Le estaba advirtiendo a Lucía. Que cuidara muy bien a su marido, no dejara que otras personas se aprovecharan de la oportunidad.Lucía no quería que Emanuel, estando enfermo, se preocupara por su relación con Mateo:—Lo sé, Mateo ya me lo ha hecho saber. Emanuel, está cayendo la noche y hace fresco,entremos.—De acuerdo— Emanuel, prudente, no dijo ni una sola palabra más.Lucía lo llevó a su habitación y se despidió, dudando si ir a ginecología o no.Justo entonces Karen la llamó:—Señorita Díaz, ¿podría venir al hospital? Necesito decirle algo.Lucía decidió ir.Javier vigilaba en la puerta y al ver a Lucía, pareció estar desconcertado.Como si temiera su presencia.—Señorita Díaz, ¿qué hace aquí? —sonrió de manera fingida.Con calma, Lucía preguntó:—¿Qué ha pasado?—Emm, mejor llamemos primero al señor Rodríguez...Su discreción despertó las sospechas de Lucía:—¿Hay algo al respecto que yo no deba saber?Javier dudaba en hablar, pero mirando a Karen en la habitación, suspiró:—Mejo
Javier miró a Lucía.—Puedes salir —dijo ella.Javier cerró la puerta.Karen apartó a un costado las sábanas, se sentó al borde de la cama y acarició su vientre con una ilusión indescriptible.—Señorita Díaz, sé que el señor Rodríguez tiene a alguien en su corazón.Lucía apretó los puños con fuerza.Karen, con la cabeza agachada, continuó suavemente diciendo:—El señor Rodríguez solo me tiene compasión por ella. Me quiere porque me parezco a ella. Incluso así estoy satisfecha, no pido demasiado, me basta con llevar el hijo del señor Rodríguez.Mirando a Lucía, y pronuncio:—Señorita Díaz, usted lo sabe muy bien, ella se llama Camila.Lucía pálida. Hasta eso sabía.—¿Mateo te dijo que amaba a Camila, que eres su reemplazo? —preguntó Lucía.Karen se encogió los hombros:—No me importa ser o no un reemplazo. Nací siendo común y corriente, me basta con un poco de afecto.Si Mateo no se lo hubiera dicho personalmente a Karen, ¿cómo lo sabría?Lucía se sintió desdichada, sus uñas casi claván
—¿Cómo? —Karen estaba pálida, algo incrédula—: ¡Imposible, mamá! Los tiempos coinciden entre sí, lo recuerdo, no puede aparecer de la noche a la mañana el señor Rodríguez. Te equivocas.—¡Fue una coincidencia! —respondió la voz al otro lado de la línea—: Cuando supe que lo estaban buscando, pensé que por fin habías conseguido algo bueno, pero nos equivocamos todas. El número de la habitación estaba mal, el hombre de esa noche no era el señor Rodríguez, era... un hombre de cuarenta o cincuenta años.Karen parecía estar aún más pálida, mirando su vientre, alterada:—¡¿Cómo voy a estar embarazada de un viejo de cincuenta años?!La caída era cruel y despiadada.Se había ilusionado en vano.Si no le hubieran dado tantas esperanzas, no habría mantenido tales expectativas.Cuando creyó que el hombre de esa noche era Mateo, pensó que era lo mejor que había hecho en su vida.Había conseguido a un hombre rico y guapo de un solo golpe.Pero la realidad le decía que se había acostado con un viejo.
Las palabras de Mateo sorprendieron a Javier. Algo no cuadraba del todo: Karen estaba embarazada y era la mujer de aquella noche, ¿cómo no iba a ser el hijo suyo?—Vámonos —dijo Mateo de repente.—Sí —Javier arrancó el coche.Mateo sorprendido: —¡Dije que bajemos!—Señor Rodríguez, tiene una reunión muy importante, lo están esperando. ¡Además hay demasiada gente! —protestó Javier, viendo la enorme multitud de ciudadanos.La señorita Díaz podía estar en ese lugar, pero para él, sin seguridad que despejara el área, esto no encajaba con sus hábitos en particular. Normalmente no tomaría este camino.Mateo miró fijamente a Javier:—¿No te gustan estos lugares?—¿Eh? —Javier no entendía cuándo había dicho que le gustaban estos sitios.Pero ante la mirada inquietante de Mateo, dijo:—Sí, sí, me gustan.—De acuerdo, ¡bajemos! —Mateo miró hacia afuera.Bajó primero, observando la multitud, sin entender qué atraía a tanta gente.¿Todo por unos minutos de fuegos artificiales?Una sonrisa de des
El amanecer en aquel lujoso hotel traía consigo el caos de la noche anterior.Lucía Díaz despertó con cada músculo de su cuerpo protestando. Se masajeó un poco las sienes, intentando así reincorporarse, cuando su mirada se posó en la imponente figura que se encontraba justo a su lado. Un hermoso rostro, marcado con facciones muy finas y ojos que, aun cerrados, prometían una inmensa profundidad. Mateo Rodríguez seguía sumido por completo en un sueño profundo, ajeno al mundo.Al levantarse, las sábanas se deslizaron por su piel, revelando así uno de sus hombros salpicados de recuerdos de aquella noche. La visión de las manchas carmesí en la cama le revolvió al instante el estómago. El reloj marcaba la cuenta regresiva empezaba a correr para su jornada laboral. Con movimientos mecánicos, rescató su traje del suelo, descartando así las medias echas jirones y poniéndolas a un lado, antes de calzarse los tacones.De repente, alguien llamó a la puerta.Ya transformada en una talentosa e efici
Las palabras de Mateo tomaron por sorpresa a Lucía, haciéndola tambalearse un poco y casi caer sobre él. Con reflejos rápidos, Mateo la sujetó con fuerza por la cintura para evitar que perdiera en ese momento el equilibrio.El contacto de sus manos sobre su cuerpo despertó al instante en Lucía recuerdos vívidos de la noche anterior, cuando se entregaron el uno al otro con pasión desenfrenada y loca.Recuperando lentamente la compostura, Lucía alzó la mirada y se encontró con los ojos penetrantes de Mateo. La intensidad de su mirada, una mezcla de curiosidad y desconfianza, la hizo sentir como si pudiera leer sus pensamientos más íntimos.El corazón de Lucía comenzó a latir con gran fuerza, amenazando con salirse de su pecho. Incapaz de sostener siquiera esa mirada escrutadora por más tiempo, bajó la vista instintivamente.Un pensamiento la asaltó: si Mateo se había enfurecido al creer que era otra mujer, ¿cómo reaccionaría al saber que en realidad era ella? La idea la aterraba demasiad
Lucía levantó la vista y se encontró con Camila, quien llevaba puesto un delantal y sostenía una cuchara de sopa. Al ver a Lucía, su sonrisa apenas titubeó antes de saludar con cortesía:—Señora, ¿esta muchacha es su invitada? Hice sopa de sobra, si desean pasen y siéntense, por favor.Se comportaba como la verdadera dueña de casa, como si Lucía fuera la visita. Y pronto así sería: una completa desconocida.Lucía frunció el ceño, sintiéndose profundamente incómoda. Cuando se casó con Mateo lo anunciaron en toda la ciudad, e incluso Camila les envió una amplia felicitación. Era imposible que no supiera que ella era la verdadera esposa de Mateo.Al ver que Lucía no se inmuto, Camila se apresuró a tomarla de la mano:—No sea tímida, venga, pásele usted.Al acercarse, Lucía percibió un suave aroma a azahar. El mismo perfume que Mateo le había regalado casualmente en su último cumpleaños.Lucía sintió un nudo en la garganta. Le costaba respirar y sus pies parecían pegados al suelo.Carolina
Camila, tratando de justificar su presencia, improvisó:—Lucía parecía algo indispuesta hoy, así que me ofrecí a traer los documentos en su lugar —mostró su mano lastimada y añadió con un tono conciliador. — Mateo, no seas duro con ella. Fue un simple accidente. Espero que no haya retrasado nada importante.Era la primera vez que Lucía fallaba en entregar documentos de la empresa, y estos habían terminado justo en manos ajenas.Mateo frunció el ceño, visiblemente molesto, pero se contuvo en ese momento frente a Camila. Se limitó a ajustarse la corbata y respondió con aparente calma:—No te preocupes, no es nada grave.Cambiando de tema abruptamente, añadió:—Ya que estás aquí, puedes quedarte un rato si quieres.Camila sintió una ligera chispita de alegría ante esas palabras. Al menos no la estaba rechazando.—¿No tienes una reunión pendiente? No quisiera interrumpir tu trabajo —preguntó, fingiendo cierta timidez.Mateo hizo una breve llamada:—Pospongan la reunión media hora.Camila s