No pasó mucho tiempo antes de que Alejandro terminara los trámites de salida del hospital, y esa misma noche, la familia se mudó a la Casa Guzmán en Rinconada.Alejandro estacionó el coche y, al entrar, Miguel, debilitado y agotado, se fue a descansar de inmediato. En la sala, Luciana conversaba con el mayordomo Felipe.—Felipe, aquí tienes los detalles de la dieta y el medicamento. Agreguemos nuestros números a WhatsApp, así te envío el documento. Si olvidas algo, puedes revisarlo allí.—Muy bien. —Felipe asintió varias veces, sonriendo—. Amy está preparando una sopa. Antes no sabíamos bien cómo manejar la dieta, ¿podrías echarle un vistazo para ver si todo está en orden?—Claro.Ambos se dirigieron a la cocina. Alejandro, desde un rincón, los observaba en silencio. Sin darse cuenta, su expresión se suavizó. Sentía un alivio al tener a Luciana allí. Con su abuelo enfermo, había temido que la casa se llenara de tristeza, pero Luciana lo mantenía todo bajo control. Eso le daba paz.Alej
—Pedro se intoxicó con algo... —dijo Luciana, sus ojos llenándose de lágrimas. Luego recordó que Alejandro no conocía a Pedro—. Pedro es mi hermano.Alejandro se tensó. Era la primera vez que escuchaba algo sobre su familia. No sabía que tenía un hermano.—¡Voy contigo!—No…—¿Qué de no? —la interrumpió Alejandro con firmeza—. A esta hora no conseguirás un taxi en Rinconada. ¡Vámonos!Tomó la mano de Luciana.—¿No estás preocupada por tu hermano?—¡Sí!No había tiempo que perder. Luciana acabó subiendo al auto con Alejandro.—Lo siento mucho, es muy tarde y te estoy molestando.Alejandro la miró de reojo.—No digas eso. Me has ayudado tantas veces, ¿cómo no iba a estar aquí para ti en este momento?—Gracias. —fue lo único que Luciana pudo decir, agradecida.***Pedro fue trasladado al hospital cercano al sanatorio. Cuando Luciana llegó, la sala de emergencias era un caos.—¡Doctor, soy la hermana de Pedro Herrera!El médico, visiblemente preocupado, se apresuró hacia ella.—¡Por fin ll
Ambos quedaron inmóviles ante el contacto inesperado. Alejandro se apartó rápidamente, nervioso. No era la primera vez que sentía ese impulso incontrolable.—Cof. —tosió levemente, tratando de suavizar el momento—. No quiero escuchar un no. Si tú no estás cansada, ¿crees que el bebé tampoco lo está?—Oh. —Luciana bajó la cabeza, evitando su mirada.Alejandro la llevó hasta el sofá y la acomodó con suavidad.—Voy a dormir entonces.—Está bien.Sin embargo, Luciana no pudo conciliar el sueño. ¡Era la segunda vez que la besaba! La primera había sido bajo el influjo del alcohol, pero ¿y ahora? Se tocó los labios, confusa. ¿Cómo había permitido que el novio de Mónica la besara? ¿Cuántas veces habría besado Alejandro a Mónica con esos mismos labios?Los pensamientos la consumían. Sabía que esa sería una noche sin descanso. ***A la mañana siguiente, Alejandro llevó a Luciana al hospital UCM.Al bajar del auto, Alejandro tomó su mano.—En un rato pasamos por un restaurante y compramos algo d
Alejandro nunca había sentido que realmente estuvieran juntos, aunque una vez le había prometido matrimonio. Finalmente, asintió.—Sí.El rostro de Mónica palideció de inmediato.—No… no quiero terminar…—Piensa bien lo que vas a responder. —Alejandro la interrumpió con calma—. La realidad es que no sabes cuánto tiempo tendrías que esperar.La espera sería interminable, sin garantías.Alejandro se puso de pie, sus ojos se suavizaron al verla llorar.—Reflexiona antes de contestar. Incluso si terminamos, seguirás contando con todo lo que ya tienes.Era lo mínimo que podía ofrecerle. Una compensación.Sin más que decir, Alejandro se fue. Mónica, limpiándose las lágrimas, de repente se levantó y volcó la mesa con furia, dejando el lugar en completo desorden. Sus ojos se llenaron de odio.—¡Luciana Herrera! ¡No me rendiré tan fácilmente!***Después de terminar una reunión, Alejandro regresó a su oficina. Firmó dos documentos y se los entregó a Sergio.—Sergio, contacta a Four Hours.Sergi
Miguel lo miró con una expresión cargada de significado.—Vaya manera de hablar de tu esposa. Deberías tener más cuidado con lo que dices.Alejandro, incómodo, desvió la mirada.—No dije nada malo… —Luego, con tono algo forzado, preguntó—: ¿Y sabes dónde está?—¿Me lo preguntas a mí? —Miguel soltó una risa traviesa—. Es tu esposa. Si no te dijo a ti, entonces tal vez debas pensar en qué has hecho mal.—¿Yo? ¿Tengo que reflexionar? —Alejandro soltó una risa seca—. Claro que sé dónde está, incluso me llamó… pero no contesté porque estaba ocupado.Miguel lo miró fijamente, como si pudiera ver a través de sus excusas.—¿Por qué me miras así, abuelo?—Porque hablas mucho, pero no dices nada.Alejandro sabía que su abuelo había descubierto la verdad: Luciana no lo había contactado ni le había dicho por qué no regresaría esa noche.Molesto consigo mismo, Alejandro volvió a su habitación, tomó su teléfono y llamó a Luciana, murmurando con los dientes apretados:—Atrévete a no contestar.Para s
New Horta.En ese momento, el hospital rural era un caos. Aunque todo parecía desordenado, cada equipo se preparaba para adentrarse en la montaña. Luciana no estaba en la zona del deslizamiento, pero formaba parte de los que se alistaban para ir hacia allá. Junto a ella estaban su amiga y colega, Martina y Jhonny.—¡Luciana, ¿lista?! ¡Súbete al camión!—¡Voy!Luciana, cargando su mochila médica y un paquete de esterilización de óxido de etileno, corrió hacia el patio.—Dámelo. —Martina tomó sus cosas y, junto con Jhonny, la ayudaron a subir a la camioneta.El vehículo los llevó hasta la entrada de la zona montañosa, donde se detuvieron.—De aquí en adelante tenemos que caminar.Jhonny, siendo el más fuerte, llevaba la carga más pesada.Martina le dio un codazo a Luciana y le susurró:—Es un buen tipo, ¿segura que no lo vas a considerar?—Concéntrate en el trabajo.Luciana no tenía ganas de responder. ¿Considerar qué? Todavía no sabía qué hacer con el bebé en su vientre. Estaba a punto
—S-señor Guzmán… —balbuceó Martina.Alejandro frunció el ceño, su impaciencia palpable.—Te pregunto. ¿Quién le hizo qué a Luciana?Jhonny, nervioso, se apresuró a explicar lo que había sucedido. Luego añadió:—No hemos podido contactarla.El rostro de Alejandro se endureció, sus labios se apretaron en una línea rígida. Sus ojos, oscuros y furiosos, parecían consumirse en un abismo de preocupación. Murmuró en voz baja:—No sabe con quién se mete.Luego dio una orden seca:—Sergio, Juan, Simón, ¡vengan conmigo!…Ya en la zona del deslizamiento, Alejandro confirmó que nadie había visto a Luciana. Sergio y los demás se mantuvieron en silencio, esperando instrucciones. Alejandro cerró los ojos un momento, tratando de calmar la ira que sentía, pero la vena que palpitaba en su sien delataba su creciente desesperación.Con voz grave y controlada, habló:—Sergio, consigue un helicóptero. Que sobrevuelen toda la montaña. Si es necesario, rastreen cada rincón. Pero Luciana debe volver.—Sí. —re
Se miraron en silencio, con el corazón latiendo desbocado.—¿Te gustó? —Alejandro rozó sus dedos por sus labios mientras preguntaba—. ¿Te gustó que te besara?Luciana estaba atónita, incapaz de responder. ¡Su corazón retumbaba cada vez más fuerte! Al no recibir respuesta, Alejandro volvió a inclinarse para besarla de nuevo. La fragancia de su piel, fresca como cítricos, ¡inundó sus sentidos!—¡Señor Guzmán!Una voz masculina desconocida rompió el momento. Luciana reaccionó primero, apartando a Alejandro y volviendo la cara. Con los brazos vacíos, Alejandro frunció el ceño y lanzó una mirada poco amigable al hombre que los había interrumpido.—¿Qué pasa? —preguntó Alejandro, irritado.—Eh, es que... —El hombre, uno de los locales que los había acompañado, parecía nervioso—. Nos preguntábamos si podríamos usar su helicóptero para buscar a algunos aldeanos desaparecidos.—Claro, —dijo Alejandro distraído.—¡Gracias, muchas gracias!Cuando el hombre se marchó, Alejandro alzó la mirada y vi