14| El collar.

Analía corrió con rapidez hacia el sobre que Salem había dejado sobre la cama.

Eran fotografías.

Cuando las terminó de sacar, comprobó que era su hermanito. Tenía el cabello corto a los lados y largo arriba, rojo como una zanahoria.

Se veía saludable y feliz; sonreía y no tenía puesto el collar de esclavo.

Ana se sentó en el borde de la cama y los ojos se le llenaron de lágrimas.

Acarició con las yemas de los dedos el rostro de su hermano.

El escenario en el que estaba parecía un bosque.

Lo acompañaba un hombre, pero en la fotografía no se veía su rostro.

Ana levantó la mirada hacia Salem, y él respiró profundo.

— ¿Ese sentimiento qué es? — preguntó el lobo. Ana se encogió de hombros — ¿Es amor?

— ¿Nunca lo has llegado a sentir, pulgoso? — Analía sintió cómo el apodo enfurecía al Alfa, cómo la rabia le crecía en el estómago, pero el lobo se contuvo — Lo siento — murmuró — . ¿Dónde lo encontraste? ¿Por qué no me gustará? ¿En dónde lo encontraste?

Salem se sentó en la mesa fre
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