El hombre se acercó a Salem con la copa en la mano, él no podía verla, pero percibió el olor ácido y ferroso de la sangre en ella. Estiró la mano y el anciano la dejó sobre su palma.
Salem la bebió de un trago, era amarga, lo peor que hubiera probado en la vida.
— ¿Cómo funciona? — preguntó después de beberla, pero ninguno de los presentes contestó. Salem se metió en sus mentes con la voluntad que le daba ser el alfa — ¡¿Cómo es que nadie lo sabe?! — gritó lanzando la copa al suelo que se rompió.
— No, señor. Este hechizo es antiguo, mucho, no sabemos cómo funciona, esperamos que él mismo lo guíe. Lo único que sabemos es que, sea cual sea la mujer que escoja, se convertirá en la Luna provisional de nuestra manada, y lo ayudará a dirigir Agnaquela y a los lobos de la nieve, pero a un costo muy alto. Por eso se llama contrato de vida o muerte, si alguno lo rompe, morirán.
— Si no sé como funciona el hechizo, ¿Cómo sabré a qué mujer escoger y cómo hacerlo después? — Salem se puso de pie y caminó por la habitación. Aunque no podía ver, sabía bien dónde estaba cada mueble.
— No lo sé señor, pero es la única opción. El contrato de vida o muerte salvará a nuestra manada, a costa de la vida de la mujer que escoja, así que escoja bien.
***
El destino de Analía se selló con dos golpes que ataron el collar a su cuello, el collar que significaba que ahora era una esclava.
Era de metal, pesado, cuando levantó la mirada hacia su madre el collar le impidió mover bien el cuello.
— Mamá, ¡Por favor! — suplicó, pero la puerta se cerró marcando así su nueva vida. A su lado, en la carreta de al lado, su hermanito Oliver lloraba al sentir el peso del collar — Vendeme a mí, pero deja a mi hermanito, ¡Sabes que no sobrevivirá a la esclavitud! — le suplicó a la mujer, pero ella recibió las pieles, las frutas y las provisiones para sobrevivir al invierno y entró a la casa cerrando la puerta sin mirar atrás.
— Ahora eres una esclava de este reino — le dijo su amo — no hablaras si no se te ordena, no harás nada si no se te ordena y serás azotada si no cumples una orden — el hombre siguió leyéndole sus nuevos derechos, pero Analía no le prestó atención, estiró la mano hacia su hermanito y él hizo lo mismo.
Cada uno en una carreta diferente, con un dueño diferente.
El niño tenía el cabello rojizo como una zanahoria, eran muy pocos con ese color, así que Analía lo encontraría fácil.
— ¡Te prometo que te encontraré! — le gritó a su hermano, las lágrimas le impedían ver — escaparemos de aquí y haremos una cabaña en el bosque, como en nuestro sueño.
— ¡Analía! — gritó el niño cuando su carreta se movió.
— ¡Oliver! — Analía estiró la mano, agarró a su nuevo amo por el cuello de la camisa para golpearlo y robarle las llaves, pero el hombre la tomó por el cuello y la golpeó con tanta fuerza que su mundo se sumió en la oscuridad.
Cuando despertó, su hermano ya no estaba.
«Te encontraré» Se prometió «Aunque sea lo último que haga en mi vida»
Salem entró al bar por puro instinto. Caminaba por entre la nieve, percibiendo lo que sucedía a su alrededor. Estaba estresado y agobiado. La manada era terca, fiel a sus creencias. Necesitaba una luna, fuese como fuese, para aplacar las rebeliones internas que comenzaban a forjarse. Era una manada increíblemente grande y Salem a veces sentía que se le salía de control. Pero hacía una semana había bebido del contrato de vida o muerte y aún no sabía qué debía hacer para encontrar una luna provisional.Cuando entró al bar, todas las personas presentes se volvieron hacia él. Salem no podía verlos, pero podía sentirlos, podía escucharlos, olfatearlos. Había al menos una decena de personas. Aunque no podía ver, aquello nunca había sido un obstáculo en su vida. Sus demás sentidos estaban tan desarrollados que todo a su alrededor era tan palpable y vívido como si lo viera. Se sentó en una banca y pidió una cerveza. Cuando se la dejaron frente a él, le dio dos largos tragos. — ¿Ne…
Analía sintió una extraña sensación de protección con el hombre, a pesar de que era tan alto y tan intimidante. En el momento en que entró al bar, todo el mundo contuvo el aliento. Cuando recibió la bala por ella, Analía entendió que aquel ser era terriblemente poderoso, y aquello le serviría. Había pasado todas esas semanas tratando de huir de su amo para encontrar a su hermano, pero no lo había conseguido. Ahora, ahí, en el frío de la nieve, podía hacerlo, podía huir si se quedaba al lado de ese hombre. Sabía que podía hacerlo, así que se puso de pie y corrió tras el hombre. él bajaba por una pendiente, Analía apoyó mal el pie sobre un trozo de hielo y el tobillo se le dobló con tanta fuerza que escuchó como el hueso se le rompió. cayó por la pendiente, su cuerpo consumido por la gravedad, y cuando llegó con el hombre él la atrapó en sus brazos, pero por accidente, Analía golpeó sus labios con los del hombre. la garganta se le llenó de sabor a sangre, luego un fuerte dolor la
Analía sintió una extraña mezcla de emociones: las suyas y las del hombre. Ella tenía miedo; él tenía rabia. — ¿Qué significa eso? — preguntó ella. — ¿Me escuchaste bien? — le dijo el hombre — . Ese beso selló un contrato de vida o muerte. Si alguno lo rompe, moriremos.La tomó nuevamente con fuerza y la sujetó por el collar — ¿Y ahora he firmado este contrato con una esclava? — Ya te dije que yo no soy una esclava. — Entonces, ¿qué significa este collar?En ese lugar, los esclavos nacían esclavos, eran tratados como ganado, pero una persona normal no podía volverse un esclavo. — Mi mamá me vendió hace unas semanas junto con mi hermano. — Eso es ilegal — dijo el hombre — . Ningún mercader se atrevería a esclavizar una persona libre por dinero, así que mientes.Esta vez, la rabia que Analía sentía del hombre se hizo suya. Con su mano, le dio una tremenda bofetada al hombre, tan fuerte que lo hizo trastabillar. Cuando cayó el suelo, el tobillo se lastimó y ella gritó de dolo
— ¡Alguna cosas tenemos que hacer! — gritó Salem. Golpeó una pequeña mesa de centro y esta voló varios metros, estrellándose en la pared y rompiéndose en fragmentos — . No voy a permitir que la luna de mi manada sea una esclava. — ¡Yo no soy una esclava! — repitió de nuevo Analía. La rabia del hombre le apretaba el estómago. Ella odiaba sentir esa sensación; podía sentir los sentimientos del hombre y la corrompían.— Y entonces, ¿qué significa el collar en tu cuello? — le preguntó el anciano que tenían enfrente. — Como se lo expliqué a él hace un rato, mi madre me vendió como esclava. Eso es ilegal, pero a veces... — se encogió de hombros — Si yo hubiese sido una esclava de nacimiento, ¿por qué estaría así de lastimada? Mire mi cuello, las heridas están abiertas aún. No me acostumbro a llevarlo porque no nací con él.El anciano se acercó, miró el cuello de Analía y luego bufó: — Estás completamente sana, no sé de qué hablas.Analía se metió los dedos entre el collar y la piel
— ¿Y entonces qué haré cuando llegue la real? — preguntó salem, Analía esperó la respuesta.— Ya veremos — dijo después.El Alfa le dio una última mirada y Analía logró sentir en sus emociones el desprecio que le tenía, y eso la hizo sentir mal y humillada. El anciano caminó hacia un cofre y sacó otra túnica. Se la lanzó a Analía. — Nadie en esta ciudad puede ver tu collar, si lo hacen probablemente te maten.Analía se puso la túnica y la apretó alrededor del cuello para cubrir el collar de esclava. Salió acompañada del anciano y un par de hombres más caminaron a su lado custodiándolos. Llegaron a una calle y luego doblaron por varias esquinas. Analía observaba todo alrededor. La ciudadela era grande, la gente era animada, pero lo que más le aterró fueron los lobos. La ciudad estaba llena de ellos, las calles y las casas estaban diseñadas para que los lobos pudieran entrar y salir. No eran tan grandes como el Alfa, pero sus pelajes eran blancos o casi blancos, todos en unas t
Analía se puso de pie. Ver el rostro pálido del anciano a su lado, le hizo entender que aquella persona no quería nada bueno. Así que se dio la vuelta, tomó con fuerza uno de los martillos que utilizaba el herrero en el lugar y lo sostuvo. — Eso no te salvará, querida — le comentó el hombre, comenzando a caminar hacia ella.Analía pensó que tal vez era un vampiro. No sabía si existían los vampiros, pero si existían los lobos, tal vez podrían existir. Tenía la piel tan blanca y los ojos tan profundos y oscuros que Analía sintió miedo. Le apuntó con el martillo al hombre y lo sostuvo con fuerza. — Aléjate de mí — lo amenazó.De un rápido movimiento, él se acercó a ella y la sujetó por el cuello. Pero ella agarró el martillo y le golpeó el costado. El hombre trastabilló, luego la miró con los ojos abiertos. — ¿Cómo es que una humana puede tener tanta fuerza? — la tomó con fuerza por el collar y la atrajo hacia él — . Dime, ¿qué es lo que quiere Salem contigo? ¿Qué es lo que q
—¡Alfa viene hacia aquí a toda velocidad!Henry lanzó una mirada de pánico momentáneo a la mujer, pero pronto tuvo una idea.Analía sintió la fuerza y la rabia con la que el lobo atravesaba las calles. Pero ella sentía miedo. Miedo por lo que pudiera pasar.El hombre la había agarrado por el collar y la arrastraba por la herrería. Luego, la sacó por la puerta de atrás, tratando de llevársela a escondidas. — No importa a dónde me lleves, él va a encontrarte.Apostó a que el poder del pacto llevaría a Alfa hasta ella. — ¡No! ¡Él no va a encontrarnos! — le gritó el hombre.El otro lobo, o mejor dicho, la otra loba, caminaba tras ellos, alerta ante cualquier ataque — Mi hermano es un idiota. Es impulsivo y torpe. No debió liderarnos y se lo voy a demostrar a todos hoy.Farid caminaba tras ellos, tratando de convencer al hombre de que dejara en paz a Analía, pero cuando él se cansó, le dio un golpe en la nariz tan fuerte que inmediatamente se llenó de sangre. El anciano cayó al suelo
Analía se sintió nuevamente ansiosa y asustada cuando el alfa pronunció aquellas palabras. Él, con la adrenalina aún en el cuerpo, se volteó a mirarla, la tomó con fuerza por la cara y la acercó a él. — Deja de sentir miedo. Yo nunca he sentido miedo, y tu miedo en mi cuerpo me corrompe. Analía estaba tan confundida. Ni siquiera habían pasado dos horas desde que había sellado el contrato de vida o muerte con el hombre, se había convertido en la luna de una manada de personas que se transformaban en lobos y tenía que compartir las emociones con un cascarrabias malhumorado. Aprovechó la rabia que sentía de él y lo empujó. — Déjame en paz.Ella no quería eso, no quería estar ahí. Odiaba esa situación. Lo único que quería era dejar de ser una esclava, escapar y buscar a su hermano lo que era lo único que la motivaba. Así que dio la vuelta y caminó por la calle. Cuando tomó la decisión de irse, cuando pensó en que incluso podría robar la motocicleta de Salem para escapar, sintió u