—¿Qué pasa, Pedro?Luciana y Fernando entraron apresurados y vieron que Pedro había tirado el celular sobre la mesa. Fernando lo recogió y, tras echarle un vistazo, se lo mostró a Luciana.—Mira. —En la pantalla se veía claramente: ¡Pedro había pasado el nivel final!Luciana quedó sin palabras. En su interior, un torbellino de emociones la desbordaba.Fernando, con calma, dijo:—Algunas personas con autismo desarrollan habilidades extraordinarias en ciertas áreas. Creo que Pedro podría ser uno de esos casos.Luciana se tapó la boca con la mano, sus ojos se enrojecieron y sintió las lágrimas brotar. Nunca se lo había planteado. Desde que diagnosticaron a Pedro, había hecho lo posible por enseñarle a leer y escribir, pero jamás imaginó que él podría tener un talento tan especial. Ahora, la culpa la abrumaba.—Si esto es verdad, entonces… ¿yo fui quien frenó su progreso?—No digas eso, lo has hecho muy bien.Fernando, que conocía a Luciana desde hacía muchos años, sabía cuánto se había es
El rostro de Alejandro se tensó por un instante, y su mirada se oscureció. Sus ojos, fríos como el hielo, destilaron una ironía amarga. ¡Vaya manera de no hacer escándalo! La forma en que Luciana manejó todo lo golpeaba más fuerte que cualquier grito. Era como una bofetada silenciosa.Su voz se volvió gélida.—Es solo un vestido. Le compraré algo mejor.—Perfecto. —Luciana se encogió de hombros, desinteresada—. Me voy.Se dio la vuelta y se marchó sin despedirse. Alejandro la siguió con la mirada. De repente, levantó la mano con la intención de arrojar la bolsa al suelo. Pero se detuvo en seco. ¿Qué estaba haciendo? Si ella no lo quería, ¿por qué le afectaba tanto?Dio media vuelta y se fue, conduciendo de regreso a la villa.Al entrar y encender las luces, se dejó caer en el sofá. Frente a él, contra la pared, estaba el cuadro de Kervens Bocanegra. Sobre la mesa de centro, seguía la pulsera que una vez le había comprado a Luciana. Ahora, a esa colección se sumaba el vestido.Alejandro
—¿Hola?—Alex —la voz juguetona de Mónica sonaba despreocupada—, esta noche no tengo grabaciones. Mi mamá dice que vengas a cenar. ¿A qué hora vienes por mí?Mónica hablaba con total certeza, como si diera por hecho que Alejandro iría. En otras circunstancias, habría aceptado sin dudarlo, pero su mente estaba con su abuelo.—Tengo cosas que hacer esta noche, no puedo ir. —Su preocupación por Miguel era evidente, y tras decir eso, colgó.Mónica se quedó atónita. ¡Le había colgado! Nunca antes lo había hecho. ¿Qué estaba pasando?—¡Luciana Herrera! ¡Tenía que ser por ella!Furiosa, Mónica alzó la mano y lanzó su teléfono al suelo, destrozándolo en pedazos. Recordando cada palabra que Luciana le había dicho alguna vez, apretó los dientes con rencor.—¡Luciana! ¡Qué astuta y despiadada eres! ¡Esto es demasiado!…En la oficina del doctor, Delio y Luciana estaban explicándole a Alejandro la situación en detalle.—Lo mejor sería operar. Pero el estado de salud de su abuelo no es bueno. Antes
No pasó mucho tiempo antes de que Alejandro terminara los trámites de salida del hospital, y esa misma noche, la familia se mudó a la Casa Guzmán en Rinconada.Alejandro estacionó el coche y, al entrar, Miguel, debilitado y agotado, se fue a descansar de inmediato. En la sala, Luciana conversaba con el mayordomo Felipe.—Felipe, aquí tienes los detalles de la dieta y el medicamento. Agreguemos nuestros números a WhatsApp, así te envío el documento. Si olvidas algo, puedes revisarlo allí.—Muy bien. —Felipe asintió varias veces, sonriendo—. Amy está preparando una sopa. Antes no sabíamos bien cómo manejar la dieta, ¿podrías echarle un vistazo para ver si todo está en orden?—Claro.Ambos se dirigieron a la cocina. Alejandro, desde un rincón, los observaba en silencio. Sin darse cuenta, su expresión se suavizó. Sentía un alivio al tener a Luciana allí. Con su abuelo enfermo, había temido que la casa se llenara de tristeza, pero Luciana lo mantenía todo bajo control. Eso le daba paz.Alej
—Pedro se intoxicó con algo... —dijo Luciana, sus ojos llenándose de lágrimas. Luego recordó que Alejandro no conocía a Pedro—. Pedro es mi hermano.Alejandro se tensó. Era la primera vez que escuchaba algo sobre su familia. No sabía que tenía un hermano.—¡Voy contigo!—No…—¿Qué de no? —la interrumpió Alejandro con firmeza—. A esta hora no conseguirás un taxi en Rinconada. ¡Vámonos!Tomó la mano de Luciana.—¿No estás preocupada por tu hermano?—¡Sí!No había tiempo que perder. Luciana acabó subiendo al auto con Alejandro.—Lo siento mucho, es muy tarde y te estoy molestando.Alejandro la miró de reojo.—No digas eso. Me has ayudado tantas veces, ¿cómo no iba a estar aquí para ti en este momento?—Gracias. —fue lo único que Luciana pudo decir, agradecida.***Pedro fue trasladado al hospital cercano al sanatorio. Cuando Luciana llegó, la sala de emergencias era un caos.—¡Doctor, soy la hermana de Pedro Herrera!El médico, visiblemente preocupado, se apresuró hacia ella.—¡Por fin ll
Ambos quedaron inmóviles ante el contacto inesperado. Alejandro se apartó rápidamente, nervioso. No era la primera vez que sentía ese impulso incontrolable.—Cof. —tosió levemente, tratando de suavizar el momento—. No quiero escuchar un no. Si tú no estás cansada, ¿crees que el bebé tampoco lo está?—Oh. —Luciana bajó la cabeza, evitando su mirada.Alejandro la llevó hasta el sofá y la acomodó con suavidad.—Voy a dormir entonces.—Está bien.Sin embargo, Luciana no pudo conciliar el sueño. ¡Era la segunda vez que la besaba! La primera había sido bajo el influjo del alcohol, pero ¿y ahora? Se tocó los labios, confusa. ¿Cómo había permitido que el novio de Mónica la besara? ¿Cuántas veces habría besado Alejandro a Mónica con esos mismos labios?Los pensamientos la consumían. Sabía que esa sería una noche sin descanso. ***A la mañana siguiente, Alejandro llevó a Luciana al hospital UCM.Al bajar del auto, Alejandro tomó su mano.—En un rato pasamos por un restaurante y compramos algo d
Alejandro nunca había sentido que realmente estuvieran juntos, aunque una vez le había prometido matrimonio. Finalmente, asintió.—Sí.El rostro de Mónica palideció de inmediato.—No… no quiero terminar…—Piensa bien lo que vas a responder. —Alejandro la interrumpió con calma—. La realidad es que no sabes cuánto tiempo tendrías que esperar.La espera sería interminable, sin garantías.Alejandro se puso de pie, sus ojos se suavizaron al verla llorar.—Reflexiona antes de contestar. Incluso si terminamos, seguirás contando con todo lo que ya tienes.Era lo mínimo que podía ofrecerle. Una compensación.Sin más que decir, Alejandro se fue. Mónica, limpiándose las lágrimas, de repente se levantó y volcó la mesa con furia, dejando el lugar en completo desorden. Sus ojos se llenaron de odio.—¡Luciana Herrera! ¡No me rendiré tan fácilmente!***Después de terminar una reunión, Alejandro regresó a su oficina. Firmó dos documentos y se los entregó a Sergio.—Sergio, contacta a Four Hours.Sergi
Miguel lo miró con una expresión cargada de significado.—Vaya manera de hablar de tu esposa. Deberías tener más cuidado con lo que dices.Alejandro, incómodo, desvió la mirada.—No dije nada malo… —Luego, con tono algo forzado, preguntó—: ¿Y sabes dónde está?—¿Me lo preguntas a mí? —Miguel soltó una risa traviesa—. Es tu esposa. Si no te dijo a ti, entonces tal vez debas pensar en qué has hecho mal.—¿Yo? ¿Tengo que reflexionar? —Alejandro soltó una risa seca—. Claro que sé dónde está, incluso me llamó… pero no contesté porque estaba ocupado.Miguel lo miró fijamente, como si pudiera ver a través de sus excusas.—¿Por qué me miras así, abuelo?—Porque hablas mucho, pero no dices nada.Alejandro sabía que su abuelo había descubierto la verdad: Luciana no lo había contactado ni le había dicho por qué no regresaría esa noche.Molesto consigo mismo, Alejandro volvió a su habitación, tomó su teléfono y llamó a Luciana, murmurando con los dientes apretados:—Atrévete a no contestar.Para s