Cambio de etiqueta en el próximo capitulo "SIN DIRECCIÓN". Mañana ULTIMO CAPITULO DEL MES. Se volverá a actualizar COMPLÁCEME Y DETRÚYEME, a partir del 1 de JULIO. Querid@ lector@ sigue leyendo esta historia, y gracias por el gran apoyo.
—Es positivo, señorita Ricci —dijo la doctora con una gran sonrisa—. La prueba de sangre dice que tienes poco menos de un mes. ¡Felicidades! Comencé a juguetear con mis manos para no soltar nuevas lágrimas. Había ido allí con la esperanza de obtener un resultado diferente, uno negativo. —¿Está segura? —insistí forzando una sonrisa temblorosa—. Un mes es muy poco tiempo, puede que sea un error. Pero ella negó, aun sonriéndome. —Ahora se puede detectar un embarazo a las pocas semanas. La prueba es segura. Estás embarazada. Su última frase rompió toda mi compostura, las lágrimas rodaron por mi rostro. Sentí una fuerte opresión en el pecho. Isabel tenía razón, mi vida ya comenzaba a complicarse todavía más. —¿Estás bien? —inquirió la doctora con preocupación—. ¿No te alegra? Negue repetidas veces a la vez que me ponía en pie. —No es eso, es solo... Es que ha sido demasiado repentino. Estoy abrumada, eso es todo. Hice ademán de querer marcharme, sin embargo, cuando estaba
Con la vista clavada en el piso, suspiré profundamente, más confundida que antes. Las dulces palabras en la fotografía estaban en desacuerdo con los egoístas actos de mi hermana. —Livy, el señor está aquí. Alcé rápidamente la cabeza. Y en cuanto lo hice, me topé con la intensa mirada ámbar del señor Demián. Me observaba desde la puerta con unos ojos rebosantes de abrasante deseo, pero también de evidente alivio. Igual que sí estuviera satisfecho de verme en casa. Oculté la fotografía bajo el sofá antes de ponerme en pie e ir hacia él. Sin embargo, cuando llegué a su lado e intenté abrazarlo, no me lo permitió. —Madame, hoy y durante todo el fin de semana, prescindiré de sus servicios —dijo sin inflexiones en la voz y sin apartar sus ojos, cada vez más fríos, de los míos—. Mad la espera fuera. Salga ahora. En cuanto Madame dejó la casa, el señor Demián me tomó bruscamente del brazo y me arrastró hasta la ducha del dormitorio. Sin soltarme abrió las llaves del agua, y después me
Sin dejar de abrazarme, me llevó hasta una de las paredes de cristal, arrinconándome en ella. Allí me besó en los labios con desesperación, a la vez que sus dedos descendían hábilmente por mis caderas, hasta colarse entre mis piernas. Gemí en su boca cuando hizo mi ropa interior a un lado e introdujo un dedo en mi interior. —Parece que me deseas tanto cómo yo a ti —musitó con una pequeña sonrisa. Enterré los dedos en su húmedo cabello y jadeé con fuerza, mientras sentía la caricia de su pulgar en mi clítoris. —Mi señor... Sin dejar de penetrarme con su largo dedo, sus labios abandonaron los míos y descendieron despacio por mi mandíbula, a lo largo de mi cuello, hasta alcanzar mi clavícula. Eché la cabeza hacia atrás y cerré los ojos, comenzando a vislumbrar mi orgasmo en la lejanía. No obstante, de repente sus movimientos se detuvieron y yo volví a la tierra. Abrí los parpados y lo miré con mala cara. Mis labios se fruncieron en un puchero. —Te has vuelto realmente exigente
Permanecí indecisa en las escaleras, preguntándome sí subir o no. Quería saber qué hablaban o hacían. Pero al final volví a la sala y me senté en ella a esperar. Los dos volvieron a bajar media hora después, y parecían haber discutido, ya que Gisel salió de la casa sin siquiera mirarme. —¿Desayunaste? La pregunta del señor Demián fue casi exigente. Sonaba un poco molesto. —Lo hice —contesté recogiendo las piernas bajo el mentón. Lo sentí acercarse, y un instante después, se arrodilló a mi lado. Su mirada recorrió mi vestimenta y se volvió suave, inusualmente amable. —Lo siento, Lizbeth, debo ausentarme. Parte de mi disgusto desapareció al momento. —¿Se irá? ¿A dónde? ¿Cuándo volverá? Él vaciló brevemente. Era la primera vez que se mostraba indeciso. —Será por hoy y mañana. Estaré aquí el lunes. Pensaba desaparecer. ¿Se iba con Gisel? No lo parecía. ¿A dónde Katerin? Debía averiguarlo. —¿Puedo acompañarlo? —le solté por puro impulso. Esperaba una negativa inmedia
Apenas crucé la puerta, unos brazos delgados que conocía muy bien me envolvieron por completo. —¡Isabel! —exclamé abrazándome a ella. Isabel era la sombra que me había saludado minutos antes. —Livy, me preocupaba que tuvieran algún percance en el camino. Gracias a Dios estás aquí. Al alejarse, vi que tenía los ojos ligeramente húmedos. Le sonreí en un intento por tranquilizarla. —No te preocupes, puedes volver con tu jefe —dijo mirando a Mad—. Yo llevaré a Livy a su habitación. Mad vaciló un poco, pero después asintió y dando media vuelta, volvió a salir de la casa. Isabel tomó mi maleta y me guio hasta la segunda planta, pude oír voces femeninas y risas salir de una de las habitaciones, pero pasamos de largo y entramos en un amplio dormitorio. Dos de sus muros eran de madera de roble, y los otros dos, de cristal tintado, igual a los de casa. Isabel dejó la maleta en la amplia cama matrimonial y aseguró la puerta. —Deberías comenzar a vestirte. —¿Por qué? Ella rodó lo
Apenas quedé sola, me vi rodeada por una horda de mujeres, todas vestidas con llamativos vestidos largos; algunos incluso más reveladores que el mío. Y no tardé en ver lo que Isabel había querido decir. —Tú debes ser el más reciente capricho del señor Daniels —dijo una, pude notar la envidia en su voz. —Siendo una prostituta, no pensé que serías tan joven —añadió otra con malicia y celos. —Dicen que te compró a Odisea apenas te vio, ¿es verdad? —¿Es cierto que le entregaste tu virginidad, y que desde entonces no se ha separado de ti? De repente el suelo bajo mis pies comenzó a moverse. Sentí la falta de aire en mis pulmones. Noté el sudor helado bañar mi frente. —Livy, ¿qué ocurre? —era la voz lejana de Isabel. Trastabillé en medio de esa pequeña concurrencia, a punto de perder el conocimiento. Pero, afortunadamente, Isabel alcanzó a estabilizarme y me ayudó a sentarme en el frio cuero de un sillón individual. Inspiré profundamente y cerré los parpados, oyendo los cuchi
Volví a la habitación con la intención de pensar y calmarme. Pero, cuando apenas habían trascurrido pocos minutos, la puerta se volvió a abrir y el señor Demián entró. Por un eterno segundo nos miramos fijamente, yo con los ojos algo llorosos, y él con un abrasador fuego oscureciendo su mirada. No dijo nada, ni tampoco me dio la oportunidad de decirle algo, sino que se abalanzó sobre mí. Me tomó por las caderas y me pegó rudamente a su pelvis. Me besó casi con hambre, hasta impedirme respirar. Yo enredé mis dedos en su alborotado cabello y dejé que me guiará hasta la cama. Al llegar a ella, me hizo recostarme y mordiéndome el labio inferior una última vez, descendió por mí abdomen hasta llegar a mis piernas. Sentí sus dedos acariciarme por encima de las bragas rojas y, después, el sonido de la tela al ser desgarrada. —Córrete para mí, Lizbeth —murmuró muy cerca de mí entrepierna. Contuve un jadeó y apreté los dientes con fuerza. Él me tomó por los muslos y me hizo separar l
Cuando bajé a la sala para reunirme con él, descubrí que sus socios y acompañantes ya se estaban yendo. Fuera, los autos negros salían uno tras otro. Afortunadamente, Isabel aún seguía allí. —Livy, no quería irme sin despedirme de ti —dijo abrazándome con fuerza. A su lado, el hombre que la había consolado por la noche, me saludó con una amable sonrisa. —Tú debes ser Lizbeth, la novedosa adoración de mi socio más importante. El señor Demián rodó los ojos, pero no dijo nada. Me separé de Isabel para poder estrechar su mano. —Es un gusto —dije con una sonrisa. Se formaron algunas líneas alrededor de sus ojos cuando amplio su sonrisa. —Ahora veo por qué está tan hipnotizado por ti —comentó—, eres cómo un rayo de sol en nuestro gris mundo. Mi sonrisa vaciló brevemente. Miré de reojo al señor Demián, pero él mantuvo su mirada fija en su socio. —Creo que tu coche te espera, Roland. Roland liberó mi mano y dio un paso atrás sin dejar de sonreír. Nos miró a ambos. —Tienes