Capítulo 299
Desde que Luciana había entrado, él notó que algo le pasaba.

Aunque ella se esforzara por disimularlo, seguía siendo muy joven e inexperta. Podría engañar a cualquiera, pero no a Miguel.

—Cuéntame, ¿qué sucede? —le dijo con ternura—. Independientemente de lo que pase con Alejandro, yo siempre seré tu abuelo, ¿no es así?

Al instante, Luciana no pudo contener las lágrimas que comenzaron a humedecer sus ojos.

Con la voz entrecortada, respondió:

—Sí… abuelo.

—No llores.

Miguel se inclinó y tomó una servilleta de la caja sobre la mesita auxiliar, entregándosela con cuidado.

—Dime, no estás sola. Me tienes a mí.

Luciana cubrió sus ojos con el pañuelo. ¿Hablar o no?

Quedaban menos de tres meses y Pedro no podía perder la oportunidad de entrar al Instituto Wells.

Ella sola no podía más.

—Abuelo…

Luciana arrugó la servilleta entre los dedos. Sus ojos almendrados brillaban llenos de angustia y vergüenza.

—¿Podría prestarme algo de dinero? Yo… se lo devolveré.

Al terminar de hablar, bajó la cabez
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