DULCES LATIDOS
Cuando bajé a la sala para reunirme con él, descubrí que sus socios y acompañantes ya se estaban yendo. Fuera, los autos negros salían uno tras otro. Afortunadamente, Isabel aún seguía allí.

—Livy, no quería irme sin despedirme de ti —dijo abrazándome con fuerza.

A su lado, el hombre que la había consolado por la noche, me saludó con una amable sonrisa.

—Tú debes ser Lizbeth, la novedosa adoración de mi socio más importante.

El señor Demián rodó los ojos, pero no dijo nada. Me separé de Isabel para poder estrechar su mano.

—Es un gusto —dije con una sonrisa.

Se formaron algunas líneas alrededor de sus ojos cuando amplio su sonrisa.

—Ahora veo por qué está tan hipnotizado por ti —comentó—, eres cómo un rayo de sol en nuestro gris mundo.

Mi sonrisa vaciló brevemente. Miré de reojo al señor Demián, pero él mantuvo su mirada fija en su socio.

—Creo que tu coche te espera, Roland.

Roland liberó mi mano y dio un paso atrás sin dejar de sonreír. Nos miró a ambos.

—Tienes
Tatty G.H

Mañana PELIGROSAS UNIONES Gracias por seguir Compláceme y Destrúyeme.

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