Capítulo 596
—Cuídese, abuelo. Vendré a visitarlo luego.

—De acuerdo, buena niña —respondió Miguel con afecto.

Luciana se volvió para salir sin mirar a Alejandro.

—¡Luciana…! —intentó llamarla él.

—¡Detente! —interrumpió Miguel, alzando la voz—. ¿Con qué derecho vas a perseguirla?

—Abuelo… —Alejandro estaba aturdido. No sabía qué hacer ni qué decir; el abuelo había movido todas sus fichas de pronto.

—No la sigas —repitió Miguel en un tono más suave, pero con cansancio—. Piensa en ti mismo… ¿Acaso quieres que tu hijo crezca guardándote el mismo rencor que tú guardas contra tu padre?

Esa frase caló hondo en Alejandro. Sintió un nudo que le oprimía el corazón. El abuelo sabía que aquellas palabras eran un golpe letal para él, pero consideraba necesario advertirle.

—Solo te pido algo —continuó Miguel—: si tanto insistes en esa actriz, haz lo que quieras, pero mientras yo esté vivo, nunca la traigas ante mis ojos, ni la dejes pisar la casa de los Guzmán.

Con eso, soltó un suspiro.

—Vete, quiero descansa
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