Capítulo25
Al recordar las muchas afrentas que había sufrido, Lucía lloró aún más fuerte. Su llanto llamó la atención de los transeúntes que pasaban por allí.

—Amigo, ¿enojaste a tu novia? Por cómo llora, seguro la has hecho sufrir mucho, ¿no? —comentó alguien al ver la escena.

Mateo, sin querer hacer un espectáculo público y enfrentándose a una situación desconocida para él, respondió:

—Solo está haciendo un pequeño berrinche, ya se le pasará.

Intentó levantar a Lucía para irse, pero ella se retorció como una niña inquieta, llorando fuertemente.

—Necesitas de mucha paciencia para consolar a una novia como la tuya—opinó otro transeúnte—. Seguramente la hiciste enojar, por eso no quiere irse contigo. Ninguna mujer se enoja sin razón.

Mateo se sintió desconcertado. No entendía por qué Lucía estaba tan enojada.

—Ya es suficiente, no te enojes —continuó el transeúnte—. Es bueno que no te hayas enojado. ¿De dónde viene este berrinche?

Al verla llorar tanto, Mateo se sintió impotente. Era una situación
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