Te invito a leer Señorita Negro, ya disponible en AMAZÓN (en tabla blanda y digital) ¡Y FISICO POR BUSCALIBRE, Y FORMATO FISICO PARA COLOMBIA! Señorita Negro, por tatty G.H. "Sí pudieras cambiar tu pasado a cambio de ti mismo, ¿lo harías? Esto es lo que Alessa le ofrece a Joyce a cambio de sí mismo. Siendo una chica de apenas 17 años, demasiado astuta para ser confiable y con un pasado que esconde misterios sombríos, Alessa no cree necesitar nada más allá de sí misma. Su carácter firme la hace pensar en la soledad como una vida a la que este destinada; sin embargo, esta idea dará un vuelco cuando conozca a Joyce. Ella buscará obtener algo de emoción a través de él. Y él, un escape que lo libre de sus errores". ¿Crees que las personas malas también merecen finales felices?
Tamborileé los dedos sobre la mesa, impaciente y ansiosa. Esa mañana, un empleado de la torre le había comunicado a Sebastián un mensaje por parte de Abril. Ella le dijo que se celebraría en ese mismo hotel una importante cena con la CEO de una empresa de infraestructura, y que él debía asistir cómo CEO de su empresa y en ausencia de Marco (quién hasta entonces manejaba el negocio en representación de Sebastián). Saber que Abril estaría allí, me ponía muy insegura. —¿Todo bien? —inquirió Sebastián y apretó mi mano suavemente. Forcé una sonrisa. Esa era una cena importante, así que se había puesto un traje de etiqueta negro con una corbata plateada; se veía muy guapo, demasiado para sentirme más confiada. —Sebastián, a mí me... Callé de golpe cuando miré a Abril acercarse. Su vestido negro era largo y entallado, de cuello largo sobre hombros descubiertos, y con una caída que resaltaba muy bien sus curvas. Al llegar a la mesa, esbozó una profesional sonrisa carente de vida.
Gisel Keller no me dijo nada más, solo se marchó sonriendo. Yo permanecí allí un rato más, y cuando volví a la mesa, tanto Gisel como Abril ya se estaban despidiendo. Miré a la Ceo con intriga mientras ella me daba la mano. —Fue un gran placer conocerte, Evelyn Isfel. No le contesté, pero esto a ella no pareció molestarle. —Espero que podamos reunirnos mientras esté aquí —agregó, aunque Sebastián frunció el entrecejo en señal de desacuerdo—. Sería un desperdicio no salir a beber un trago juntas. Cuando ella se marchó, Abril solo me hizo un gesto de despedida. Pero sus ojos se posaron sobre Sebastián por un momento, lo miró con intensidad, y a pesar de que él no reaccionó a su gesto, ella le sonrió antes de irse. Puede que él ya no la amara, pero ella a él sí. Eso era muy obvio, y a Abril no le importaba demostrarlo. Apenas Sebastián y yo nos quedamos a solas, me volví a sentar. Él permaneció de pie, pensativo. Al parecer, la mujer Ceo le preocupaba tanto cómo a mí. —¿Qu
Tal cual Gisel me había dicho, pocos días más tarde, mientras Sebastián se encontraba fuera, yo recibí una invitación dorada. Y junto a ella, una pequeña caja roja. Al abrirla, descubrí que se trataba de un antifaz negro de piel, con pequeñas orejas felinas y aspecto provocativo. El accesorio también era de su parte. ... A tu protector marido seguro le agradara verte cómo solías ser. Y yo te daré esa pieza final, para que al fin te conozcas, y será increíble, Ricci... ¿Ese antifaz era la pieza que me había prometido? ¿Eso me haría conocerme al fín? No pude saberlo. Cuando Sebastián regresó y cenamos en la cama, no le comenté nada del antifaz, pero sí sobre la invitación de la mascarada que Gisel organizaría pronto. Aunque, él ya parecía estar al tanto. —Esta mañana llegó su socio principal, su ex prometido. Con la cabeza sobre su regazo, jugueteé con la sortija de matrimonio en su dedo. Si Gisel no había logrado casarse, ¿por qué invitaba a su prometido a un simple asunto
Lo miré un momento, confundida y algo nerviosa. Él me miraba con una expresión que rebasaba la simple impresión; era absoluta incredulidad. —Yo... —balbuceé, incómoda por la situación—. Yo no... —¡Oh, Demián! —exclamó de pronto la suave voz de Gisel—. Veo que has conocido a la señora Isfel. Él hombre volteó a verla mientras ella se acercaba a nosotros. Yo aproveché esa distracción para alejarme un par de pasos de él. Tenía el aspecto de un matón, alguien que podría aplastarme como un insecto. —¿“Señora... Isfel”? —inquirió confuso, cuando Gisel se posicionó a su lado. Ella nos sonrió abiertamente. Luego me señaló con un gesto. —Así es, ella es Evelyn Isfel. Esposa del Ceo del que te hablé, quién será nuestro próximo socio —me miró, sonriente y amable—. ¿No crees que es una joven encantadora? ¡Me encanta su cabello rojizo, es maravilloso!El hombre me miró de nuevo a través de un antifaz rojo sangre. Su piel era blanca, y contrastaba demasiado con lo oscuro de su cabello. ¿Él era
Con una vista maravillosa a la ciudad nocturna, Sebastián cerró las puertas del balcón del segundo piso, y sonriendo me tomó por los muslos. Me hizo sentarme sobre la delgada barandilla. A mis espaldas, coches entraban y dejaban la residencia. —Me gustas, Livy Ricci —declaró, jadeando contra mis labios—. Y vestida así, no sabes cuanto tuve que contenerme para no arrancarte la ropa. No tienes idea de lo dura que me la pones. Sonriendo como una tonta, anclé mis piernas a sus caderas y lo atraje aún más hacía mí, hasta que todo espacio entre ambos desapareció. Pude sentir su erecto miembro presionar mi pelvis. —Ámame, Sebastián... —murmuré en voz baja, meciéndome suavemente contra él, provocando que gruñera y me apretará contra sí—. Hazme tuya hasta que no quede nada de mí. Solo deseo eso. Con una mano sujetándome firmemente, coló una mano entre nuestros cuerpos. Pude sentir cómo se bajaba el cierre del pantalón. Y sentí más claramente cuando guio su miembro hacía mí, con el
¿Podría el socio y ex prometido de Gisel Keller, haber tenido algo que ver conmigo cuando yo era una prostituta? ¿Por eso ella parecía odiarme? ¿Por eso su compromiso estaba roto? El solo pensarlo me hizo sentir nauseas. Yo no pude haber sido ese tipo de mujer, me dije camino a casa en el Moserati. Yo jamás me relacionaría con alguien comprometido. Yo no soy así. Esa noche, Sebastián me llevó hasta la Suite, y después de darme un suave beso de despedida, regresó a la fiesta. Yo me senté en la sala y decidí esperarlo hasta que volviera, sin embargo, en algún punto de la noche caí dormida. ...—¿Irme con usted? ¿Por qué haría algo así? —me escuché preguntar... En mi sueño, estaba de rodillas frente a alguien, pero no podía verle el rostro. Solo podía escucharle. Era la misma voz que en mis recuerdos anteriores, alguien a quien yo llamaba “mi señor. ...—Dime qué prefieres: pagar tu descomunal deuda aquí, siendo follada durante años por varios hombres hasta el cansancio. Hombre
La expresión triunfadora de Abril lo decía todo. Ellos habían estado juntos la noche anterior. Sebastián le había marcado el cuello y ella me lo restregaba. ¿Esta es la razón por la que se ha comportado así toda la mañana? ¿Por eso me ve con culpa y remordimiento? No lo pensé más, solo me levanté y salí de allí. Mientras abandonaba la oficina, escuché a Sebastián maldecir y también ponerse de pie. Pero yo no me sentía capaz de enfrentarlo todavía, así que antes que me siguiera, tomé las escaleras y subí corriendo. No paré hasta terminar en la azotea del edificio. El viento helado me golpeó en el rostro apenas abrí la puerta, helándome las mejillas y aturdiéndome un poco; aunque también funcionó para despejarme la mente. Sebastián estuvo con Abril anoche, reconocí con dolor. Aun cuando me aseguró que ella ya no le interesaba, estuvo con ella. … Livy, aunque no te ame, prometo estar contigo y cuidar de ti hasta que ya no me necesites … Es cierto, me dije suspirando y tragán
Los neumáticos de Moserati chillaron cuando Sebastián frenó a un palmo del elevador en el estacionamiento subterráneo. No me había llenado a la Suite de la torre, sino directo al penhouse en el hotel. Con una furiosa expresión que rayaba la locura, bajó del auto y abrió la puerta de pasajeros. Intentó sacarme. —¡Déjame! —chillé haciéndome un ovillo en el asiento—. ¡No quiero ir a ningún lado contigo! ¡No así! Él me apretó la muñeca. —¿Intentas llamar la atención de todo el personal del hotel? —siseó tirando de mí—. Bien, inténtalo y verás qué pasa. Desafíame. Zafé mi mano de su agarre y me pegué a la puerta contraria, alejándome lo más posible de él. Estreché mis llorosos ojos a la vez que Sebastián apretaba los dientes con clara rabia. —¿Crees que tienes derecho a enfadarte conmigo? —repliqué con el labio inferior tembloroso y el vestido a punto de revelar mi ropa interior—. ¡¿Crees que no lo sé?! ¡¿Crees que no sé qué estuviste con Abril anoche?! ¡Y aun así te comportas