5| La luna esclava.

— ¡Alguna cosas tenemos que hacer!  — gritó Salem. Golpeó una pequeña mesa de centro y esta voló varios metros, estrellándose en la pared y rompiéndose en fragmentos — . No voy a permitir que la luna de mi manada sea una esclava.

 — ¡Yo no soy una esclava!  — repitió de nuevo Analía. 

La rabia del hombre le apretaba el estómago. 

Ella odiaba sentir esa sensación; podía sentir los sentimientos del hombre y la corrompían.

— Y entonces, ¿qué significa el collar en tu cuello?  — le preguntó el anciano que tenían enfrente.

 — Como se lo expliqué a él hace un rato, mi madre me vendió como esclava. Eso es ilegal, pero a veces...  — se encogió de hombros — Si yo hubiese sido una esclava de nacimiento, ¿por qué estaría así de lastimada? Mire mi cuello, las heridas están abiertas aún. No me acostumbro a llevarlo porque no nací con él.

El anciano se acercó, miró el cuello de Analía y luego bufó:

 — Estás completamente sana, no sé de qué hablas.

Analía se metió los dedos entre el collar y la piel, allí donde las heridas estaban abiertas, y descubrió que estaba completamente sana.

 — No puede ser, hace un rato aún las tenía. ¿Qué está pasando?  — dijo Analía.

 — Tal vez es por el contrato de vida o muerte. Cuando ella me lo dijo hace rato, pude oler las heridas. Mi fuerza la sana, al igual que la fractura en su tobillo; de eso se trata ser mi luna  — explicó Salem.

Analía dio un paso atrás, confundida.

 — ¿Qué es lo que está pasando? ¿Qué significa luna y manada y todo esto?  — preguntó.

Salem dio un paso al frente. Analía vio cómo sus ojos rojos se intensificaron. Luego saltó y, cuando lo hizo, su cuerpo se transformó. 

Ella pudo escuchar el sonido de los huesos moviéndose, su cuerpo creció mientras caía en el aire. 

Todo sucedió muy rápido, pero Analía logró ver cómo la ropa se le rasgaba y un pelaje espeso y blanco como la nieve emergía.

Cuando el hombre cayó al suelo, estaba transformado en un enorme lobo blanco. 

Era tan alto, incluso más alto que un hombre adulto y fuerte. Analía retrocedió y cayó sentada al suelo de la impresión. 

Las manos comenzaron a temblarle, una fuerza poderosa le golpeó la cabeza tan fuerte que ella no pudo impedir que entrara.

 « Soy yo»  dijo una voz en su mente. Era la voz de Salem  «Soy el Alfa de la manada de las nieves en la ciudad de Agnaquela, y tú eres mi luna provisional. Con tu fuerza, que es la mía también, vas a ayudarme a guiar la manada y a frenar la guerra interna que está a punto de explotar»

Analía se puso de pie para tratar de salir corriendo del lugar, pero las puertas estaban cerradas. 

Trató de abrirlas, pero no lo logró. 

Cuando volteó a mirar hacia atrás, el lobo había desaparecido nuevamente y Salem caminaba hacia ella completamente desnudo, aparentemente muy poco incomodado por su desnudez.

 — No tienes escapatoria. Recuerda lo que te dije: si rompes este contrato, es decir, si huyes, te mueres. Estamos unidos.

Analía se recostó en la puerta, aterrada.

 — No quiero hacer esto, no quiero esto  — dijo, pero Salem la tomó por el collar y la trajo hacia él.

 — No es lo que tú quieras, es lo que el contrato demanda. La única forma que tienes para librarte de esto es que te quites tú misma la vida.

Los ojos rojos del hombre eran aterradores. 

Analía sintió un terror profundo. Y entonces notó cómo la expresión severa en el rostro del Alfa se suavizó.

 — Ya no sientas miedo, esa sensación me incomoda.

 — Entonces, ¿tú también puedes sentir lo que yo siento?  — preguntó Analía.

Salem la soltó y caminó hacia el anciano, que tenía una túnica. 

El Alfa se la puso.

 — Necesitamos quitarle el collar antes de que alguien más de la manada la vea. Nadie puede saber que es una esclava.

El anciano avanzó hacia ella y le sostuvo el mentón.

 — Los collares de los esclavos son fuertes, están hechos para que nadie sea capaz de quitarlos. Aquí en Agnaquela tal vez haya un herrero que logre quitarlo. Es el hombre que hace nuestras armaduras para los lobos, él tendrá discreción y no le arrancará la cabeza en el proceso.

 — Bien, llévala allá de inmediato. Una vez le quiten el collar, llama a la manada. Voy a anunciarlo oficialmente como mi luna. 

— Sabes que la manada no puede darse cuenta de que ella es una luna provisional, ¿verdad? Eso crearía un caos incluso más grande — sentenció el anciano — Tienes que presentarla como tu luna, como la real.

 — ¿Y entonces qué haré cuando llegue la real?  — ambos hombres voltearon a mirar hacia Analía.

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