AGRESIVOS PLACERES

Con una vista maravillosa a la ciudad nocturna, Sebastián cerró las puertas del balcón del segundo piso, y sonriendo me tomó por los muslos.

Me hizo sentarme sobre la delgada barandilla. A mis espaldas, coches entraban y dejaban la residencia.

—Me gustas, Livy Ricci —declaró, jadeando contra mis labios—. Y vestida así, no sabes cuanto tuve que contenerme para no arrancarte la ropa. No tienes idea de lo dura que me la pones.

Sonriendo como una tonta, anclé mis piernas a sus caderas y lo atraje aún más hacía mí, hasta que todo espacio entre ambos desapareció. Pude sentir su erecto miembro presionar mi pelvis.

—Ámame, Sebastián... —murmuré en voz baja, meciéndome suavemente contra él, provocando que gruñera y me apretará contra sí—. Hazme tuya hasta que no quede nada de mí. Solo deseo eso.

Con una mano sujetándome firmemente, coló una mano entre nuestros cuerpos. Pude sentir cómo se bajaba el cierre del pantalón.

Y sentí más claramente cuando guio su miembro hacía mí, con el
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