Confusión, asombro.¿Qué estaba pasando?Luciana estaba arrodillada en el suelo. Frente a ella yacía algo… o alguien. ¿Quién era esa persona? ¿Por qué lloraba Luciana sobre ese cuerpo, llamándolo por su nombre?¿Acaso…?No necesitó ni un segundo para entender.¿Luciana pensaba que quien yacía allí era él?Tum, tum.Podía sentir con nitidez sus propios latidos.Luciana se había enterado de la explosión y había venido a buscarlo; sin embargo, por alguna razón, había confundido a otro hombre con él.¿Lloraba por él creyendo que estaba muerto?¡Sí! ¡Exactamente!Alejandro sabía que no era el momento de alegrarse, pero la dicha brotó dentro de él como una chispa y se extendió cual incendio que arrasa con todo.Aun así, se obligó a mantenerse sereno y se acercó con calma hasta su lado.La llamó en voz baja:—Luciana.Luciana escuchó su nombre y, atónita, miró a la persona cubierta por la sábana.¿Estaba tan devastada que ahora oía cosas? ¿Había imaginado la voz de Alejandro?Notando su desco
Pero, por supuesto, Luciana no se había desmayado por el beso.Ya en el hospital, tras un chequeo, el médico explicó:—La señora ha sufrido una alteración emocional muy intensa. Además, al estar embarazada su salud es más delicada. Ha llorado demasiado y tiene un cuadro leve de deshidratación.—Muchas gracias —respondió Alejandro.En la habitación, Luciana estaba recibiendo suero.Alejandro no la molestó, se quedó en silencio a su lado.¿Luciana lo quería?¿Cuánto lo quería? No estaba seguro, pero sin duda no era «nada».Nadie llora hasta deshidratarse por alguien a quien no aprecia en absoluto.—Luciana…Alejandro tomó su mano con delicadeza y murmuró:—No es cierto que no sientas nada por mí, ¿verdad?En ese momento la puerta se abrió con cuidado. Era Sergio.—¿Qué pasa? —preguntó Alejandro.—Alex —dijo Sergio—, Juan salió del quirófano. Su pierna no sufre daños graves. ¿Quieres ir a verlo?Antes, Alejandro había ordenado que le avisaran cuando Juan terminara la cirugía.De no haber
Al llegar, dejó las maletas, se dio una ducha y se tumbó en la cama. Luciana suspiró, su propia cama era, sin duda, la más cómoda del mundo.Cerró los ojos y se quedó profundamente dormida.Justo antes de caer en el sueño, su último pensamiento fue: «¿Qué motivó realmente a Ricardo?»***Villa Herrera.Ricardo regresó a casa, exhausto por el viaje. En cuanto lo vio, Clara se mostró furiosa, con el ceño fruncido y la mirada ardiendo de sospechas.—A ver, dímelo claro. Estas dos noches que no estuviste en Muonio, ¿a dónde demonios fuiste?Un viaje al extranjero así de grande era imposible de ocultar. Bajo circunstancias normales, Ricardo habría respondido con honestidad, pero últimamente su humor andaba por los suelos.—Por supuesto que salí a hacer algo importante —respondió con impaciencia—. Si no trabajo, ¿de dónde crees que han salido durante todos estos años las comidas, las cosas que utilizas? ¿Crees que todo cae del cielo?Clara, al oírlo, se encolerizó. Dio un tirón a la ropa de
Eran las diez de la noche en el Hotel Real.Luciana Herrera miró el número en la puerta: la suite presidencial 7203, confirmando que esa era, en el mismo momento en el que su teléfono comenzó a sonar. Era un mensaje de WhatsApp de su padre, Ricardo Herrera. «Si puedes complacer al señor Méndez, tu madrastra pagará el tratamiento de tu hermano».Después de leerlo, Luciana no mostró ninguna expresión en su pálido rostro.Ya estaba tan adormecida, y era incapaz de sentir dolor en su corazón.Desde que su padre se había vuelto a casar con Clara Soler, a su padre no le importaban ella ni su hermano en absoluto. Por eso su madrastra los estaba maltratando sin escrúpulos durante estos años.La falta de ropa y de comida era lo mínimo; ya que las palizas e insultos eran el pan de cada día.Y, esta vez, debido a las deudas de negocio, su padre la había obligado a… acostarse con un desconocido. En principio, Luciana se negó rotundamente, pero, al hacerlo, también logró que su padre y su madrast
Luciana se apresuró a regresar a casa, en donde, en el sofá de la sala se encontraba sentado un hombre de mediana edad, gordo y medio calvo, que miraba fijamente a Mónica, con una expresión de furia.—¡Una simple estrellita, y yo te prometí que me casaría contigo! ¿Cómo te atreves a hacerme esperar toda la noche?Mónica soportaba la humillación, a pesar de que ese calvo, Arturo Méndez, siempre usaba esa excusa para aprovecharse de las mujeres. Aunque realmente quisiera casarse, ¡sería como saltar a un pozo de fuego! ¿Quién se atrevería?Ella había tenido la mala suerte de que él se fijara en ella. Pero, como sus padres la querían, habían enviado a Luciana en su lugar. Sin embargo, ¿quién se iba a imaginar que Luciana escaparía en el último minuto?Clara, con una actitud sumisa, dijo:—Señor Méndez, lo sentimos mucho. Es solo una niña que no sabe lo que hace. Usted es un hombre muy comprensivo, no le dé importancia, por favor —repuso Clara, con una actitud sumisa.—Por favor, cálmese
—Señor Guzmán… —Arturo se detuvo de inmediato. En el mundo de los negocios, nadie con algo de poder desconocía a Alejandro—. ¿Qué lo trae por aquí?Alejandro ni siquiera le dirigió una mirada, sus ojos estaban fijos en Mónica, quien tenía los ojos llenos de lágrimas.Era la misma chica que la noche anterior había llorado entre sus brazos…De repente, levantó la mano y le dio a Arturo una bofetada tan fuerte que lo derribó, haciéndolo caer al suelo.—¡Puf! —Arturo escupió un diente, lleno de sangre.Los tres miembros de la familia Herrera estaban tan aterrorizados que no se atrevían ni siquiera a respirar.Alejandro esbozó una sonrisa burlona. —¿Cómo te atreves a molestar a mi mujer? —Su tono era tranquilo, pero cada una de sus palabras eran tan afiliadas como la hoja de una navaja. Arturo, tembloroso y aún en el suelo, se tapó la boca, apenas capaz de hablar.—Señor Guzmán, no sabía que era su mujer, ¡juro que no hice nada! ¡Por favor, perdóneme!Sin embargo, Alejandro no le creyó, p
Luciana entendió, pero para ella el matrimonio no era un juego, por lo que dudó, mientras negaba con la cabeza.—No es necesario, ¿por qué no intentas hablar con tu abuelo…?Sin embargo, no pudo terminar su frase, cuando él la interrumpió.—Como condición, te daré una compensación económica. —El semblante de Alejandro no cambió en lo más mínimo, su tono era tranquilo y sin emociones.¿Compensación económica? Luciana se quedó atónita, y no fue capaz de pronunciar las palabras con las que pensaba rechazarlo. Después de todo, todavía necesitaba el dinero para el tratamiento de su hermano y ella había acudido a la familia Guzmán por ese motivo.—Solo tienes que aceptar, y te daré el dinero que necesites —añadió Alejandro, al notar que ella vacilaba.Luciana permaneció en silencio unos segundos, antes de asentir.—Está bien, acepto.Alejandro bajó la mirada, ocultando el frío desprecio que asomaba en sus ojos. ¡Qué barata había resultado! No tenía problema en venderse por dinero. Sin em
Luciana se tambaleó y casi perdió el equilibrio.—Señor, ya está aquí. Su abuelo está estable, solo un poco débil, necesita descansar y cuidarse bien —dijo el médico, quien acababa de revisar a Miguel, al ver a Alejandro—. Presta atención a su dieta y, sobre todo, asegúrate de que esté de buen ánimo. Lo más importante es que esté feliz y sin preocupaciones.Acto seguido, salió de la habitación, dejándolos a los tres a solas. Miguel, medio recostado, les hizo una señal para que se acercaran.—Alex, Luci, hoy se casaron, ¿no te dije, Alex, que debían disfrutar de su luna de miel y no venir a verme?—Señor Guzmán —dijo Luciana, y tragó saliva con nerviosismo—, lo siento…—¿Aún no cambias la forma de dirigirte a mí? Además, ¿por qué te disculpas? —preguntó Miguel, desconcertado.—Yo… —comenzó a responder, pero Alejandro la interrumpió con un leve tirón de su muñeca. —Luciana quiere decir que, dado que aún está hospitalizado, no podíamos concentrarnos en nuestra luna de miel, así que de