ASH! ¿Qué es esto? — preguntó el hombre mientras sentía que las lágrimas brotaban sin control— ¿QUÉ HICISTE MUJER?…  — el hombre apretó la nieve con tanta fuerza que la convirtió en trozos de piedra — tú dolor, puedo sentirlo — Analía se miró el tobillo, el pie se había doblado en un ángulo extraño, y ¿Podía ese hombre sentir lo que sentía ella?

él se puso de pie.

— Esto fue un grave error, soy el alfa más fuerte en mil años, nadie me había causado dolor y ahora llegas tú y lo causas — Analía sintió la rabia con la que el hombre le habló, la sintió dentro de ella.

La tormenta de nieve comenzaba a llegar al pueblo. 

Los copos se enredaron en el largo y abundante cabello del hombre. 

 —  ¿Quién eres?  — le preguntó.

Analía sintió rabia, pero no era su rabia. Era la rabia del hombre.

 —  ¿Pero cómo puedo sentir lo que estás sintiendo?  — preguntó, aterrada, y comenzó a arrastrarse por la nieve. 

Él se puso de pie, la tomó por el brazo y la levantó.

 —  ¿Dime quién eres realmente y lo que has hecho?  — le dijo.

La mujer también estaba confundida, el dolor la golpeaba y sin querer se golpeó de nuevo el tobillo y el hombre que tenía delante tropezó y casi la tira.

— Solo... Acabo de besarte accidentalmente... 

Por un momento, el hombre pensó en el contrato de vida o muerte, ¿había sido firmado con éxito? Entonces... ¡Esta mujer!

El hombre estiró la mano y le tocó el rostro con las yemas de los dedos.

 —  ¿Eres joven? ¿Qué edad tienes?  — preguntó.

— Veintidós —contestó Analía, con la voz entrecortada.

Cuando el hombre bajó hasta su cuello y tocó el frío metal que le indicaba que era una esclava, su cara se contorsionó.

 —  ¿Eres una esclava?  — murmuró, con la voz apretada. La sujetó con fuerza por el collar y la sacudió —  ¡Eres una esclava!  — dijo con más fuerza.

 — Yo no soy una esclava.

— Pues este collar indica lo contrario, este collar indica que eres una mercancía de este reino que vale solo lo que un par de monedas digan que vales… y firme el contrato de vida o muerte contigo. ¡Firmé el contrato de vida o muerte con una insignificante esclava!

 — No sé de qué estás hablando. ¡SUÉLTAME!

Analía trató de apartarse del hombre. 

Ya no le importaba su ayuda, solo quería huir de ahí. Pero él era extremadamente fuerte y la sostuvo con incluso más fuerza.

 — Pequeña esclava, no tienes ni idea de lo serio que es esto — El hombre se acercó a ella, sus rostros separados apenas por unos centímetros — Eso significa que eres la luna de mi manada. Significa que serás la segunda al mando de los lobos de las Nieves. Tendrás que ir a vivir conmigo, y si rompes este contrato, morirás.

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