Analía sintió una extraña sensación de protección con el hombre, a pesar de que era tan alto y tan intimidante.
En el momento en que entró al bar, todo el mundo contuvo el aliento.
Cuando recibió la bala por ella, Analía entendió que aquel ser era terriblemente poderoso, y aquello le serviría.
Había pasado todas esas semanas tratando de huir de su amo para encontrar a su hermano, pero no lo había conseguido.
Ahora, ahí, en el frío de la nieve, podía hacerlo, podía huir si se quedaba al lado de ese hombre.
Sabía que podía hacerlo, así que se puso de pie y corrió tras el hombre.
él bajaba por una pendiente, Analía apoyó mal el pie sobre un trozo de hielo y el tobillo se le dobló con tanta fuerza que escuchó como el hueso se le rompió.
cayó por la pendiente, su cuerpo consumido por la gravedad, y cuando llegó con el hombre él la atrapó en sus brazos, pero por accidente, Analía golpeó sus labios con los del hombre. la garganta se le llenó de sabor a sangre, luego un fuerte dolor la atravesó en dos.
Fue una agonía que le atravesó el estómago, luego subió al pecho.
Cuando cerró los ojos en la oscuridad, tuvo un recuerdo, pero no era su recuerdo. Era un recuerdo de sufrimiento.
Se vio a sí misma en la nieve, llorando, pero no era ella.
Era el recuerdo de alguien más.
— Mamá, no me dejes — gritó una voz en su recuerdo. Era la voz de un niño.
—Eres un monstruo — dijo una mujer —Y será mejor que mueras aquí.
El dolor se incrementó.
Una terrible punzada en su cabeza la hizo partirse en dos.
Podía sentir cómo su cuerpo se llenaba de una energía incontrolable, de un dolor cegante que la paralizó.
Muy lentamente, el dolor comenzó a ceder.
Cuando terminó, Analía sintió paz. Pero había algo en su cuerpo. Algo que se le había quedado prendido.
Cuando abrió los ojos, estaba de espaldas en la nieve. El hombre estaba arrodillado.
Sus ojos rojos tenían lágrimas. Al parecer, también había experimentado el mismo dolor que ella.
— ¿Qué sucedió? — preguntó, pero el dolor en el tobillo la martirizó.
Las lágrimas brotaron involuntariamente.
— ¡ASH! ¿Qué es esto? — preguntó el hombre mientras sentía que las lágrimas brotaban sin control— ¿QUÉ HICISTE MUJER?… — el hombre apretó la nieve con tanta fuerza que la convirtió en trozos de piedra — tú dolor, puedo sentirlo — Analía se miró el tobillo, el pie se había doblado en un ángulo extraño, y ¿Podía ese hombre sentir lo que sentía ella?
él se puso de pie.
— Esto fue un grave error, soy el alfa más fuerte en mil años, nadie me había causado dolor y ahora llegas tú y lo causas — Analía sintió la rabia con la que el hombre le habló, la sintió dentro de ella.
La tormenta de nieve comenzaba a llegar al pueblo.
Los copos se enredaron en el largo y abundante cabello del hombre.
— ¿Quién eres? — le preguntó.
Analía sintió rabia, pero no era su rabia. Era la rabia del hombre.
— ¿Pero cómo puedo sentir lo que estás sintiendo? — preguntó, aterrada, y comenzó a arrastrarse por la nieve.
Él se puso de pie, la tomó por el brazo y la levantó.
— ¿Dime quién eres realmente y lo que has hecho? — le dijo.
La mujer también estaba confundida, el dolor la golpeaba y sin querer se golpeó de nuevo el tobillo y el hombre que tenía delante tropezó y casi la tira.
— Solo... Acabo de besarte accidentalmente...
Por un momento, el hombre pensó en el contrato de vida o muerte, ¿había sido firmado con éxito? Entonces... ¡Esta mujer!
El hombre estiró la mano y le tocó el rostro con las yemas de los dedos.
— ¿Eres joven? ¿Qué edad tienes? — preguntó.
— Veintidós —contestó Analía, con la voz entrecortada.
Cuando el hombre bajó hasta su cuello y tocó el frío metal que le indicaba que era una esclava, su cara se contorsionó.
— ¿Eres una esclava? — murmuró, con la voz apretada. La sujetó con fuerza por el collar y la sacudió — ¡Eres una esclava! — dijo con más fuerza.
— Yo no soy una esclava.
— Pues este collar indica lo contrario, este collar indica que eres una mercancía de este reino que vale solo lo que un par de monedas digan que vales… y firme el contrato de vida o muerte contigo. ¡Firmé el contrato de vida o muerte con una insignificante esclava!
— No sé de qué estás hablando. ¡SUÉLTAME!
Analía trató de apartarse del hombre.
Ya no le importaba su ayuda, solo quería huir de ahí. Pero él era extremadamente fuerte y la sostuvo con incluso más fuerza.
— Pequeña esclava, no tienes ni idea de lo serio que es esto — El hombre se acercó a ella, sus rostros separados apenas por unos centímetros — Eso significa que eres la luna de mi manada. Significa que serás la segunda al mando de los lobos de las Nieves. Tendrás que ir a vivir conmigo, y si rompes este contrato, morirás.
Analía sintió una extraña mezcla de emociones: las suyas y las del hombre. Ella tenía miedo; él tenía rabia. — ¿Qué significa eso? — preguntó ella. — ¿Me escuchaste bien? — le dijo el hombre — . Ese beso selló un contrato de vida o muerte. Si alguno lo rompe, moriremos.La tomó nuevamente con fuerza y la sujetó por el collar — ¿Y ahora he firmado este contrato con una esclava? — Ya te dije que yo no soy una esclava. — Entonces, ¿qué significa este collar?En ese lugar, los esclavos nacían esclavos, eran tratados como ganado, pero una persona normal no podía volverse un esclavo. — Mi mamá me vendió hace unas semanas junto con mi hermano. — Eso es ilegal — dijo el hombre — . Ningún mercader se atrevería a esclavizar una persona libre por dinero, así que mientes.Esta vez, la rabia que Analía sentía del hombre se hizo suya. Con su mano, le dio una tremenda bofetada al hombre, tan fuerte que lo hizo trastabillar. Cuando cayó el suelo, el tobillo se lastimó y ella gritó de dolo
— ¡Alguna cosas tenemos que hacer! — gritó Salem. Golpeó una pequeña mesa de centro y esta voló varios metros, estrellándose en la pared y rompiéndose en fragmentos — . No voy a permitir que la luna de mi manada sea una esclava. — ¡Yo no soy una esclava! — repitió de nuevo Analía. La rabia del hombre le apretaba el estómago. Ella odiaba sentir esa sensación; podía sentir los sentimientos del hombre y la corrompían.— Y entonces, ¿qué significa el collar en tu cuello? — le preguntó el anciano que tenían enfrente. — Como se lo expliqué a él hace un rato, mi madre me vendió como esclava. Eso es ilegal, pero a veces... — se encogió de hombros — Si yo hubiese sido una esclava de nacimiento, ¿por qué estaría así de lastimada? Mire mi cuello, las heridas están abiertas aún. No me acostumbro a llevarlo porque no nací con él.El anciano se acercó, miró el cuello de Analía y luego bufó: — Estás completamente sana, no sé de qué hablas.Analía se metió los dedos entre el collar y la piel
— ¿Y entonces qué haré cuando llegue la real? — preguntó salem, Analía esperó la respuesta.— Ya veremos — dijo después.El Alfa le dio una última mirada y Analía logró sentir en sus emociones el desprecio que le tenía, y eso la hizo sentir mal y humillada. El anciano caminó hacia un cofre y sacó otra túnica. Se la lanzó a Analía. — Nadie en esta ciudad puede ver tu collar, si lo hacen probablemente te maten.Analía se puso la túnica y la apretó alrededor del cuello para cubrir el collar de esclava. Salió acompañada del anciano y un par de hombres más caminaron a su lado custodiándolos. Llegaron a una calle y luego doblaron por varias esquinas. Analía observaba todo alrededor. La ciudadela era grande, la gente era animada, pero lo que más le aterró fueron los lobos. La ciudad estaba llena de ellos, las calles y las casas estaban diseñadas para que los lobos pudieran entrar y salir. No eran tan grandes como el Alfa, pero sus pelajes eran blancos o casi blancos, todos en unas t
Analía se puso de pie. Ver el rostro pálido del anciano a su lado, le hizo entender que aquella persona no quería nada bueno. Así que se dio la vuelta, tomó con fuerza uno de los martillos que utilizaba el herrero en el lugar y lo sostuvo. — Eso no te salvará, querida — le comentó el hombre, comenzando a caminar hacia ella.Analía pensó que tal vez era un vampiro. No sabía si existían los vampiros, pero si existían los lobos, tal vez podrían existir. Tenía la piel tan blanca y los ojos tan profundos y oscuros que Analía sintió miedo. Le apuntó con el martillo al hombre y lo sostuvo con fuerza. — Aléjate de mí — lo amenazó.De un rápido movimiento, él se acercó a ella y la sujetó por el cuello. Pero ella agarró el martillo y le golpeó el costado. El hombre trastabilló, luego la miró con los ojos abiertos. — ¿Cómo es que una humana puede tener tanta fuerza? — la tomó con fuerza por el collar y la atrajo hacia él — . Dime, ¿qué es lo que quiere Salem contigo? ¿Qué es lo que q
—¡Alfa viene hacia aquí a toda velocidad!Henry lanzó una mirada de pánico momentáneo a la mujer, pero pronto tuvo una idea.Analía sintió la fuerza y la rabia con la que el lobo atravesaba las calles. Pero ella sentía miedo. Miedo por lo que pudiera pasar.El hombre la había agarrado por el collar y la arrastraba por la herrería. Luego, la sacó por la puerta de atrás, tratando de llevársela a escondidas. — No importa a dónde me lleves, él va a encontrarte.Apostó a que el poder del pacto llevaría a Alfa hasta ella. — ¡No! ¡Él no va a encontrarnos! — le gritó el hombre.El otro lobo, o mejor dicho, la otra loba, caminaba tras ellos, alerta ante cualquier ataque — Mi hermano es un idiota. Es impulsivo y torpe. No debió liderarnos y se lo voy a demostrar a todos hoy.Farid caminaba tras ellos, tratando de convencer al hombre de que dejara en paz a Analía, pero cuando él se cansó, le dio un golpe en la nariz tan fuerte que inmediatamente se llenó de sangre. El anciano cayó al suelo
Analía se sintió nuevamente ansiosa y asustada cuando el alfa pronunció aquellas palabras. Él, con la adrenalina aún en el cuerpo, se volteó a mirarla, la tomó con fuerza por la cara y la acercó a él. — Deja de sentir miedo. Yo nunca he sentido miedo, y tu miedo en mi cuerpo me corrompe. Analía estaba tan confundida. Ni siquiera habían pasado dos horas desde que había sellado el contrato de vida o muerte con el hombre, se había convertido en la luna de una manada de personas que se transformaban en lobos y tenía que compartir las emociones con un cascarrabias malhumorado. Aprovechó la rabia que sentía de él y lo empujó. — Déjame en paz.Ella no quería eso, no quería estar ahí. Odiaba esa situación. Lo único que quería era dejar de ser una esclava, escapar y buscar a su hermano lo que era lo único que la motivaba. Así que dio la vuelta y caminó por la calle. Cuando tomó la decisión de irse, cuando pensó en que incluso podría robar la motocicleta de Salem para escapar, sintió u
Analía estaba en su habitación, observando por la ventana cómo la manada comenzaba a disiparse. Aún tenía puesto el bonito vestido con el caballo trenzado y las flores, cuando Farid abrió la puerta y entró. Llevaba tallados enormes y gruesos libros en sus brazos, y los dejó sobre una repisa. — Creo que necesitaré más ropa que esto — le comentó ella.Él asintió. — Claro que sí. En su habitación está todo lo que necesita.Ella lo miró confundida. — ¿Esta no será mi habitación?Él negó con la cabeza. — Por supuesto que no. Tendrá que dormir con el Alfa. Recuerde que nadie debe saber que usted es una luna provisional y, muchísimo menos, nada sobre el contrato de vida o muerte. Eso podría ser peligroso. Salem es el Alfa más fuerte en mil años que ha tenido la Manada de las Nieves. Pero ahora, con usted, es débil. Porque si la matan a usted, él muere también. — Pensé que era si alguno rompía el contrato — dijo Analía — . ¿Si alguno muere, el otro también? — De eso trata este contr
Analía caminó distraídamente por los corredores del palacio. La noche ya había caído y, a través de las ventanas, se podían ver las luces de los faroles que alumbraban. Agnaquela era una ciudad hermosa y grande. Analía nunca había estado en una ciudad, y su primera visita a una era en una ciudad de hombres lobo. Aquello la hizo sentir extraña. Esta ciudad de hombres lobo ahora le pertenecía, ahora era la Luna de todos ellos, y aún no le quedaba claro qué era lo que tenía que hacer.Cuando llegó a la habitación de Salem, el hombre estaba de pie junto a la ventana. Tenía el cabello suelto y estaba sin camisa. Su largo cabello llegaba hasta la mitad de su espalda; era abundante y ondulado. Cuando la miró, sus ojos rojos centellearon, pero Analía entendía que no la miraba, solo había volteado su rostro hacia ella. — ¿A qué huelo? — preguntó y Salem puso cara de confusión. — ¿Qué? — Dijiste que, como no podías ver, tus demás sentidos se agudizaron incluso más que los de un lobo