Al oír esto, Mateo miró por un momento y descubrió que ella se estaba rascando con frenesí las manos, las cuales ya tenían una erupción rojiza. De inmediato le sujetó los brazos para evitar que siguiera rascando de esa manera:—No te rasques más.Lucía se sentía muy incómoda:—Pero es que me pica.Mateo frunció el ceño y dijo con voz grave:—Eres alérgica al alcohol y aun así bebiste ese montón.Lucía estaba un poco confundida, abrió los ojos y parecía ver la silueta de Mateo:—¿Dónde estoy?—En casa.Mateo le quitó los zapatos y la ropa que le molestaba, y la arropó bien.Lucía se despejó un poco y recordó que estaba en una reunión de exalumnos, donde bebió un poco de alcohol y al parecer surgieron algunos problemas. Y Mateo apareció en un momento crítico.—¿Fuiste tú quien me trajo de vuelta? —preguntó Lucía.Mateo trajo una palangana con agua caliente del baño, humedeció una toalla y con cuidado le limpió los brazos. Sus pequeños brazos estaban rojos y con ronchas, con marcas de hab
Al escuchar eso, la expresión de Mateo se ensombreció y sintió una opresión en el pecho. Se levantó sin prestarle más atención al llanto de Lucía. Se quedó de pie frente a la ventana, encendiendo un cigarrillo y fumando profundamente. El humo lo envolvía, y el aire estaba cargado de frialdad. Después de terminarse su cigarro, salió de la habitación sin regresar.A la mañana siguiente, Lucía tenía un fuerte dolor de cabeza. Al levantarse, se tomó la cabeza, que le pesaba más que los pies. Se sirvió un vaso de agua para despejarse de la resaca. Fue al baño y notó que sus ojos estaban muy hinchados; seguramente estuvo llorando toda la noche.Recordó que Mateo la había traído a casa, pero no había señales de que hubiera dormido a su lado, por lo que obviamente no durmió con ella. Aunque sí recordaba que él la había cuidado durante mucho tiempo. Era la primera vez que la mimaba de esa manera.Lucía estaba confundida sobre por qué Mateo estuvo ahí para ella y la llevó a casa. Vagamente recor
—Mateo ya tiene suficiente ropa de alta costura—Lucía dijo sin expresión: —Mientras yo la compre, él la usará, solo que no sé para quién está escogiendo ropa la señorita Pérez.Camila se acercó caminando directamente hacia Lucía. Las miradas de ambas se encontraron, fijas y desafiantes, ninguna dispuesta a dar un paso atrás, creando una tensión palpable en el aire, como si estuvieran a punto de saltar chispas entre ellas dos. Con una sonrisa ladeada, Camila dijo:—Es alta costura para mi novio, solo hay diez piezas en el mundo, ¿quieres que te la muestre?Su tono tenía un aire de alarde. Ella podía invertir en encargar prendas de lujo, mientras que Lucía escogía en la tienda diseños ordinarios. En cuanto a seleccionar ropa de caballero, ellas estaban en dimensiones completamente diferentes. La vendedora trajo la caja con el abrigo de edición limitada, que emanaba un aroma a dinero de adentro hacia afuera.Lucía le echó un vistazo, con un toque sarcástico:—¿Estás segura de que esta ve
Camila no podía creer que Mateo le hubiera dado a Lucía una tarjeta bancaria con un millón de dólares. Ella había investigado y sabía que la relación entre ellos no era buena, y que Mateo rara vez se preocupaba por ella. A pesar de haber sido su secretaria durante siete años, Lucía nunca había recibido su atención. Si Mateo realmente la hubiera apreciado, no habría mantenido su matrimonio en secreto, sino que lo habría hecho público. La única posibilidad que Camila podía contemplar era que Lucía estuviera siendo mantenida por otro hombre a espaldas de Mateo. Prefería creer eso antes que pensar que Mateo le habría dado tanto dinero.De repente, una nueva voz se unió a su conversación: —¿Qué tenía de malo que mi sobrino le diera dinero a su esposa? ¿Acaso necesitábamos especular sobre eso, señorita Pérez? ¿O es que estaba celosa?Lucía miró hacia la voz y vio a Gabriela Rodríguez caminando muy galantemente con un vestido negro ceñido que delineaba su esbelta figura. A pesar de tener cas
Camila se detuvo ahí, forzando una sonrisa mientras respondía: —Señora, ¿hay algo más en lo que pueda ayudarle?Gabriela la miró con fijeza: —Tú también viniste a comprar ropa, pero ese abrigo no es para ti, ¿verdad?El rostro de Camila se tensó al instante: —Es en realidad para otra persona.Gabriela lo observó detenidamente, pero evitó mencionarlo. Cruzando los brazos, dijo con indiferencia: —Camila, eres una figura pública, debes saber muy bien qué hacer y qué no. Algunas cosas, no es que no se digan, sino que, por guardar las apariencias de los Pérez, hacemos la vista gorda, pero eso no significa que lo apruebe. No esperes a que reviente todo para lamentarlo. ¡Yo no soy Carolina para que hagas lo que te venga en gana!La cara de Camila se ensombreció, y tras ese reclamo, sus ojos se enrojecieron. Apretando los dedos con fuerza, con voz débil respondió: —Entendido, señora.Gabriela ni siquiera la miró, solo bufó fríamente. Camila se sintió humillada, sus pasos tambalearon mient
Simplemente no la amaba.Ante los ojos de Gabriela, ella y Mateo hacían muy buena pareja. Pero también habría que preguntarle a Mateo si realmente quería estar con ella.Sin embargo, Gabriela lo interpretó de otra manera y dijo sonriendo con agrado: —Solo estaba criticando un poco a tu marido y tú lo defiendes. Lucía, sé que amas muchísimo a Mateo, y eso es una bendición para él. Si te dejara escapar, nunca encontraría una esposa tan especial como tú. Quizás sufrió tanto de niño que el destino decidió compensarlo ahora.Lucía preguntó muy confundida: —¿Acaso tuvo una mala infancia?Ella pensaba que, al venir de una familia tan acomodada, debió haber tenido una vida aún más feliz que la mayoría.El rostro de Gabriela cambió drásticamente por un instante, pero al instante volvió a sonreír y dijo con naturalidad: —Mejor no hablemos de eso, seguro que Mateo tampoco quiere recordarlo. Solo espero que pronto me den un nieto para consentir.Ella anhelaba jubilarse y disfrutar con alegría d
Al oír esto, Mateo palideció y, frunciendo el ceño, dijo: —¿Dónde estás? ¡Voy para allá de inmediato!—Mateo, ¿pasó algo? —preguntó Camila muy preocupada al verlo tan alterado.—¡Lucía está en peligro!Mateo salió corriendo apresurado sin mirarla. Camila lo vio irse apurado, visiblemente preocupado por Lucía. No entendía muy bien qué había pasado. Lucía estaba bien hace unas cuantas horas. Qué extraña coincidencia que justo ahora tuviera problemas. Miró la caja de regalo abandonada y sintió una fuerte punzada de decepción.Su asistente comentó en ese momento: —Hace unas cuantas horas Lucía estaba perfecta. ¿Qué pudo haber pasado? ¿No será que se enteró de que el señor Rodríguez estaba aquí y armó todo esto simplemente para separarlos?Camila, aunque pálida, respondió con dignidad: —No creo que Lucía sea en serio tan calculadora. Tal vez sí pasó algo. Quizás deberíamos ir a ayudar.—Camila, eres demasiado buena—dijo la asistente. —Yo creo que Lucía es muy astuta. No dejes que te malt
Exclamó Gabriela, bloqueando la puerta y mirándolo fijamente.Al percatarse en ese momento de la presencia de Gabriela, Mateo se detuvo en seco. Su mirada se tornó cauta mientras saludaba con una voz contenida: —Tía.—¿Cómo te atreves a llamarme tía? —espetó Gabriela, incapaz de contener su indignación. Sin darle tregua, comenzó a reprenderlo: —¿Cómo puedes abandonar así a Lucía? ¿Acaso vas corriendo tras esa tal Camila, la amante tuya?Mateo muy serio y contestó: —Por favor, no creas en rumores. No vuelvas a decir esas cosas.Al escuchar estas palabras, Lucía no pudo evitar esbozar una amarga sonrisa. Una vez más, Mateo salía en defensa de Camila, sin importar cual fuera la situación.Gabriela insistió: —Te conozco demasiado bien. ¿Quién más podría hacer que dejaras a Lucía de lado con tanta prisa? ¿Realmente, qué le pasa a esa mujer? ¿Está al borde de la muerte acaso? ¿No puede arreglárselas sin ti ni un solo momento? Hoy no te irás a ninguna parte. Te quedarás aquí para cuidar de