¿Te gustan las novelas Young Adult, el romance, las historias juveniles con trasfondos interesantes? Te invito a leer Señorita Negro, ya disponible en AMAZÓN Y PRONTO POR BUSCALIBRE Y EN FORMATO FISICO. Señorita Negro, por tatty G.H. Sí alguien te ofreciera cambiar tu pasado a cambio de ti mismo, ¿aceptarías? Alessa es una chica oscura en una historia romántica.
Me senté sobre la cama con los ojos bien abiertos, cubriéndome el cuerpo con las sábanas de satín. Acababa de despertar, pero sentía que algo en mí era diferente, que algo había cambiado durante la noche. Hice una mueca y entrecerré los ojos, me dolía mucho la cabeza, casi tanto como la primera vez que desperté en esa cama. Y, extrañamente, tenía un tirante dolor en los muslos... Pero más extraño fue ver lo que había a los pies de la cama; era la chaqueta de Sebastián, junto a la camisa que llevaba puesta el día anterior. ¿Su ropa? Me dije frunciendo la frente. ¿Por qué su ropa está aquí en ...? En una milésima de segundo, millones y millones de recuerdos vividos invadieron por completo mi cabeza: eran caricias, besos, sonidos que me ruborizaron y voces acompañadas de... Cerré los ojos y me cubrí la cara con las manos, avergonzada hasta el alma. —Tal vez es impresión mía, pero luces arrepentida —dijo Sebastián de pronto. Había entrado a la habitación sin previo aviso, que d
Unos pocos días despues de reunirnos con Isaac, Sebastián hizo sus maletas y se marchó, diciendo que tenía una cita urgente con un cliente. Mientras desde la terraza lo veía subir a su lujoso Moserati italiano e irse, me pregunté sí ese “cliente” se trataba de una persona que pronto moriría gracias a él. Aun no me atrevía a preguntarle el porqué se dedicaba a algo tan cruel, teniendo una vida perfecta. Me asustaba qué diría. Me asustaba descubrir esa parte de su vida. Con un suspiró dejé la terraza y después de vagar por todo el penhouse y sus tantas habitaciones, terminé en la piscina. Era tan extensa cómo un pequeño lago, pero a 50 pisos del suelo, con una vista panorámica de toda la ciudad. Si que es una vida perfecta, casi irrealista, pensé entrando en el agua tibia con todo y ropa. Con una vida así, ¿qué busca Sebastián siendo un asesino? ¿Por qué lo hace...? —Estabas embarazada. Su comentario me provocó un dolor tan repentino, que dejé de moverme y estuve a punto de aho
Aun conmigo sirviéndole de apoyo, a Sebastián le costó mucho moverse. Su cuerpo estaba lleno de golpes; podía ver algunos moretones sobresalir bajo su camisa entreabierta. Y cuando intenté llevarlo hasta su recamara, tiró de mí y trastabilló por el corredor de la planta baja, hasta que llegamos a la piscina. Allí me soltó y cómo sí estuviese borracho, se dirigió al agua al tiempo que se arrancaba la camisa. Cuando la arrojó al suelo, pude ver con horror heridas sangrantes y profundos cortes marcar su piel; estaban a lo largo de todo su abdomen, espalda y pecho. ¿Cómo se había hecho tanto daño sí solo se había marchado un día? ¿A dónde había ido para terminar así? —Se- Sebastián, quizás debería traer a un doct... —No —me cortó con gravedad—. Te lo prohíbo. —Pero... —¡Dije que no! Incapaz de hacer nada, lo miré entrar en el agua y teñirla de rojo. Mientras se empapaba el cabello y se limpiaba la sangre del cuerpo, yo solo pude contemplarlo, mitad asustada y mitad... De repe
Encontrar información sobre el burdel Odisea, no me costó demasiado. Lo que me costó, fue escapar de la vergüenza. Al despertar, había corrido directo a mi habitación, dejando a Sebastián durmiendo solo en la sala. Durante el resto del día, él no fue a buscarme ni trató de hablar conmigo, y eso fue un alivio. Aun no sabía exactamente porqué me había acostado con él, pero empezaba a creer que mi marido comenzaba a gustarme... Me llevé las manos a la cara y reprimí un gemido. Y sí Sebastián en verdad me gustaba, ¿qué podría pasar entre nosotros? Yo ni siquiera sabía quién era antes de ser su esposa. Y mi primer recuerdo había sido una voz llamándome zorra de burdel. Diciendo que uso tragos serían suficiente para que yo bailara sobre... Ni siquiera fui capaz de pensarlo. En una página de internet, encontré varios artículos que hablaban sobre Odisea. Decían que era una cadena de exclusivos burdeles, dónde se cumplía cualquier capricho sexual que el cliente pidiese. Y esos client
—Yo... creo que me siento sofocada. Tuve que luchar con todas mis fuerzas para levantarme y salir de allí con calma, mientras por dentro me moría por correr y gritar. Y cuando dejé el restaurante apresuradamente, levantando más miradas y cuchicheos, no me importó en absoluto. Tampoco me detuve, no hasta que llegué a un vacío y enorme salón de eventos. Allí me quité los molestos tacones y me senté en el suelo. Suspiré hondo con la vista en el techo, luchando por no romper en llanto. —Lo siento mucho, Livy —musitó Sebastián desde las puertas del salón. No me di cuenta que había seguido—. Desearía que esa no fuese una posibilidad para ti. Sí todo eso era verdad, ¿significaba que yo había tenido una hermana? Nunca me había detenido a pensar en mi posible familia, hasta ese momento.... Hasta enterarme que quizás había crecido junto a una hermana, y que ahora ella ya estaba muerta. —Si resulta ser cierto que soy hermana de Katerin, ¿sabes... mi nombre? —murmuré con la voz quebrada. S
Me dolían las rodillas y las palmas de las manos, pero nunca pensé en decirle que parara. Cada movimiento de su cuerpo contra el mío, despertaba una nueva sensación en mí, y me hacía gritar. —Inclínate un poco más —gruñó clavándome los dedos en las caderas. Jadeante, le obedecí. Apoyé los brazos en el piso y ladeé la cabeza, entonces no pude evitar soltar un grito. En esa nueva postura, su miembro llegaba más profundo que antes; era tan doloroso como placentero. Mientras Sebastián arremetía sin piedad contra mí una y otra vez, yo comencé a sentir otro orgasmo aproximarse. Apreté los labios, sintiendo cómo se movía frenéticamente en mi interior, saliendo y entrando repetidas veces; sintiendo cómo empujaba sus caderas contra mí, dejándome roja la piel con cada embestida. Casi podía imaginarlo. —¡Oh, Sebastián... ! —exclamé cerrando los ojos, al tiempo que todo mi cuerpo se tensaba. Jadeando tan rápido como yo, él se inclinó sobre mi espalda y me tomó del cabello, obligándome
Sin arrepentimiento alguno por lo que acababa de hacer, Sebastián se dio la vuelta y pasó de largo a mi lado, sin notarme. Con un nudo en el estómago, yo permanecí de pie en el corredor, mirando a Marco gruñir de dolor y lentamente palidecer conforme la mancha de sangre en su traje crecía y crecía. ¿Iba a morir? ¿Por qué le había disparado? Isaac no había mentido al decir que realmente lo odiaba. —¡Evelyn! —me llamó con voz demandante, sobresaltándome. Las manos me temblaban tanto que temí que en cualquier momento la sabana resbalara de mi cuerpo. —¡Maldita sea, déjalo y ven aquí! —exclamó con irritación. Antes de poder pensar qué hacer, Marco fijó sus ojos llenos de dolor en mí; su rostro se encontraba perlado de sudor y sus labios tan blancos como el papel. —¿Creíste que... que te habías casado con un ... buen tipo? —inquirió apretándose el costado y hablando con sumo esfuerzo—. Te lo dije... Sebastián es impredecible e impulsivo... Es un maldito... loco asesino. Trag
Nos dirigimos a una parte de la ciudad muy lejana del penhouse. Allí Sebastián estacionó el Moserati, frente a las puertas de una torre enorme e impresionante. —También es un hotel de mi propiedad —dijo llevando el Moserati hasta un estacionamiento en la parte subterránea del edificio. El lugar estaba vacío y parecía ser privado—. Nos quedaremos aquí un par de días. Luego volveremos a casa, te lo prometo. Cuando bajamos del coche, me di cuenta que varios empleados ya nos esperaban. Una mujer madura se adelantó y me ofreció una manta oscura y una pequeña maleta de mano. Al mirar en su interior, vi que había ropa aun con la etiqueta puesta. —La Suite principal ya está lista, señor Isfel —dijo un hombre, adelantándose al grupo y evitando mirarme a mí. Con toda esa gente alrededor, me puse roja y me pegué a Sebastián tanto como pude. Todos eran muy conscientes de que yo estaba descalza y desnuda bajo la sabana. —Yo soy el gerente del hotel, nos avisaron que vendría. Ya lo hemos p