La malla en la que todos colgaban comenzó a balancearse. Analía pudo sentir el peso de los demás sobre ella, así que utilizó su fuerza para empujarlos un poco, pero estaban todos apretujados, con la espalda de Salem presionando contra su pecho. — Alguien tiene alguna idea — preguntó el Alfa.Alexander estiró la mano y agarró una de las cuerdas. Era el que estaba más arriba de todos y trató de romperla. — Es muy fuerte, no parece hecha de algo normal. — Es cuerda normal — les dijo Kerr — pero no se rompe. — ¿Y si nos transformamos? — preguntó Barry. — No creo que sea buena idea — dijo Analía — . Si la cuerda no se rompe y algunos se transforman, nos aplastará a los demás. — Entonces, ¿qué hacemos? — preguntó Oliver. El niño estaba en la parte de arriba junto con Alexander, que lo rodeó por los hombros. — Creo que tendremos que bajar y tratar de desanudar la cuerda.La malla en forma de red tenía agujeros pequeños, pero lo suficientemente grandes como para que Oliver pudiera inte
Analía sentía que podía demoler un tanque, que incluso siendo humana, con un solo salto podría alcanzar diez metros de altura. Se regeneraba rápido, su fuerza era tan grande como nunca imaginó algún día poder llegar a tenerla. Pero ahí, de pie frente a su padre, cuando le temblaron las rodillas, se sintió débil, se sintió vulnerable, como aquella niña inocente que esperaba cada fin del mes para poder verlo, para poder estar entre sus brazos y abrazarlo, y sentirse protegida.Se sintió tan vulnerable como esa niña que era golpeada por su madre, que pasaba hambre en invierno y que trabajaba incansablemente en las demás estaciones para intentar sobrevivir el clima frío.Bael abrió los ojos, los ojos claros que Analía tanto había extrañado. El Alfa de Oklahoma recortó la distancia que los separaba y Analía, instintivamente, tomó al pequeño Oliver y lo puso en su espalda, como si aquel hombre los atacara, como si es que el hombre intentara hacerles daño, instintivamente lo protegió.Bael a
Analía vio cómo Salem estaba visiblemente más calmado. El anuncio de Bael de que la manada de Oklahoma les ayudaría fue un alivio para el Alfa de las Nieves, pero Analía ciertamente no entendía por qué. Las Hojas era una ciudad muy pequeña, incluso más pequeña que muchos de los pueblos que rodeaban a Agnaquela. Analía no se imaginó cómo una manada tan pequeña podría ayudarlos a derrotar a tantos Reyes Cuervo. De todas formas, Salem parecía un poco aliviado. — Muchas gracias por su ayuda — le dijo Salem — . Espero no sonar irrespetuoso, pero me gustaría saber cómo pueden ayudarnos.Bael sonrió, constantemente desviando su atención de Salem hacia Bastian, porque sabía que Analía estaba ahí detrás de él, detrás del transformista, ocultándose.No quería que la viera vulnerable. Ni siquiera se había sentido capaz de apartar la frente de la espalda del vampiro, y de no ser porque Salem estaba ocupado en esa negociación, ella hubiese corrido hacia él y lo hubiera abrazado. Evelyn estaba u
La cabaña que les asignaron era grande, construida hace cientos de años y llena de historia. Aunque apenas tenía dos pisos, abarcaba gran parte de la pequeñísima ciudad de Las Hojas. Cuando Analía entró en la habitación que le dieron, sintió un deseo abrumador de lanzarse a la cama y dormir, deseando no despertar jamás. Eso parecía lo más fácil.En el baño había agua caliente, y Analía se dio una larguísima ducha. Las gotas de agua caliente se deslizaron por su cuerpo, y ella permaneció allí más de una hora, masajeándose el cabello con un champú extraño que venía en una fibra de coco, mientras extendía su conciencia hacia su hijo.Comenzaba a notarlo diferente. Aquella pequeña flama de vida se sentía más fuerte y comenzaba a percibir sonidos, sobre todo la voz de Analía. Cada vez que ella hablaba, su pequeño ser se sobrecogía ligeramente. Por ello, Analía prometió tener más cuidado con las palabras que decía y con las emociones que transmitía al decirlas. Sabía que, si él podía escuch
El hombre la miró de los pies a la cabeza y sonrió con tristeza. Analía se sintió un poco incómoda. — ¿Cómo puede ser? — le dijo él — . Te pareces tanto a tu madre.Analía se sentó en la mesa, al otro lado de él, queriendo hacerlo lo más alejada posible. — ¿Te refieres a la mujer que me golpeaba todo el tiempo? — le preguntó ella.Él le apartó la mirada, avergonzado. — De verdad lo siento por eso, Analía. No sabes lo mal que me siento por eso. Pero ella no es tu madre.Ana apretó los puños por encima de la mesa. — Era evidente que no lo es — le dijo ella— . Fue la única mujer que accedió a hacerme este gran favor: el favor de criarlos, de cuidarlos. — Entonces no lo hizo muy bien — le interrumpió a Bael— . Yo no sabía que te golpeaba, que los golpeaba, pero los mantuvo vivos todos estos años.— Por favor, quiero que resumas lo que vienes a contarme. Sea lo que sea, no justifica que nos hubieses abandonado de esa forma. Ella nos vendió mientras tú estabas aquí siendo siendo el A
Analía había dicho decididamente que sí, pero mientras salía de la casa y caminaba por la pequeña aldea de Las Hojas, ya no se sintió tan segura de aquello.Tenía solo unas horas de haberse enterado de que tenía una hermana, una media hermana, y aquello le llenó de miedo y de incertidumbre. ¿Cómo sería? ¿Qué carácter tendría? En la vida, no había tenido mucha suerte con las mujeres que la rodeaban. Su madre la golpeaba, nunca había tenido una amiga, Evelyn también la odiaba. La única persona a la que podría considerar una amiga era Johana, aunque era incluso mucho mayor que ella.Así que sus manos comenzaron a sudar y, tensa, se las limpió en el pantalón. Pero Bael, a su lado, le apoyó la mano en el hombro, y aquella calidez la reconfortó un poco. — No te preocupes — le dijo — Hannah está ansiosa por encontrarse contigo. — Yo no la recuerdo — le dijo Analía — , ¿porque hiciste que la gente del Bosque me borrara los recuerdos de mi vida aquí?Bael apartó nuevamente la mano. — Yo sol
Alexander estaba sentado en el alféizar de la ventana, observando las luces de la aldea que se colaban por el vidrio. Cerró los ojos y en la oscuridad de sus párpados encontró a su madre, con las pupilas dilatadas, de pie junto a Stephan, presa de una maldición. Su padre en la cárcel, su abuelo prófugo.Se apoyó las manos en la cara y lloró. Se sentía tan estúpidamente solo, tan vacío, tan impotente. Bastian no estaba ahí para consolarlo. El transformista se había comportado frío y distante, y aquello no hizo más que incrementar el malestar en Alexander.Se acostó en la cama y lo único que quería era quedarse dormido, no pensar, no recordar, pero le fue imposible conciliar el sueño. Ni siquiera había querido comer, a pesar de que habían tenido que alimentarse a pan y agua durante varios días en su viaje hacia Oklahoma, pero no le importaba nada. Tal vez fuese mejor que muriera de inanición; de todas formas, nadie lo extrañaría.Alguien tocó a la puerta, pero Alexander ni siquiera cont
La pequeña Mía se bajó del mueble y caminó hacia Analía. Le tendió una pequeña rosa blanca, y Ana se arrodilló a su lado. — Qué linda eres, Mía — le dijo, acariciando su mejilla con el dorso de la mano. La niña sonrió mirando a su madre. — Pasemos a la mesa — dijo Hannah. — Tenemos mucho de qué hablar — .El rato que pasaron sentados en la mesa fue muy agradable. Hannah era una mujer fuerte de carácter, pero tenía un alma tan pura y tan noble que sobrecogió a Analía todo el tiempo.Le contó historias de las cosas que habían hecho cuando eran niñas: la vez que hicieron pasteles de barro y los lanzaron a la ventana, o cuando se escaparon al lago siendo apenas unas niñas. Analía escuchó estas historias con nostalgia y tristeza. Quería seguir sintiendo rencor hacia su padre por haberla privado de aquellos bonitos recuerdos, pero no pudo hacerlo. Ya no podía sentir más rabia por el hombre, no después de ver el gesto de dolor constante que tenía mientras su otra hija contaba las maravi