Le limpió la herida con Isodine antes de vendarla. Poco después, Javier acercó el auto a la acera.Mientras Lucía ayudaba a Mateo a subir al auto, miró a Nicolás. Una mirada que no pasó desapercibida para Mateo, quien notó cuánto parecía importarle.—Veté con él —dijo Nicolás con suavidad—. El señor Rodríguez está lastimado y necesita de alguien que lo cuide.Entendía perfectamente la situación y le facilitaba a Lucía la decisión, consciente de que Mateo era su jefe y había que mantener las apariencias.—Me voy entonces —dijo Lucía despidiéndose con la mano—. Gracias por el día de hoy.—No hay de qué —respondió Nicolás.Cuando cerraron la puerta del auto, Javier, que estaba por subir, recordó algo y se acercó sonriendo a Nicolás: —Señor Gómez, si me permite... —tomó cortésmente el oso de peluche.Después de todo, era un premio que el señor Rodríguez había ganado para Lucía, no quedaba bien que otro lo tuviera. Era la primera vez que veía a su jefe esforzarse tanto por algo así.Mientra
En ese momento, Mateo regresaba de un viaje por fuera del país, pero se encontró el montón de reportes de trabajo esperándole.—Señor Rodríguez, está todo organizado para empezar la entrega a la una de la tarde.Mateo miró hacia donde Lucía trabajaba ocupada y la llamó con tono distante: —Señorita Díaz.—¿Sí, señor Rodríguez?—Si no tiene otros compromisos, por favor tenga usted la amabilidad de acompañarnos esta tarde.Todos los presentes se sorprendieron. Era un trabajo de por si bastante pesado y agotador que ninguna mujer solía hacer, siempre lo asignaban a los hombres de la oficina. Lucía sería la única mujer en hacerlo. Además, con el solazo que estaba haciendo allí afuera, su vestido y tacones, le sería incómodo agacharse y caminar. No era pues apropiado que fuera, pero nadie se atrevía a contradecir a Mateo.—Sí, señor Rodríguez —respondió Lucía, acatando la orden.Mateo se marchó hacia su oficina sin mirarla.—Lucía, te acompaño —ofreció Paula, queriendo ayudarla.—No es neces
Al verlo tan callado, Martín se le acercó a su lado y comentó: —Esta mujer que eligió tu abuelo como tu esposa no está nada mal. Es dócil, sumisa, sensata y ni siquiera le importa cuántas mujeres tengas fuera. ¿Qué hay de malo en eso? ¿Por qué te molesta tanto?—Una esposa dócil, sensata y obediente ciertamente es una buena elección —respondió Mateo después de un momento de silencio.—Vaya, vaya. Veo que ahora toda tu atención está en ella. ¿No te habrás pues enamorado? —Martín notaba algo extraño en él. Incluso cuando la molestaba, ¿por qué se sentía él mismo infeliz?Observando hacia abajo, donde ella interactuaba amablemente con sus compañeros, agregó sonriendo: —Tu esposa parece ser muy extrovertida, se lleva bien con todos. ¿No habías dicho que se divorciarían? Después del divorcio, seguramente será muy codiciada.Las palabras de Martín hicieron que Mateo frunciera aún más el ceño. Para Lucía, relacionarse con la gente no era difícil, y además era muy querida.—Tú mismo has dicho
—De ninguna manera —respondió ella.En ese momento llevaba puesto un saco que ocultaba su blusa. Justo cuando iba a quitárselo, él la había arrastrado hasta allí.—¿No crees que es un poco tarde para cubrirte? —se burló Mateo, sus ojos llenos de posesividad mientras sus dedos rozaban su pecho.Lucía vio en su mirada algo que nunca había notado antes: el deseo depredador de un hombre hacia una mujer. Sintió el peligro e intentó alejarse.Pero Mateo no se lo permitió, manteniéndola acorralada: —Lucía, ¿así es como ejerces tu derecho a buscar la felicidad?—¿Qué felicidad? —preguntó ella confundida.Presionando su cuerpo contra el de ella, se burló: —Tienes bastantes opciones, ¿no? Apenas te divorcies de mí, correrás a casarte con otro.Al sentir que sus manos se volvían más atrevidas, Lucía se encogió asustada: —No es así, Mateo. Suéltame, podemos hablar civilizadamente. ¡Alguien podría vernos!Mateo observó su sonrojo y su figura delineada bajo la blusita mojada. Pensar en todos los ti
Karen retrocedió varios pasos, atónita.—¿Dices que Lucía es la esposa de Mateo?Karen no podía creerlo. Si Mateo fuera el esposo de Lucía, ¿cómo era posible que ella no lo supiera? ¿Por qué no lo habían hecho público?—Sí, ahora suelta mi mano —Adriana se zafó—. ¡Mi cuñado es Mateo!—Ustedes dos me están diciendo mentiras, ¿cierto? Lucía es la secretaria de Mateo, ¿cómo podría ser ahora su esposa? —cuestionó Karen, escéptica.—¿Por qué no creerlo? —intervino Lily—. Lo vi y lo escuché con mis propios ojos y oídos. Mi sobrino político incluso visitó a mi hermano mayor, el padre de Lucía. Mateo es nuestro sobrino político.Karen, procesando la información, preguntó: —¿Ustedes... no lo sabían antes?—No, nos enteramos hace poco —suspiró Lily—. ¡Si lo hubiéramos sabido antes, ya seríamos mucho más rica!¡Los Rodríguez le habían pagado a Tomás un millón! Para una familia común, ¡eso equivalía al trabajo de varias generaciones! Si lo hubieran descubierto antes, podrían haberse beneficiado ta
Karen, que antes estaba nerviosa y sentía que iba a perder, recuperó la confianza al escucharlo todo.El puesto de Lucía como señora Rodríguez era inútil si nadie lo sabía, ¿de qué pues servía?Probablemente acabarían divorciándose.Mirándolas, se le ocurrió una buena idea.—No se apresuren ustedes —dijo Karen sonriendo—. No es fácil entrar al Grupo Rodríguez, ¡las echarían antes de siquiera entrar!—¿Cómo podrían? ¡Soy la tía de Mateo, nadie se atrevería a echarme! —protestó Lily, confiada en su posición y esperando ser tratada con respeto y privilegios.Karen dijo: —Ustedes mismas dijeron que Lucía desconfía de ustedes. Ella es la secretaria de Mateo, será la primera en enterarse cuando intenten entrar. ¿No creen que las echarán?Lily lo pensó y se preocupó: —Tienes razón. Ya en el hospital fue hostil, ¡aquí seguro no me dará buena cara!—Mi sobrina no respeta a sus mayores, ¡no sé qué clase de educación fue la que recibió!—¿Entonces qué hacemos? —preguntó Adriana angustiada.Lily c
La recepcionista siempre había pensado que Lucía era una buena persona.Amable, modesta, no podía ser como la describían. Al contrario, era Lily quien armaba escándalo y hablaba agresivamente, el tipo de mujer que no pararía hasta conseguir lo que quería.Quería llamar a seguridad para que las sacaran, pero justo vio pasar un auto con identificación de prensa.Además, había trabajadores de limpieza frente a la entrada.Estos periodistas cubrían noticias sociales y querrían entrevistarlos. No podían permitir que vieran esto, así que no se atrevía a actuar contra Lily.Lily, perspicaz, notó la mirada de la recepcionista y vio a los periodistas afuera.Era la oportunidad perfecta.Dejó de alborotar y se dirigió hacia la salida.—¡Deténganlas! —ordenó la recepcionista al ver que la situación empeoraba.—¡¿Qué es lo que pretenden?! ¡¿Ya no hay acaso justicia?! —gritó Lily cuando intentaron detenerla—. ¿Acaso Lucía les ordenó hacer esto? ¡¿Quiere pues silenciarme, o quizás eliminarme?!Adria
—¡Lucía, poseemos problemas!Lucía, que acababa de arreglarse en el baño, vio a Paula corriendo agitada y preguntó: —¿Y ahora qué pasa? ¿Por qué tanto alboroto?—¡Tienes problemas!Paula no podía creer que algo así estuviera sucediendo.—¿Yo? —preguntó Lucía con calma—. ¿De qué hablas?—Tu tía y tu prima...Al oír esos nombres, Lucía se encolerizo. Solo escucharlos ya presagiaba problemas.Entonces vio la transmisión en vivo en el celular de Paula.Su tía y prima, al no poder sacarle dinero directamente, ahora se hacían las víctimas frente a los periodistas para dañar su imagen.E incluso inventaban cosas.Decían que habían gastado todos sus ahorros en su educación universitaria.Que apenas consiguió un buen puesto en la empresa, renegó de su familia y no se preocupó por sus tíos.Que nunca les había dado ni un centavo.Que por gastar sus ahorros en su educación, su prima no pudo entrar a una buena universidad.Que ahora que tenían problemas, Lucía los abandonaba y dejaba morir a su t