Capítulo 79
El rostro de Alejandro se tensó por un instante, y su mirada se oscureció. Sus ojos, fríos como el hielo, destilaron una ironía amarga. ¡Vaya manera de no hacer escándalo! La forma en que Luciana manejó todo lo golpeaba más fuerte que cualquier grito. Era como una bofetada silenciosa.

Su voz se volvió gélida.

—Es solo un vestido. Le compraré algo mejor.

—Perfecto. —Luciana se encogió de hombros, desinteresada—. Me voy.

Se dio la vuelta y se marchó sin despedirse. Alejandro la siguió con la mirada. De repente, levantó la mano con la intención de arrojar la bolsa al suelo. Pero se detuvo en seco. ¿Qué estaba haciendo? Si ella no lo quería, ¿por qué le afectaba tanto?

Dio media vuelta y se fue, conduciendo de regreso a la villa.

Al entrar y encender las luces, se dejó caer en el sofá. Frente a él, contra la pared, estaba el cuadro de Kervens Bocanegra. Sobre la mesa de centro, seguía la pulsera que una vez le había comprado a Luciana. Ahora, a esa colección se sumaba el vestido.

Alejandro
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