—Regresaré a Montreal…mañana—dijo y preferí mil veces que me hubiese dado un tiro.
Soltar esa bomba después de una salvaje sesión de sexo era sumirme en el abismo.
—No—dije con aplomo—No puedes irte… aun no…
Suspiró.
—No lo he decidido yo… no del todo, fue una decisión familiar, quieren que regresemos a Montreal y resolver las cosas allá—me miró conteniéndose—Travis se ha ido muy temprano, quiso irse para con su esposa… y sé que tú estás aquí, pero quiero regresar a Montreal porque he descuidado demasiado mi trabajo.
—No pongas de pretexto tu trabajo—dije con desesperación—por ahora eso no es relevante, me interesa tu seguridad…
—Mira… no quiero irme así… pelear no servirá… aunque serí
Faltaban solo una semana para el verano indio.El azote del viento otoñal me dio con todo en la cara cuando bajé del Jet. Fuera, ya estaba Erick con el auto a puertas abiertas, las piernas me temblaban por el aburrido viaje, caminé en círculos mientras el resto de la familia bajaba, ya había un par de agentes, también, esperándonos.Estaba en casa.Miré el cielo nocturno y estrellado canadiense, ya lo extrañaba.Como una buena familia, el viaje a casa fue silencioso, meditabundo, así como el mismo viaje en el jet había sido.Me picaban los pies y las manos por regresar a mis trabajos.No, más bien, quería regresar a la normalidad, todo a cuando ignoraba las cosas, cuando mi vida estaba teniendo un buen curso, ahora, había regresado de Italia abrumada y casi casada.Miré con nostalgia los anillos que me quemaban la mano,
—¿Está seguro de lo que quiere hacer, señor? —me preguntó Dante antes de que Alonzo llegara a nuestro destino.Dante seguía extendiéndome aquella arma de mango oscuro, parecía pesada, miré de nuevo la ventanilla.—No, Dante, ha dicho que solo quiere hablar, si quisiera matarme podría ser en un lugar menos concurrido o menos religioso, aunque quisiera portar esa arma para sentirme seguro, creo que no es conveniente.Dante solo hizo una ligera mueca.—Mi trabajo es cuidar de usted señor, si no me permite ir con usted, otorgarme esto por su bien—miré de nuevo aquella arma y la tomé.Sabía que era demasiado impulsivo, pero si mi vida acabara ahora, quizá sería luchando, como siempre en mi puta vida.Doménico Rinaldi me había citado para charlar, ¡Charlar! de qué demonios me quer&i
Quizá estaba haciendo más capricho del que no debería haber hecho. El Quattroporte se detuvo frente a la empresa, salí del auto sin esperar a que me abrieran la puerta, con un Héctor pisándome los talones. Vi como los empleados se me quedaban viendo, con asombro, quizá se esperaban que nunca regresaría, una lluvia de “buenos días, señorita Vial” cayeron sobre mi cuando me topaba con ellos. Llegué a mi oficina con la boca dolorida de tanto contestar y devolver sonrisas. Maya me esperaba ansiosa, con mi capuchino entre las manos, casi dando saltitos cuando entré al pasillo hacia mi oficina. —Por dios señorita, ¡Está aquí! —se abalanzó sobre mí con un grato abrazo, demasiado corto, arrepintiéndose de su acto—oh, discúlpeme he sido demasiado efusiva. —No te preocupes, también te extrañé—le sonreí anchamente, ella se percató de la presencia masculina y poco empática de Héctor—Maya, este es mi…guarda espaldas… por así decirlo, así que lo verás mucho por aquí—ella asintió. —¿Se le ofre
Rinaldi me miró sopesando, cansado.—¿Pasa algo?Debía confiar en decirle, había dicho que nos unía una sola cosa, la venganza, y ahora, ese maldito había matado a uno de mis agentes.—Han matado a mi agente—le dije, se puso rígido—dijo que tenía información sobre el causante de todo—comencé a llamar a Gabriel—el asesino habló conmigo.Se levantó del banco.—¿Quién ha sido?—No lo sé, solo ha dicho que pronto le veré—Gabriel contestó enseguida.—Diga jefe.—Brooklier te ha mandado información, necesito que la tengas lista en mi oficina, ahora.—Sí, señor.—¿Dónde está tu hermana?—Regresa de Lazio tiene información de la muerte de Diane Rinaldi.—Necesito que se regrese cuanto antes—y le colgué.—Debo hacerte una propuesta—dijo Doménico con su voz cansada—debemos unirnos ahora, sé que tienes un equipo y que ha tratado de infiltrarse en información de nuestra familia, yo también tengo a mis nietos que se encargan de ello.No había tiempo de dudar, cuanto más rápido diera con el hijo de
Pasar tiempo en mi consultorio fue mucho mejor, me concentré en archivar los diagnósticos y los seguimientos que habían realizado mis colegas con mis pacientes.Yune con su eterno entre cejo pareció un poco feliz de verme después de mucho tiempo, aunque no entablamos conversación. Héctor no volví a insistir para que le dijera sobre mi salida con la agente Lefonte y esperaba a que fuera así.Ya entrada la tarde y sin mucho que hacer, mis dedos viajaron hasta el número de Leonard… no, debía contenerme, me había escrito un “Te amo “simplemente, ¿No se suponía que estaría al pendiente de todo?Dios Audrey, estas penando como una novia muy dependiente, no. Mejor continúe con buscar mi labor, tomé notas y repasé las nuevas consultas.Ordené de otro modo los juguetes que tenía, cambié de lugar los sillones, arreglé el espacio de juego y los tapetes de colores, los libros y sillas, terminé por quitarme las botas de tacón, ya que se resbalaban en el piso, ordené de nuevo todo mi consultorio y
El niño se encontraba atado de manos y pies, amordazado y con un saco de papas apestosas en la cabeza, no podía ver, pero claro que escuchaba. —Déjalo, es solo un maldito niño—chistó la voz de un hombre molesto—déjalo que se muera. —Pero será testigo…—Solo golpéalo en la nuca, se le borrará la memoria. —Julien… no podemos. —O le borras la memoria o matas al maldito, elige. Chorros de lágrimas silenciosas caían por las mejillas de aquel pequeño, gimoteó, iba a morir, tal como su padre hace unos momentos, el miedo le embargaba por completo que no se dio cuenta de que estaba temblando, las cuerdas de sus manos le cortaban la circulación, sus palmas picaban, la de sus piernas estaba tan apretada que ya casi le escurría la sa
Leonard y yo nos dedicamos a salir como verdaderos novios, bueno, quizá no tan solos como hubiésemos querido, los agentes se mantenían a una distancia discreta. Leonard se había levantado con gran entusiasmo para salir conmigo, nos había ido bastante bien.Muriel y Raphael estaban encantados con la presencia de Leonard en mi casa, charlamos un poco y comimos juntos como si… fuéramos una pequeña familia feliz, para después retirarnos a mi habitación y recibirlo como se merecía.Cumplí mi fantasía de meterme a la tina con él con una de esas bombas de baño exquisitas, de observar cada uno de sus gestos a la luz de esas velas, contemplarlo llegar al éxtasis envuelto en capas de nuestro sudor y agua aromática, era una de las cosas que amaba de él.Leonard me sorprendió o quizá no tanto, debía haberme hecho una idea p
No podía aplazar más mis obligaciones, debía tener ocupada la mente, me había distraído lo suficiente con Audrey la semana pasada, pero ahora debía volver a la empresa. Gabriel y los nietos de Doménico le seguían el paso a Jasón Preston y la búsqueda de Darién Rinaldi, parecía que ese maldito se había esfumado de la faz de la tierra.Carlo había llegado anoche, trayendo consigo a Helena que se había encargado del asunto de Diane, no presidió de mucha información.— Parase que toda la policía de Lazio está yendo a ciegas con este caso, tienen sospechosos, pero ninguno que se le acerqué para saber si es Darién Rinaldi—la miré frunciendo el ceño hacia las piernas que tenía encima de mi sillón, suspiró mientras bajaba las piernas.—Pero tampoco podemos atribuirle la mue