Mientras me sentaba a almorzar sola en el comedor, volví a pensar en las palabras de Abril: “... Ahora que ya has visto que tu amado esposo no es ni la mitad de bueno de lo que pensabas, y que el señor Daniels no tiene ni la mitad de la culpa por tu desaparición, creo que podrás decidir …” Yo no estaba tan segura de eso. Porque, ahora, en lugar de respuestas, tenía más dudas acerca de ese día, acerca del señor Daniel y, sobretodo, acerca de quién era mi esposo. ¿Por qué había recatado a la mujer de un mafioso, una prostituta de burdel? No lo entendía, sí había ido allí a destruir a la mafia asociada a Odisea, ¿por qué me había salvado? —Pareces distraída. Parpadeé un par de veces antes de dirigir la mirada hacía donde venía su voz. Había estado tan sumergida en mis pensamientos que no le había oído llegar. —¿Por qué esa expresión? —preguntó acercándose. Lentamente me levanté de la mesa. —Yo... no... Guardé silencio cuando sorpresivamente me abrazó después de quitarse
¿Conocerme desde mucho antes? ¿Incluso antes del enfrentamiento entre mafias? —No... no entiendo —musité con voz temblorosa. Pero él no me dio una respuesta, solo sentí sus dedos tomar el dobladillo de mi vestido y comenzar a subirlo lentamente por mis muslos. Aun con la situación, mi cuerpo reaccionó a su tacto estremeciéndose de anticipación. —Si te pido dejar esta fastidiosa conversación para mañana, ¿estarás de acuerdo? —inquirió seductoramente, tirándome del cabello con la fuerza suficiente para hacerme ladear el cuello. Apreté los dientes al sentir su aliento rozar mi piel. —N-no. Yo no... no puedo esperar... Lo escuché gruñir, de repente juguetón. Aunque, aun noté algo de fría insensibilidad emanando de cada toque, caricia y palabra. —En ese caso, ¿podemos hablar mientras lo hacemos? —propuso cuando sus dedos me subieron el vestido hasta la cintura. Pasó un dedo frío por mi obligo, antes de bajar un poco más... Di un respingo cuando de repente tiró suavemente de
¿Una prostituta problemática? ¿Un rumor esparcido por lo bajo de la ciudad? —Decían que ella hermosa e increíblemente pura, totalmente hechizante, y que había salido de una popular cadena de burdeles manejados por la mafia —suspiró contra mis labios, arremetiendo suavemente y mirando con atención los cambios en mi expresión—. Decían que en un tiempo record logró cegar al poderoso hombre a quién servía, a su “Señor”. ¿Te sueña todo eso, cariño? Gemí cerrando los ojos con fuerza, intentando no perder la cabeza a causa de las fuertes sensaciones que me estaba provocando. Y mientras lo hacía, otro recuerdo emergió desde lo profundo de mi subconsciente: “… Por favor, Demián, ¿no me digas que estás furioso por qué estuve a punto de tomar a esa pequeña...? —Cierra la boca. —Esa chiquilla es una perra, créeme. Antes de que nos interrumpieras, ella estaba feliz de chupármela, me suplicaba que me enterrara en su dulce y estrecho... Cerré las manos en puños, estremeciéndome hasta lo
Al final, Sebastián no había respondido mi pregunta: ¿Por qué me salvaste? Y mucho menos: ¿Por qué hiciste todo eso? Al final, solo se había divertido conmigo, y a la mañana siguiente, se comportó como siempre. Cómo sí él y sus actos no fuesen un misterio para mí, cómo si no tuviésemos una conversación pendiente, cómo si no importara todo lo que había descubierto acerca de él. Al final, sí se había aprovechado de mi incapacidad para pensar y solo me había usado para saciar su apetito sexual. Qué tonta fui al seguirle el juego y aceptar hablar mientras teníamos relaciones. —Vamos. Su voz amable y algo burlona, me hizo dejar de fruncir el ceño y salir del Moserati. —Sigues enfadada —no lo preguntó, solo fue un comentario acompañado de una reprimida sonrisita. Fruncí los labios. —Este es un coctel importante —dijo y me arregló el collar de perlas en el cuello. Suspiró con nostalgia—. Es en motivo del aniversario de fallecimiento de mi padre. No me gustaría verte disgustada, al me
“... Al ver su cara, mi boca se abrió ligeramente. Realmente era hermosa, su delgado rostro era pálido y sus labios sumamente rojos, pero su cabello era brillantemente dorado y largo, que equilibraba muy bien su apariencia. —Oh, vaya —sonrió de repente—. Así que los rumores de los vecinos son ciertos. Madame (el ama de llaves de la casa) abrió la boca para hablar, pero con un gesto de mano la guapa mujer la hizo callar. Sin despegar sus ojos de los míos, se levantó del sillón dónde estaba entada y comenzó a acercarse a mí. —¿Cómo te llamas, niña? —quiso saber, a pesar de que parecía tener apenas pocos años más que yo. Además de bonita, tenía una espectacular figura curvilínea; figura que resaltaba bajo un ajustado vestido blanco de escote profundo y mangas largas, tan elegante como ella. —Liz... Livy Ricci —le contesté y retrocedí un paso cuando tomó un mechón de mi cabello entre sus finos dedos. Mi titubeante respuesta la hizo ampliar su sonrisa, pero esta se volvió agr
—Evelyn, hoy te ves maravillosa. Más que nunca. Mi vestido lo había escogido expresamente Sebastián, solo para esa ocasión luctuosa y a la vez festiva: era un vestido largo de seda, de un profundo negro, sin mangas y con un elegante escote de corazón. Era lo más formal y distinguido que había usado hasta el momento. —Estás preciosa esta noche, Livy. Perfecta. Tragué fuerte, sin saber sí aceptar su cumplido o no. Y aunque no quería, esas dulces palabras que me dedicó despertaron otro recuerdo de esa vida juntos: “... Le sonreí y él no dudo en ir a mi encuentro. —¿Quién eres? —inquirió tomando mi mano, enfundada en un largo guante negro. Me besó el hombro y yo acerqué mis labios a su oído. Con esos tacones tan altos, casi estaba a su altura. —¿Qué... le parece? —susurré con voz seductora, mientras todos a nuestro alrededor murmuraban sobre mi aspecto, sobre quién era yo, sobre el señor Demián. Pero, para mi sorpresa, mi tono seductor le hizo soltar una divertida risita.
“… No creí que llegaría a enamorarme de ti, Lizbeth —musitó inclinándose hacia mí. Me besó muy despacio, atrapando mis labios con los suyos, jugando con mi lengua. Al mismo tiempo, sus manos acariciaron mis piernas y subieron poco a poco, hasta alcanzar la zona sensible entre mis muslos. Jadeé en su boca y elevé la pelvis hacia él, deseosa de llegar más lejos. Mi impaciencia le hizo sonreír. —Prometo ser amable. Presionó mi clítoris con el dedo pulgar, yo tensé las piernas alrededor de sus caderas y me abracé a él tanto cómo pude. —Te amo, Lizbeth Ricci...” Todavía escuchando el eco de sus últimas palabras, apreté los labios y lo obligué a soltarme. Nada de eso era correcto; yo no podía estar con él. Y mucho menos irme con él. Simplemente, no podía. —Livy... —musitó intentando tocarme de nuevo. Pero yo retrocedí. Él me confundía. —Será mejor que te vayas. Sí la prensa deja el evento y nos ven aquí juntos... —aparté la mirada y dejé el resto en el aire. Al princip
Hacerse de la suerte... O nacer siendo suertuda. Solo hay de dos. Excepto por... Crecer sin una pizca de gloria divina. Con ojos anegados de lágrimas, miré mi reflejo en el espejo del baño... Yo, con el uniforme de la escuela lleno de manchas de polvo y suciedad; aun cuando esa mañana había salido de casa luciendo impecable... Yo, con el rizado cabello color salmón hecho un desastre y repleto de hojas secas, aun cuando apenas me lo había teñido el día anterior; y todo porque estúpidamente pensé que a mi hermana le encantaría verme destacar por primera vez en mi vida, ver los tonos rojizos y naranjas en mi cabello... Yo, con los labios resecos y partidos, a pesar del brillo labial que había elegido para ese importante día... Y finalmente, yo, parada frente a un espejo roto en un sucio baño, mirando las letras escritas con lápiz labial, que decían: ¿Buscas servicios sexuales baratos? ¡He aquí a Livy, fácil y económica! ¡¡Su hermana y ella se ofertan para tríos!! Un sol