Capítulo 223
Luciana miró hacia la voz. Era Mónica.

—Hola —respondió la dependienta, dispuesta a atenderla—. ¿En qué puedo ayudarle?

Mónica sacó una lista y se la extendió.

—Quiero todo esto.

—Claro, enseguida —dijo la dependienta, revisando la lista, hasta que su expresión se tornó incómoda.

—Todo lo demás está disponible… pero el pastel de espino se ha terminado. Solo tendremos más hasta mañana.

—¿Terminado? —Mónica, con mirada aguda, vio los últimos pedazos en el mostrador y frunció el ceño—. ¿Y eso qué es?

La dependienta miró a Luciana y, con una sonrisa, explicó:

—Esta cliente los compró.

—¿Ah? —Mónica entonces miró a Luciana, como si recién notara su presencia—. Oh, eres tú.

Le hizo un pequeño gesto, casi una vaga señal de saludo, antes de girarse hacia la dependienta.

—El pastel de espino lo quiero yo, ¿me escuchaste? —le ordenó en un tono imperativo—. ¿Qué esperas? Empácalo ya.

La dependienta dudó, visiblemente incómoda.

—Pero…

La campanilla de la puerta sonó cuando Alejandro entró. Su mira
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