Analía sintió una extraña mezcla de emociones: las suyas y las del hombre.
Ella tenía miedo; él tenía rabia.
— ¿Qué significa eso? — preguntó ella.
— ¿Me escuchaste bien? — le dijo el hombre — . Ese beso selló un contrato de vida o muerte. Si alguno lo rompe, moriremos.
La tomó nuevamente con fuerza y la sujetó por el collar — ¿Y ahora he firmado este contrato con una esclava?
— Ya te dije que yo no soy una esclava.
— Entonces, ¿qué significa este collar?
En ese lugar, los esclavos nacían esclavos, eran tratados como ganado, pero una persona normal no podía volverse un esclavo.
— Mi mamá me vendió hace unas semanas junto con mi hermano.
— Eso es ilegal — dijo el hombre — . Ningún mercader se atrevería a esclavizar una persona libre por dinero, así que mientes.
Esta vez, la rabia que Analía sentía del hombre se hizo suya.
Con su mano, le dio una tremenda bofetada al hombre, tan fuerte que lo hizo trastabillar.
Cuando cayó el suelo, el tobillo se lastimó y ella gritó de dolor al mismo tiempo que el hombre.
— Eres más fuerte que una persona normal, el hechizo funciona — murmuró, pero Analía no le prestó atención a aquellas palabras.
— Te estoy diciendo la verdad. Si yo fuera una esclava de nacimiento, ¿entonces qué son las heridas debajo del collar? ¡Mírame! — Movió el collar hacia un lado para que el hombre viera la carne lacerada que aún no se había acostumbrado a tenerlo encima — Si yo fuese una esclava de toda la vida, este collar no me haría daño porque estaría acostumbrada a él. ¡Mírame!
Pero el hombre no la miró.
— Es que no puedo — comentó con rabia — . ¿Acaso no ves que soy ciego?
Se volvió hacia ella. Entonces, Analía entendió.
Los ojos rojos del hombre no la miraban directamente a la cara cuando hablaba.
— No puede ser — dio un paso atrás — . Pero... Y la bala — el hombre respiró profundo.
Tenía tanta rabia que Analía no era capaz de desprenderse de ese sentimiento.
Dio un paso al frente.
La agarró por la muñeca y comenzó a arrastrarla por la nieve, a pesar del dolor que ambos experimentaban por el tobillo roto.
— ¿A dónde me llevas, maldito?
— Iremos a Agnaquela. — Analía trató de zafarse, pero no pudo.
— ¿A esa ciudad? No entiendo, ¿por qué es prohibida?
— Pues lo entenderás muy pronto. Tenemos que romper este maldito contrato porque una esclava no será la luna de mi manada.
Hacía un tremendo frío en el lugar, tanto que la nieve amontonada sobre las ramas de los árboles las hacía romper. Pero extrañamente, desde que había besado al hombre, Analía ya no tenía tanto frío.
El dolor comenzó a ceder, él la cargó en sus fuertes brazos, pero ella sintió el asco que sentía por ella.
La mujer se preguntó si en realidad él era ciego.
No usaba un bastón, no usaba la mano para no chocar con los árboles.
Caminaron por un largo rato hasta que llegaron a un pequeño camino.
El camino se abría hacia una carretera donde había una motocicleta.
El hombre se subió y luego, con un poco de violencia, la hizo subir detrás de él.
No tenían casco ni siquiera, y Analía se agarró con fuerza a la chaqueta de cuero que tenía el hombre.
— Mi nombre es Salem — dijo él.
Analía se aferró con fuerza al hombre. A pesar del ruido del viento, logró escucharlo.
— Y yo me llamo Analía.
La carretera se detuvo abruptamente unos 15 minutos después. Analía había escuchado hablar de aquella ciudad, Agnaquela.
Las personas de los pueblos cercanos tenían prohibido el acceso, pero ella nunca entendió por qué.
Había una enorme reja hecha con troncos de madera y púas. Cuando el hombre frenó su moto frente a la reja, los hombres que se asomaron agacharon la cabeza en señal de respeto y abrieron la puerta.
Era una ciudad bonita, construida enteramente en madera, pero era muy grande, más grande de lo que Analía hubiera esperado. Tenía mucha población para estar tan arriba en la montaña.
El hombre dejó su motocicleta frente a una enorme construcción, también hecha en madera, pero tenía al menos varios pisos. Parecía un castillo.
La tomó por la muñeca y la arrastró por las escaleras.
Cuando Analía bajó del aparato, notó que el tobillo ya no le dolía, tal vez no había sido una fractura, pero el hombre no le dio tiempo de pensar en eso.
Adentro había un grupo de hombres ancianos con batas blancas y cinturones de cuero.
— ¿Qué sucede, Salem? — preguntó uno de los hombres.
Él tomó a Analía por la muñeca y la lanzó con fuerza hacia el frente.
Ella perdió el equilibrio y cayó de rodillas frente al anciano. El hombre se agachó y la ayudó a ponerse de pie.
— ¿Qué haces con esta joven, Salem? ¿Por qué trajiste a una esclava?
El hombre comenzó a caminar de lado a lado, estresado. Tomó su largo cabello y lo recogió en una coleta.
— Es tu maldito hechizo, esa m*****a poción, ese contrato de vida o muerte — el hombre, con sus pequeños ojos oscuros, como los de una rata, volteó a mirar con miedo hacia Analía.
— Salem, esto no puede ser. No pudiste haber firmado el contrato con esta esclava.
Salem volteó a mirarlo, sus ojos rojos se intensificaron.
— ¡Fíjate muy bien cómo me estás hablando! — El anciano agachó la cabeza.
— Lo siento mucho, mi Alfa, pero esto no puede ser. No pudo haber firmado el contrato de vida o muerte con una esclava. La manada nunca lo aceptará. Esto será incluso peor que no tener nada. ¿Cómo sucedió?
— Ella me besó — el Alfa la señaló. No la miraba a la cara, pero sabía bien dónde estaba.
— Eso no sucedió así. Me resbalé en el hielo y nuestros labios se juntaron por accidente. Luego, un fuerte dolor me invadió.
El anciano se sujetó la cabeza y caminó de un lado a otro.
— Entonces, ¿es eso? El contrato de vida o muerte se sella con un beso.
— Hubiera sido muy bueno saberlo antes de esto — lo regañó Salem.
— Sí, lo sé, lo siento. Pero es un hechizo prohibido y antiguo. Hay poca información.
— Bien, ahora tenemos que romperlo. Varios de la manada me vieron entrar con ella. En cuanto vieron su collar, no sabes los pensamientos que atravesaron sus cabezas. Si saben que será su nueva luna, me temo una guerra.
El anciano tragó saliva.
— Lo siento, Salem, pero solo hay dos salidas para terminar este contrato. Si alguno lo rompe, ambos morirán. A menos que...
Salem avanzó hacia él, lo tomó por la túnica y lo sacudió.
— ¿A menos que qué? — le preguntó con rabia.
— A menos que alguno de los dos se suicide. Eso sí estaba en el texto de donde saqué el hechizo. Si alguno de los dos se quita la vida a propósito, el otro quedará libre del contrato.
Analía logró sentir la confusión dentro de Salem, pero ella se irguió llena de una energía que no sabía que tenía.
— Pues entonces hay un gran problema. No sé qué significa ser una luna y no sé por qué la supuesta manada no me aceptaría, pero yo no me voy a quitar la vida — sentenció.
— ¡Alguna cosas tenemos que hacer! — gritó Salem. Golpeó una pequeña mesa de centro y esta voló varios metros, estrellándose en la pared y rompiéndose en fragmentos — . No voy a permitir que la luna de mi manada sea una esclava. — ¡Yo no soy una esclava! — repitió de nuevo Analía. La rabia del hombre le apretaba el estómago. Ella odiaba sentir esa sensación; podía sentir los sentimientos del hombre y la corrompían.— Y entonces, ¿qué significa el collar en tu cuello? — le preguntó el anciano que tenían enfrente. — Como se lo expliqué a él hace un rato, mi madre me vendió como esclava. Eso es ilegal, pero a veces... — se encogió de hombros — Si yo hubiese sido una esclava de nacimiento, ¿por qué estaría así de lastimada? Mire mi cuello, las heridas están abiertas aún. No me acostumbro a llevarlo porque no nací con él.El anciano se acercó, miró el cuello de Analía y luego bufó: — Estás completamente sana, no sé de qué hablas.Analía se metió los dedos entre el collar y la piel
— ¿Y entonces qué haré cuando llegue la real? — preguntó salem, Analía esperó la respuesta.— Ya veremos — dijo después.El Alfa le dio una última mirada y Analía logró sentir en sus emociones el desprecio que le tenía, y eso la hizo sentir mal y humillada. El anciano caminó hacia un cofre y sacó otra túnica. Se la lanzó a Analía. — Nadie en esta ciudad puede ver tu collar, si lo hacen probablemente te maten.Analía se puso la túnica y la apretó alrededor del cuello para cubrir el collar de esclava. Salió acompañada del anciano y un par de hombres más caminaron a su lado custodiándolos. Llegaron a una calle y luego doblaron por varias esquinas. Analía observaba todo alrededor. La ciudadela era grande, la gente era animada, pero lo que más le aterró fueron los lobos. La ciudad estaba llena de ellos, las calles y las casas estaban diseñadas para que los lobos pudieran entrar y salir. No eran tan grandes como el Alfa, pero sus pelajes eran blancos o casi blancos, todos en unas t
Analía se puso de pie. Ver el rostro pálido del anciano a su lado, le hizo entender que aquella persona no quería nada bueno. Así que se dio la vuelta, tomó con fuerza uno de los martillos que utilizaba el herrero en el lugar y lo sostuvo. — Eso no te salvará, querida — le comentó el hombre, comenzando a caminar hacia ella.Analía pensó que tal vez era un vampiro. No sabía si existían los vampiros, pero si existían los lobos, tal vez podrían existir. Tenía la piel tan blanca y los ojos tan profundos y oscuros que Analía sintió miedo. Le apuntó con el martillo al hombre y lo sostuvo con fuerza. — Aléjate de mí — lo amenazó.De un rápido movimiento, él se acercó a ella y la sujetó por el cuello. Pero ella agarró el martillo y le golpeó el costado. El hombre trastabilló, luego la miró con los ojos abiertos. — ¿Cómo es que una humana puede tener tanta fuerza? — la tomó con fuerza por el collar y la atrajo hacia él — . Dime, ¿qué es lo que quiere Salem contigo? ¿Qué es lo que q
—¡Alfa viene hacia aquí a toda velocidad!Henry lanzó una mirada de pánico momentáneo a la mujer, pero pronto tuvo una idea.Analía sintió la fuerza y la rabia con la que el lobo atravesaba las calles. Pero ella sentía miedo. Miedo por lo que pudiera pasar.El hombre la había agarrado por el collar y la arrastraba por la herrería. Luego, la sacó por la puerta de atrás, tratando de llevársela a escondidas. — No importa a dónde me lleves, él va a encontrarte.Apostó a que el poder del pacto llevaría a Alfa hasta ella. — ¡No! ¡Él no va a encontrarnos! — le gritó el hombre.El otro lobo, o mejor dicho, la otra loba, caminaba tras ellos, alerta ante cualquier ataque — Mi hermano es un idiota. Es impulsivo y torpe. No debió liderarnos y se lo voy a demostrar a todos hoy.Farid caminaba tras ellos, tratando de convencer al hombre de que dejara en paz a Analía, pero cuando él se cansó, le dio un golpe en la nariz tan fuerte que inmediatamente se llenó de sangre. El anciano cayó al suelo
Analía se sintió nuevamente ansiosa y asustada cuando el alfa pronunció aquellas palabras. Él, con la adrenalina aún en el cuerpo, se volteó a mirarla, la tomó con fuerza por la cara y la acercó a él. — Deja de sentir miedo. Yo nunca he sentido miedo, y tu miedo en mi cuerpo me corrompe. Analía estaba tan confundida. Ni siquiera habían pasado dos horas desde que había sellado el contrato de vida o muerte con el hombre, se había convertido en la luna de una manada de personas que se transformaban en lobos y tenía que compartir las emociones con un cascarrabias malhumorado. Aprovechó la rabia que sentía de él y lo empujó. — Déjame en paz.Ella no quería eso, no quería estar ahí. Odiaba esa situación. Lo único que quería era dejar de ser una esclava, escapar y buscar a su hermano lo que era lo único que la motivaba. Así que dio la vuelta y caminó por la calle. Cuando tomó la decisión de irse, cuando pensó en que incluso podría robar la motocicleta de Salem para escapar, sintió u
Analía estaba en su habitación, observando por la ventana cómo la manada comenzaba a disiparse. Aún tenía puesto el bonito vestido con el caballo trenzado y las flores, cuando Farid abrió la puerta y entró. Llevaba tallados enormes y gruesos libros en sus brazos, y los dejó sobre una repisa. — Creo que necesitaré más ropa que esto — le comentó ella.Él asintió. — Claro que sí. En su habitación está todo lo que necesita.Ella lo miró confundida. — ¿Esta no será mi habitación?Él negó con la cabeza. — Por supuesto que no. Tendrá que dormir con el Alfa. Recuerde que nadie debe saber que usted es una luna provisional y, muchísimo menos, nada sobre el contrato de vida o muerte. Eso podría ser peligroso. Salem es el Alfa más fuerte en mil años que ha tenido la Manada de las Nieves. Pero ahora, con usted, es débil. Porque si la matan a usted, él muere también. — Pensé que era si alguno rompía el contrato — dijo Analía — . ¿Si alguno muere, el otro también? — De eso trata este contr
Analía caminó distraídamente por los corredores del palacio. La noche ya había caído y, a través de las ventanas, se podían ver las luces de los faroles que alumbraban. Agnaquela era una ciudad hermosa y grande. Analía nunca había estado en una ciudad, y su primera visita a una era en una ciudad de hombres lobo. Aquello la hizo sentir extraña. Esta ciudad de hombres lobo ahora le pertenecía, ahora era la Luna de todos ellos, y aún no le quedaba claro qué era lo que tenía que hacer.Cuando llegó a la habitación de Salem, el hombre estaba de pie junto a la ventana. Tenía el cabello suelto y estaba sin camisa. Su largo cabello llegaba hasta la mitad de su espalda; era abundante y ondulado. Cuando la miró, sus ojos rojos centellearon, pero Analía entendía que no la miraba, solo había volteado su rostro hacia ella. — ¿A qué huelo? — preguntó y Salem puso cara de confusión. — ¿Qué? — Dijiste que, como no podías ver, tus demás sentidos se agudizaron incluso más que los de un lobo
Analía aún estaba un poco somnolienta y no entendió completamente las palabras de Farid. Así que se restregó los ojos y lo miró fijamente. — ¿De qué estás hablando? — Hay un gran problema — le dijo el anciano — La están esperando. El Alfa Salem no está en la ciudad; tuvo que salir por asuntos muy importantes. Tiene que venir a solucionar esto.Analía se puso de pie de un salto, con el corazón latiéndole tan fuerte que se mareó. — Pero yo no puedo hacer esto. No sé cómo hacerlo.De repente, el cuerpo se le llenó de frío y comenzó a sudar. Farid la tomó por los hombros y la sacudió. — Yo estaré a su lado. Necesita, por lo menos, escuchar lo que la manada tiene para decir. No pueden sentirse abandonados en este momento, no después de que Salem la presentó como la Luna de esta manada. Tiene que hacerse cargo; de eso se trata ser la Luna.Ella asintió. Ese era el trato que había hecho con Salem: él le ayuda a encontrar a su hermano y ella hacía el papel de Luna. Así que asintió y corri