— ¡Alguna cosas tenemos que hacer! — gritó Salem. Golpeó una pequeña mesa de centro y esta voló varios metros, estrellándose en la pared y rompiéndose en fragmentos — . No voy a permitir que la luna de mi manada sea una esclava.
— ¡Yo no soy una esclava! — repitió de nuevo Analía.
La rabia del hombre le apretaba el estómago.
Ella odiaba sentir esa sensación; podía sentir los sentimientos del hombre y la corrompían.
— Y entonces, ¿qué significa el collar en tu cuello? — le preguntó el anciano que tenían enfrente.
— Como se lo expliqué a él hace un rato, mi madre me vendió como esclava. Eso es ilegal, pero a veces... — se encogió de hombros — Si yo hubiese sido una esclava de nacimiento, ¿por qué estaría así de lastimada? Mire mi cuello, las heridas están abiertas aún. No me acostumbro a llevarlo porque no nací con él.
El anciano se acercó, miró el cuello de Analía y luego bufó:
— Estás completamente sana, no sé de qué hablas.
Analía se metió los dedos entre el collar y la piel, allí donde las heridas estaban abiertas, y descubrió que estaba completamente sana.
— No puede ser, hace un rato aún las tenía. ¿Qué está pasando? — dijo Analía.
— Tal vez es por el contrato de vida o muerte. Cuando ella me lo dijo hace rato, pude oler las heridas. Mi fuerza la sana, al igual que la fractura en su tobillo; de eso se trata ser mi luna — explicó Salem.
Analía dio un paso atrás, confundida.
— ¿Qué es lo que está pasando? ¿Qué significa luna y manada y todo esto? — preguntó.
Salem dio un paso al frente. Analía vio cómo sus ojos rojos se intensificaron. Luego saltó y, cuando lo hizo, su cuerpo se transformó.
Ella pudo escuchar el sonido de los huesos moviéndose, su cuerpo creció mientras caía en el aire.
Todo sucedió muy rápido, pero Analía logró ver cómo la ropa se le rasgaba y un pelaje espeso y blanco como la nieve emergía.
Cuando el hombre cayó al suelo, estaba transformado en un enorme lobo blanco.
Era tan alto, incluso más alto que un hombre adulto y fuerte. Analía retrocedió y cayó sentada al suelo de la impresión.
Las manos comenzaron a temblarle, una fuerza poderosa le golpeó la cabeza tan fuerte que ella no pudo impedir que entrara.
« Soy yo» dijo una voz en su mente. Era la voz de Salem «Soy el Alfa de la manada de las nieves en la ciudad de Agnaquela, y tú eres mi luna provisional. Con tu fuerza, que es la mía también, vas a ayudarme a guiar la manada y a frenar la guerra interna que está a punto de explotar»
Analía se puso de pie para tratar de salir corriendo del lugar, pero las puertas estaban cerradas.
Trató de abrirlas, pero no lo logró.
Cuando volteó a mirar hacia atrás, el lobo había desaparecido nuevamente y Salem caminaba hacia ella completamente desnudo, aparentemente muy poco incomodado por su desnudez.
— No tienes escapatoria. Recuerda lo que te dije: si rompes este contrato, es decir, si huyes, te mueres. Estamos unidos.
Analía se recostó en la puerta, aterrada.
— No quiero hacer esto, no quiero esto — dijo, pero Salem la tomó por el collar y la trajo hacia él.
— No es lo que tú quieras, es lo que el contrato demanda. La única forma que tienes para librarte de esto es que te quites tú misma la vida.
Los ojos rojos del hombre eran aterradores.
Analía sintió un terror profundo. Y entonces notó cómo la expresión severa en el rostro del Alfa se suavizó.
— Ya no sientas miedo, esa sensación me incomoda.
— Entonces, ¿tú también puedes sentir lo que yo siento? — preguntó Analía.
Salem la soltó y caminó hacia el anciano, que tenía una túnica.
El Alfa se la puso.
— Necesitamos quitarle el collar antes de que alguien más de la manada la vea. Nadie puede saber que es una esclava.
El anciano avanzó hacia ella y le sostuvo el mentón.
— Los collares de los esclavos son fuertes, están hechos para que nadie sea capaz de quitarlos. Aquí en Agnaquela tal vez haya un herrero que logre quitarlo. Es el hombre que hace nuestras armaduras para los lobos, él tendrá discreción y no le arrancará la cabeza en el proceso.
— Bien, llévala allá de inmediato. Una vez le quiten el collar, llama a la manada. Voy a anunciarlo oficialmente como mi luna.
— Sabes que la manada no puede darse cuenta de que ella es una luna provisional, ¿verdad? Eso crearía un caos incluso más grande — sentenció el anciano — Tienes que presentarla como tu luna, como la real.
— ¿Y entonces qué haré cuando llegue la real? — ambos hombres voltearon a mirar hacia Analía.
— ¿Y entonces qué haré cuando llegue la real? — preguntó salem, Analía esperó la respuesta.— Ya veremos — dijo después.El Alfa le dio una última mirada y Analía logró sentir en sus emociones el desprecio que le tenía, y eso la hizo sentir mal y humillada. El anciano caminó hacia un cofre y sacó otra túnica. Se la lanzó a Analía. — Nadie en esta ciudad puede ver tu collar, si lo hacen probablemente te maten.Analía se puso la túnica y la apretó alrededor del cuello para cubrir el collar de esclava. Salió acompañada del anciano y un par de hombres más caminaron a su lado custodiándolos. Llegaron a una calle y luego doblaron por varias esquinas. Analía observaba todo alrededor. La ciudadela era grande, la gente era animada, pero lo que más le aterró fueron los lobos. La ciudad estaba llena de ellos, las calles y las casas estaban diseñadas para que los lobos pudieran entrar y salir. No eran tan grandes como el Alfa, pero sus pelajes eran blancos o casi blancos, todos en unas t
Analía se puso de pie. Ver el rostro pálido del anciano a su lado, le hizo entender que aquella persona no quería nada bueno. Así que se dio la vuelta, tomó con fuerza uno de los martillos que utilizaba el herrero en el lugar y lo sostuvo. — Eso no te salvará, querida — le comentó el hombre, comenzando a caminar hacia ella.Analía pensó que tal vez era un vampiro. No sabía si existían los vampiros, pero si existían los lobos, tal vez podrían existir. Tenía la piel tan blanca y los ojos tan profundos y oscuros que Analía sintió miedo. Le apuntó con el martillo al hombre y lo sostuvo con fuerza. — Aléjate de mí — lo amenazó.De un rápido movimiento, él se acercó a ella y la sujetó por el cuello. Pero ella agarró el martillo y le golpeó el costado. El hombre trastabilló, luego la miró con los ojos abiertos. — ¿Cómo es que una humana puede tener tanta fuerza? — la tomó con fuerza por el collar y la atrajo hacia él — . Dime, ¿qué es lo que quiere Salem contigo? ¿Qué es lo que q
—¡Alfa viene hacia aquí a toda velocidad!Henry lanzó una mirada de pánico momentáneo a la mujer, pero pronto tuvo una idea.Analía sintió la fuerza y la rabia con la que el lobo atravesaba las calles. Pero ella sentía miedo. Miedo por lo que pudiera pasar.El hombre la había agarrado por el collar y la arrastraba por la herrería. Luego, la sacó por la puerta de atrás, tratando de llevársela a escondidas. — No importa a dónde me lleves, él va a encontrarte.Apostó a que el poder del pacto llevaría a Alfa hasta ella. — ¡No! ¡Él no va a encontrarnos! — le gritó el hombre.El otro lobo, o mejor dicho, la otra loba, caminaba tras ellos, alerta ante cualquier ataque — Mi hermano es un idiota. Es impulsivo y torpe. No debió liderarnos y se lo voy a demostrar a todos hoy.Farid caminaba tras ellos, tratando de convencer al hombre de que dejara en paz a Analía, pero cuando él se cansó, le dio un golpe en la nariz tan fuerte que inmediatamente se llenó de sangre. El anciano cayó al suelo
Analía se sintió nuevamente ansiosa y asustada cuando el alfa pronunció aquellas palabras. Él, con la adrenalina aún en el cuerpo, se volteó a mirarla, la tomó con fuerza por la cara y la acercó a él. — Deja de sentir miedo. Yo nunca he sentido miedo, y tu miedo en mi cuerpo me corrompe. Analía estaba tan confundida. Ni siquiera habían pasado dos horas desde que había sellado el contrato de vida o muerte con el hombre, se había convertido en la luna de una manada de personas que se transformaban en lobos y tenía que compartir las emociones con un cascarrabias malhumorado. Aprovechó la rabia que sentía de él y lo empujó. — Déjame en paz.Ella no quería eso, no quería estar ahí. Odiaba esa situación. Lo único que quería era dejar de ser una esclava, escapar y buscar a su hermano lo que era lo único que la motivaba. Así que dio la vuelta y caminó por la calle. Cuando tomó la decisión de irse, cuando pensó en que incluso podría robar la motocicleta de Salem para escapar, sintió u
Analía estaba en su habitación, observando por la ventana cómo la manada comenzaba a disiparse. Aún tenía puesto el bonito vestido con el caballo trenzado y las flores, cuando Farid abrió la puerta y entró. Llevaba tallados enormes y gruesos libros en sus brazos, y los dejó sobre una repisa. — Creo que necesitaré más ropa que esto — le comentó ella.Él asintió. — Claro que sí. En su habitación está todo lo que necesita.Ella lo miró confundida. — ¿Esta no será mi habitación?Él negó con la cabeza. — Por supuesto que no. Tendrá que dormir con el Alfa. Recuerde que nadie debe saber que usted es una luna provisional y, muchísimo menos, nada sobre el contrato de vida o muerte. Eso podría ser peligroso. Salem es el Alfa más fuerte en mil años que ha tenido la Manada de las Nieves. Pero ahora, con usted, es débil. Porque si la matan a usted, él muere también. — Pensé que era si alguno rompía el contrato — dijo Analía — . ¿Si alguno muere, el otro también? — De eso trata este contr
Analía caminó distraídamente por los corredores del palacio. La noche ya había caído y, a través de las ventanas, se podían ver las luces de los faroles que alumbraban. Agnaquela era una ciudad hermosa y grande. Analía nunca había estado en una ciudad, y su primera visita a una era en una ciudad de hombres lobo. Aquello la hizo sentir extraña. Esta ciudad de hombres lobo ahora le pertenecía, ahora era la Luna de todos ellos, y aún no le quedaba claro qué era lo que tenía que hacer.Cuando llegó a la habitación de Salem, el hombre estaba de pie junto a la ventana. Tenía el cabello suelto y estaba sin camisa. Su largo cabello llegaba hasta la mitad de su espalda; era abundante y ondulado. Cuando la miró, sus ojos rojos centellearon, pero Analía entendía que no la miraba, solo había volteado su rostro hacia ella. — ¿A qué huelo? — preguntó y Salem puso cara de confusión. — ¿Qué? — Dijiste que, como no podías ver, tus demás sentidos se agudizaron incluso más que los de un lobo
Analía aún estaba un poco somnolienta y no entendió completamente las palabras de Farid. Así que se restregó los ojos y lo miró fijamente. — ¿De qué estás hablando? — Hay un gran problema — le dijo el anciano — La están esperando. El Alfa Salem no está en la ciudad; tuvo que salir por asuntos muy importantes. Tiene que venir a solucionar esto.Analía se puso de pie de un salto, con el corazón latiéndole tan fuerte que se mareó. — Pero yo no puedo hacer esto. No sé cómo hacerlo.De repente, el cuerpo se le llenó de frío y comenzó a sudar. Farid la tomó por los hombros y la sacudió. — Yo estaré a su lado. Necesita, por lo menos, escuchar lo que la manada tiene para decir. No pueden sentirse abandonados en este momento, no después de que Salem la presentó como la Luna de esta manada. Tiene que hacerse cargo; de eso se trata ser la Luna.Ella asintió. Ese era el trato que había hecho con Salem: él le ayuda a encontrar a su hermano y ella hacía el papel de Luna. Así que asintió y corri
A Analía le quedó aquella frase en la cabeza: "Será un invierno difícil", había dicho el joven. Tal vez tenía razón; los problemas dentro de la manada no hacían más que incrementarse. Ella lo notaba, completamente y absolutamente. No solo eran los problemas internos por cuestiones como la alimentación, sino también problemas grandes, como lo que ella misma significaba.Cuando llegó nuevamente a la habitación, tenía el corazón acelerado. Era su primera intervención como la Luna de esa manada, y eso le causó una extraña sensación en el cuerpo. Ya no se sentía como ella misma. Pero ella realmente lo disfrutó.El contrato de vida o muerte que había firmado con Salem le otorgaba parte de lo que el hombre era: su fuerza, su carácter, su determinación. Cuando se miró al espejo, no reconoció a la mujer que había iniciado ese año allá en la cabaña de su madre con su hermano. Aunque sufrió humillaciones por parte de la mujer, llevaba una vida tranquila y feliz: cortaba leña en la mañana,