Gracias por leer y seguir COMPLÁCEME Y DESTRÚYEME, así como su segunda parte MIÉNTEME Y ÁMAME. Mañana subiré los capítulos restantes de esta segunda parte, a fin de sincronizar ambas historias y que avancen al mismo ritmo. Gracias por la preferencia y continúa disfrutando esta historia. ¿A quién elegirá Livy?
Tal cual Gisel me había dicho, pocos días más tarde, mientras Sebastián se encontraba fuera, yo recibí una invitación dorada. Y junto a ella, una pequeña caja roja. Al abrirla, descubrí que se trataba de un antifaz negro de piel, con pequeñas orejas felinas y aspecto provocativo. El accesorio también era de su parte. ... A tu protector marido seguro le agradara verte cómo solías ser. Y yo te daré esa pieza final, para que al fin te conozcas, y será increíble, Ricci... ¿Ese antifaz era la pieza que me había prometido? ¿Eso me haría conocerme al fín? No pude saberlo. Cuando Sebastián regresó y cenamos en la cama, no le comenté nada del antifaz, pero sí sobre la invitación de la mascarada que Gisel organizaría pronto. Aunque, él ya parecía estar al tanto. —Esta mañana llegó su socio principal, su ex prometido. Con la cabeza sobre su regazo, jugueteé con la sortija de matrimonio en su dedo. Si Gisel no había logrado casarse, ¿por qué invitaba a su prometido a un simple asunto
Lo miré un momento, confundida y algo nerviosa. Él me miraba con una expresión que rebasaba la simple impresión; era absoluta incredulidad. —Yo... —balbuceé, incómoda por la situación—. Yo no... —¡Oh, Demián! —exclamó de pronto la suave voz de Gisel—. Veo que has conocido a la señora Isfel. Él hombre volteó a verla mientras ella se acercaba a nosotros. Yo aproveché esa distracción para alejarme un par de pasos de él. Tenía el aspecto de un matón, alguien que podría aplastarme como un insecto. —¿“Señora... Isfel”? —inquirió confuso, cuando Gisel se posicionó a su lado. Ella nos sonrió abiertamente. Luego me señaló con un gesto. —Así es, ella es Evelyn Isfel. Esposa del Ceo del que te hablé, quién será nuestro próximo socio —me miró, sonriente y amable—. ¿No crees que es una joven encantadora? ¡Me encanta su cabello rojizo, es maravilloso!El hombre me miró de nuevo a través de un antifaz rojo sangre. Su piel era blanca, y contrastaba demasiado con lo oscuro de su cabello. ¿Él era
Con una vista maravillosa a la ciudad nocturna, Sebastián cerró las puertas del balcón del segundo piso, y sonriendo me tomó por los muslos. Me hizo sentarme sobre la delgada barandilla. A mis espaldas, coches entraban y dejaban la residencia. —Me gustas, Livy Ricci —declaró, jadeando contra mis labios—. Y vestida así, no sabes cuanto tuve que contenerme para no arrancarte la ropa. No tienes idea de lo dura que me la pones. Sonriendo como una tonta, anclé mis piernas a sus caderas y lo atraje aún más hacía mí, hasta que todo espacio entre ambos desapareció. Pude sentir su erecto miembro presionar mi pelvis. —Ámame, Sebastián... —murmuré en voz baja, meciéndome suavemente contra él, provocando que gruñera y me apretará contra sí—. Hazme tuya hasta que no quede nada de mí. Solo deseo eso. Con una mano sujetándome firmemente, coló una mano entre nuestros cuerpos. Pude sentir cómo se bajaba el cierre del pantalón. Y sentí más claramente cuando guio su miembro hacía mí, con el
¿Podría el socio y ex prometido de Gisel Keller, haber tenido algo que ver conmigo cuando yo era una prostituta? ¿Por eso ella parecía odiarme? ¿Por eso su compromiso estaba roto? El solo pensarlo me hizo sentir nauseas. Yo no pude haber sido ese tipo de mujer, me dije camino a casa en el Moserati. Yo jamás me relacionaría con alguien comprometido. Yo no soy así. Esa noche, Sebastián me llevó hasta la Suite, y después de darme un suave beso de despedida, regresó a la fiesta. Yo me senté en la sala y decidí esperarlo hasta que volviera, sin embargo, en algún punto de la noche caí dormida. ...—¿Irme con usted? ¿Por qué haría algo así? —me escuché preguntar... En mi sueño, estaba de rodillas frente a alguien, pero no podía verle el rostro. Solo podía escucharle. Era la misma voz que en mis recuerdos anteriores, alguien a quien yo llamaba “mi señor. ...—Dime qué prefieres: pagar tu descomunal deuda aquí, siendo follada durante años por varios hombres hasta el cansancio. Hombre
La expresión triunfadora de Abril lo decía todo. Ellos habían estado juntos la noche anterior. Sebastián le había marcado el cuello y ella me lo restregaba. ¿Esta es la razón por la que se ha comportado así toda la mañana? ¿Por eso me ve con culpa y remordimiento? No lo pensé más, solo me levanté y salí de allí. Mientras abandonaba la oficina, escuché a Sebastián maldecir y también ponerse de pie. Pero yo no me sentía capaz de enfrentarlo todavía, así que antes que me siguiera, tomé las escaleras y subí corriendo. No paré hasta terminar en la azotea del edificio. El viento helado me golpeó en el rostro apenas abrí la puerta, helándome las mejillas y aturdiéndome un poco; aunque también funcionó para despejarme la mente. Sebastián estuvo con Abril anoche, reconocí con dolor. Aun cuando me aseguró que ella ya no le interesaba, estuvo con ella. … Livy, aunque no te ame, prometo estar contigo y cuidar de ti hasta que ya no me necesites … Es cierto, me dije suspirando y tragán
Los neumáticos de Moserati chillaron cuando Sebastián frenó a un palmo del elevador en el estacionamiento subterráneo. No me había llenado a la Suite de la torre, sino directo al penhouse en el hotel. Con una furiosa expresión que rayaba la locura, bajó del auto y abrió la puerta de pasajeros. Intentó sacarme. —¡Déjame! —chillé haciéndome un ovillo en el asiento—. ¡No quiero ir a ningún lado contigo! ¡No así! Él me apretó la muñeca. —¿Intentas llamar la atención de todo el personal del hotel? —siseó tirando de mí—. Bien, inténtalo y verás qué pasa. Desafíame. Zafé mi mano de su agarre y me pegué a la puerta contraria, alejándome lo más posible de él. Estreché mis llorosos ojos a la vez que Sebastián apretaba los dientes con clara rabia. —¿Crees que tienes derecho a enfadarte conmigo? —repliqué con el labio inferior tembloroso y el vestido a punto de revelar mi ropa interior—. ¡¿Crees que no lo sé?! ¡¿Crees que no sé qué estuviste con Abril anoche?! ¡Y aun así te comportas
—¿Desquitarme contigo? —musitó acariciando la línea de mi mandíbula con la punta de su nariz—. ¿Estás segura de querer eso? Esta vez no puedo prometer que vaya a gustarte. Con esfuerzo inspiré hondo, con el corazón en un puño. Sí iba a ser solo para su placer, ¿qué tal duro sería conmigo? —Estoy.... segura. Al instante, Sebastián se irguió sobre mí y alejó la mano de mi garganta. Yo al fin pude respirar un poco. —Aun sí terminas odiándome más de lo que ya lo haces... —yo no te odio, deseé decirle—, recuerda tus palabras, Evelyn. Esbozando una sonrisa maligna, tomó mi pierna derecha por el tobillo y después de plantar un brusco beso en la cara interna de mi muslo, la colocó en el respaldo del asiento; separando mis piernas al límite. Mirándome a los ojos con desafío, se posicionó entre mis muslos de un empujón, acoplando su cuerpo perfectamente al mío. Preparándose para lo que iba a hacerme. Sin consideración me destrozó las panties y arrojo sus restos en la parte delantera del
Aunque me esforzaba, me fue imposible no hundir el rostro en el asiento y gritar entre lloriqueos. Escuchaba el golpe de su piel contra mi trasero, sentía sus dedos clavarse en mis glúteos y sujetarme contra su pelvis. Me dolían las rodillas y mi corazón estaba a punto de explotar. Sentía un creciente placer centrándose en mi bajo vientre, aumentando y aumentando conforme su miembro me penetraba frenéticamente enrojeciéndome la piel con sus bruscas embestidas y empujando mi cabeza contra la puerta del auto. Y cuando mis gemidos se volvieron más intentos y mi espalda se arqueó, a punto de correrme... Sebastián salió de mi interior y tiró de un extremo de su corbata. Jadeando por la falta de oxígeno, me llevé una mano a la garganta y tosí. Él apoyó el pecho sobre mi espalda y me besó justo en la nuca. —¿De nuevo intentas lo mismo? —suspiró y arremetió con fuerza una vez, clavándome su miembro por completo hasta que solté un grito acompañado de unas cuantas lágrimas—. Te lo dije, er