Capítulo 284
—¿Qué solución? —Luciana frunció el ceño, desconcertada.

—¿Cómo sabré si no lo intento? —respondió Alejandro con una sonrisa desafiante antes de salir.

Ella se quedó pensativa por un momento, pero pronto lo siguió.

Cuando bajó las escaleras, alcanzó a escuchar la conversación de Alejandro con el dueño de casa.

—La tienda está algo lejos. Ir y venir en auto tomará horas, casi hasta el amanecer —comentó el hombre mayor con una mezcla de duda y advertencia.

—Y además está lloviendo a cántaros.

—No importa. Estoy bien de salud, puedo manejarlo —respondió Alejandro con firmeza. Luego se giró hacia la amable anfitriona, una mujer de edad avanzada con una sonrisa cálida.

—Señora, por favor, cuide de mi esposa mientras yo voy.

—Por supuesto, hijo —respondió la mujer con un gesto cariñoso, dándole una palmada en la mano.

Volteó hacia su esposo y, con una mirada cómplice, añadió:

—Déjalo ir. Cuando tú eras joven, ¿no hacías lo mismo por mí?

El hombre soltó una risa baja y asintió.

—Está bien, vo
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