—He conseguido las grabaciones de la empresa Vial—chistó Gabriel.
Recorrí el largo tramo de mi escritorio hasta la mesa de juntas.
—¿Lo tienes?
—Sí, tengo una toma de su cara completa, al parecer se descuidó—apareció, en su pantalla una toma pixeleada del supuesto Dubois—ahora mismo la mejoro—hizo un par de maniobras y la imagen se aclaró por completo, ahí estaba, la estúpida cara de ese maldito.
—Búscalo, si es posible hasta debajo de las piedras—le ordené.
Habíamos pasado casi toda la mañana metidos en la oficina, habíamos tenido una pista, solo una, los gemelos Russo habían dado con Diane en Lazio y mandé a primera hora a Helena para investigar con pe
Maldita sea, lo que me temía, bueno era una adulta, con arranques de adolescente, pero podía tomar mis decisiones, aunque fueran bastante arrebatadas, había sido una decisión unánime y el primero en salir de esta casa había sido Travis. Así que en el aeropuerto despedimos a tres personas, a una voluminosa Rose con la enfermera que mi abuela le asignó, a una Jade preocupada por dejarme con mi familia y a un Travis que ya había pasado mucho tiempo lejos de su esposa. Claro, lo vería pasado mañana, la familia había decidido regresar a Montreal y tratar de resolver este embrollo. Ahora lo más turbio sería decirle a Leonard que, por supuesto explotaría.
—Regresaré a Montreal…mañana—dijo y preferí mil veces que me hubiese dado un tiro.Soltar esa bomba después de una salvaje sesión de sexo era sumirme en el abismo.—No—dije con aplomo—No puedes irte… aun no…Suspiró.—No lo he decidido yo… no del todo, fue una decisión familiar, quieren que regresemos a Montreal y resolver las cosas allá—me miró conteniéndose—Travis se ha ido muy temprano, quiso irse para con su esposa… y sé que tú estás aquí, pero quiero regresar a Montreal porque he descuidado demasiado mi trabajo.—No pongas de pretexto tu trabajo—dije con desesperación—por ahora eso no es relevante, me interesa tu seguridad…—Mira… no quiero irme así… pelear no servirá… aunque serí
Faltaban solo una semana para el verano indio.El azote del viento otoñal me dio con todo en la cara cuando bajé del Jet. Fuera, ya estaba Erick con el auto a puertas abiertas, las piernas me temblaban por el aburrido viaje, caminé en círculos mientras el resto de la familia bajaba, ya había un par de agentes, también, esperándonos.Estaba en casa.Miré el cielo nocturno y estrellado canadiense, ya lo extrañaba.Como una buena familia, el viaje a casa fue silencioso, meditabundo, así como el mismo viaje en el jet había sido.Me picaban los pies y las manos por regresar a mis trabajos.No, más bien, quería regresar a la normalidad, todo a cuando ignoraba las cosas, cuando mi vida estaba teniendo un buen curso, ahora, había regresado de Italia abrumada y casi casada.Miré con nostalgia los anillos que me quemaban la mano,
—¿Está seguro de lo que quiere hacer, señor? —me preguntó Dante antes de que Alonzo llegara a nuestro destino.Dante seguía extendiéndome aquella arma de mango oscuro, parecía pesada, miré de nuevo la ventanilla.—No, Dante, ha dicho que solo quiere hablar, si quisiera matarme podría ser en un lugar menos concurrido o menos religioso, aunque quisiera portar esa arma para sentirme seguro, creo que no es conveniente.Dante solo hizo una ligera mueca.—Mi trabajo es cuidar de usted señor, si no me permite ir con usted, otorgarme esto por su bien—miré de nuevo aquella arma y la tomé.Sabía que era demasiado impulsivo, pero si mi vida acabara ahora, quizá sería luchando, como siempre en mi puta vida.Doménico Rinaldi me había citado para charlar, ¡Charlar! de qué demonios me quer&i
Quizá estaba haciendo más capricho del que no debería haber hecho. El Quattroporte se detuvo frente a la empresa, salí del auto sin esperar a que me abrieran la puerta, con un Héctor pisándome los talones. Vi como los empleados se me quedaban viendo, con asombro, quizá se esperaban que nunca regresaría, una lluvia de “buenos días, señorita Vial” cayeron sobre mi cuando me topaba con ellos. Llegué a mi oficina con la boca dolorida de tanto contestar y devolver sonrisas. Maya me esperaba ansiosa, con mi capuchino entre las manos, casi dando saltitos cuando entré al pasillo hacia mi oficina. —Por dios señorita, ¡Está aquí! —se abalanzó sobre mí con un grato abrazo, demasiado corto, arrepintiéndose de su acto—oh, discúlpeme he sido demasiado efusiva. —No te preocupes, también te extrañé—le sonreí anchamente, ella se percató de la presencia masculina y poco empática de Héctor—Maya, este es mi…guarda espaldas… por así decirlo, así que lo verás mucho por aquí—ella asintió. —¿Se le ofre
Rinaldi me miró sopesando, cansado.—¿Pasa algo?Debía confiar en decirle, había dicho que nos unía una sola cosa, la venganza, y ahora, ese maldito había matado a uno de mis agentes.—Han matado a mi agente—le dije, se puso rígido—dijo que tenía información sobre el causante de todo—comencé a llamar a Gabriel—el asesino habló conmigo.Se levantó del banco.—¿Quién ha sido?—No lo sé, solo ha dicho que pronto le veré—Gabriel contestó enseguida.—Diga jefe.—Brooklier te ha mandado información, necesito que la tengas lista en mi oficina, ahora.—Sí, señor.—¿Dónde está tu hermana?—Regresa de Lazio tiene información de la muerte de Diane Rinaldi.—Necesito que se regrese cuanto antes—y le colgué.—Debo hacerte una propuesta—dijo Doménico con su voz cansada—debemos unirnos ahora, sé que tienes un equipo y que ha tratado de infiltrarse en información de nuestra familia, yo también tengo a mis nietos que se encargan de ello.No había tiempo de dudar, cuanto más rápido diera con el hijo de
Pasar tiempo en mi consultorio fue mucho mejor, me concentré en archivar los diagnósticos y los seguimientos que habían realizado mis colegas con mis pacientes.Yune con su eterno entre cejo pareció un poco feliz de verme después de mucho tiempo, aunque no entablamos conversación. Héctor no volví a insistir para que le dijera sobre mi salida con la agente Lefonte y esperaba a que fuera así.Ya entrada la tarde y sin mucho que hacer, mis dedos viajaron hasta el número de Leonard… no, debía contenerme, me había escrito un “Te amo “simplemente, ¿No se suponía que estaría al pendiente de todo?Dios Audrey, estas penando como una novia muy dependiente, no. Mejor continúe con buscar mi labor, tomé notas y repasé las nuevas consultas.Ordené de otro modo los juguetes que tenía, cambié de lugar los sillones, arreglé el espacio de juego y los tapetes de colores, los libros y sillas, terminé por quitarme las botas de tacón, ya que se resbalaban en el piso, ordené de nuevo todo mi consultorio y
El niño se encontraba atado de manos y pies, amordazado y con un saco de papas apestosas en la cabeza, no podía ver, pero claro que escuchaba. —Déjalo, es solo un maldito niño—chistó la voz de un hombre molesto—déjalo que se muera. —Pero será testigo…—Solo golpéalo en la nuca, se le borrará la memoria. —Julien… no podemos. —O le borras la memoria o matas al maldito, elige. Chorros de lágrimas silenciosas caían por las mejillas de aquel pequeño, gimoteó, iba a morir, tal como su padre hace unos momentos, el miedo le embargaba por completo que no se dio cuenta de que estaba temblando, las cuerdas de sus manos le cortaban la circulación, sus palmas picaban, la de sus piernas estaba tan apretada que ya casi le escurría la sa