Una, fuerte.
—¡Leonard!
Sí, suave, maleable, firme, rebotaba contra mi mano mientras su piel se erizaba.
Dos y una caricia, disfrute total, su carne comenzaba a enrojecer.
Tres, más fuerte, y jadeos.
—Hum…
Cuatro, resiste…su piel enrojecida y caliente, jadeos más fuertes.
Separé ligeramente sus piernas para acariciarla ahí donde me aclamaba, mojada, oh si muy mojada.
Cinco, gemido y caricia.
—Oh, vamos, tesoro, quiero que lo digas—mi voz sonaba ya bastante ronca, agitada.
—No…—gimoteó, mordiendo la sabana.
Loco, ella me volvía loco.
Seis y un grito ahogado que se perdió en el eco de las olas, caricia, no podía dejar de acariciarle, loco, despiadado y vengativo, así me sentía en estos momentos, completamente excitado, pero sobre todo libre de ca
Calor y frescor, lo sentía por el cuerpo desnudo, oh estaba desnuda.Abrí los ojos lentamente, estirándome entre las sabanas de esa enorme cama, sí, no había sido un sueño, todo era real.Me estiré, pero no me topé con nada, parpadeé para retirar las musarañas somnolientas e incorporarme… ah, ahí estaba.Mi dios del sexo, mi hombre salvaje, me mordí el labio reviviendo las imágenes de aquella noche y eché un suspiro. Estaba de espaldas a mí, en todo su esplendor, curvilínea por los músculos esculpidos, la extensión de sus brazos fuertes, aunque suaves al tacto. Aparté la vista de él, me llevé una mano al cabello, seguramente estaría completamente enredado, entonces me di cuenta de lo pesada que estaba mi mano ¿Pesada? ¡Oh mon dieu! (¡Oh mi Dios
Escuché el golpe del mar azotando la marea, los titilantes cristales chocar unos contra otros, me desperté al oler su perfume entre las almohadas, pero ella no estaba, me levanté de golpe, buscándola.Apacigüé mi corazón cuando entre las blancas cortinas, a la lejanía, pude verla sentada en la arena de cara al mar. Estaba a punto de amanecer, el sol comenzaba a salir entre los cuerpos rocosos a la lejanía, destellos anaranjados y amarillos, las olas, ya relajadas proyectaban los mismos destellos, pero más brillantes, casi como un espejo.Aquellos reflejos se proyectaban en ella y su cabello tiñéndolo como el mismo sol, calor, eso sentía ahora, era una calidez, y calma, verla tan tranquila y relajada.Me acerqué con lentitud para apreciar el momento, mantener ese precioso cuadro en mi mente para siempre, aunque podría apreciarlo para siempre si le tomaba una fot
“Mierda, Audrey, ¿Seremos damas?” Jade.“Fe-li-ci-da-des” Rose, mandó un stiker sorprendido.“Yo quiero que nuestros vestidos sean amarillos” Jade.“Yo prefiero el rosa palo” Rose.“Espera un minuto, debes contarnos con detalle ¿Cómo te lo propuso?” Jade.“Les contaré después, tenemos una comida muy interesante” escribí con un emoji malvado.“Cierto, tu abuela nos invitó” Jade“Llevaré Sfogliatelle rellenos de fresa picada, tu abuela me prestó tu cocina” Rose.“Yo seré su pincha” Jade y mandó un stiker cocinero.“Las veré en un rato en casa de Leonard” escribí y mandé un corto video tirándoles un beso.
Pensar en lo que pasaría ahora me tenía un poco nervioso, por supuesto ya conocía a sus padres, esa charla del día anterior había sido refrescante, Alexandre Vial había resultado bastante sencillo, Fleur Vial sumamente encantada (a pesar de haber recibido su bofetada). Esta vez estarían los hermanos, debía mejorar mi relación con Travis. Carlo llegaría un par de horas después, tenía que terminar unas diligencias.Alonzo aparcó el auto donde siempre y nos dispusimos a salir.— Entonces ya están aquí…—apuntó Audrey con la barbilla la limosina de Madeleine aparcada no muy lejos de donde estábamos.—Si…—me giré para mirarla y tenderle la mano—, ¿entramos? Tomó
No sabía si era bueno o malo espiar a mi futuro esposo, quizá si fuera una novia loca obsesiva, probablemente, pero, su inesperada visita y que mi abuela saliera tras él me mantenía inquieta. Observé a su amigo Carlo, incluso a su madre, pero se mantenían tan contentos y atentos en sus conversaciones que no prestaron mucha atención a la salida repentina de ambos. Mis amigas parloteaban a mi lado sobre los detalles de la boda, sus vestidos de damas de honor, Jade protestaba para que fuera amarillo canario, mientras Rose pedía a gritos que fuera verde esmeralda para que hiciera juego con sus pieles y esperaba que no tuviera secuelas sobre su embarazo. Mi madre también interactuó con ellas enzarzándose en una pelea sobre arreglos florales y banquetes, mientras que mi cabeza daba vuelt
—He conseguido las grabaciones de la empresa Vial—chistó Gabriel. Recorrí el largo tramo de mi escritorio hasta la mesa de juntas.—¿Lo tienes?—Sí, tengo una toma de su cara completa, al parecer se descuidó—apareció, en su pantalla una toma pixeleada del supuesto Dubois—ahora mismo la mejoro—hizo un par de maniobras y la imagen se aclaró por completo, ahí estaba, la estúpida cara de ese maldito.—Búscalo, si es posible hasta debajo de las piedras—le ordené. Habíamos pasado casi toda la mañana metidos en la oficina, habíamos tenido una pista, solo una, los gemelos Russo habían dado con Diane en Lazio y mandé a primera hora a Helena para investigar con pe
Maldita sea, lo que me temía, bueno era una adulta, con arranques de adolescente, pero podía tomar mis decisiones, aunque fueran bastante arrebatadas, había sido una decisión unánime y el primero en salir de esta casa había sido Travis. Así que en el aeropuerto despedimos a tres personas, a una voluminosa Rose con la enfermera que mi abuela le asignó, a una Jade preocupada por dejarme con mi familia y a un Travis que ya había pasado mucho tiempo lejos de su esposa. Claro, lo vería pasado mañana, la familia había decidido regresar a Montreal y tratar de resolver este embrollo. Ahora lo más turbio sería decirle a Leonard que, por supuesto explotaría.
—Regresaré a Montreal…mañana—dijo y preferí mil veces que me hubiese dado un tiro.Soltar esa bomba después de una salvaje sesión de sexo era sumirme en el abismo.—No—dije con aplomo—No puedes irte… aun no…Suspiró.—No lo he decidido yo… no del todo, fue una decisión familiar, quieren que regresemos a Montreal y resolver las cosas allá—me miró conteniéndose—Travis se ha ido muy temprano, quiso irse para con su esposa… y sé que tú estás aquí, pero quiero regresar a Montreal porque he descuidado demasiado mi trabajo.—No pongas de pretexto tu trabajo—dije con desesperación—por ahora eso no es relevante, me interesa tu seguridad…—Mira… no quiero irme así… pelear no servirá… aunque serí