“Mierda, Audrey, ¿Seremos damas?” Jade.
“Fe-li-ci-da-des” Rose, mandó un stiker sorprendido.
“Yo quiero que nuestros vestidos sean amarillos” Jade.
“Yo prefiero el rosa palo” Rose.
“Espera un minuto, debes contarnos con detalle ¿Cómo te lo propuso?” Jade.
“Les contaré después, tenemos una comida muy interesante” escribí con un emoji malvado.
“Cierto, tu abuela nos invitó” Jade
“Llevaré Sfogliatelle rellenos de fresa picada, tu abuela me prestó tu cocina” Rose.
“Yo seré su pincha” Jade y mandó un stiker cocinero.
“Las veré en un rato en casa de Leonard” escribí y mandé un corto video tirándoles un beso.
Pensar en lo que pasaría ahora me tenía un poco nervioso, por supuesto ya conocía a sus padres, esa charla del día anterior había sido refrescante, Alexandre Vial había resultado bastante sencillo, Fleur Vial sumamente encantada (a pesar de haber recibido su bofetada). Esta vez estarían los hermanos, debía mejorar mi relación con Travis. Carlo llegaría un par de horas después, tenía que terminar unas diligencias.Alonzo aparcó el auto donde siempre y nos dispusimos a salir.— Entonces ya están aquí…—apuntó Audrey con la barbilla la limosina de Madeleine aparcada no muy lejos de donde estábamos.—Si…—me giré para mirarla y tenderle la mano—, ¿entramos? Tomó
No sabía si era bueno o malo espiar a mi futuro esposo, quizá si fuera una novia loca obsesiva, probablemente, pero, su inesperada visita y que mi abuela saliera tras él me mantenía inquieta. Observé a su amigo Carlo, incluso a su madre, pero se mantenían tan contentos y atentos en sus conversaciones que no prestaron mucha atención a la salida repentina de ambos. Mis amigas parloteaban a mi lado sobre los detalles de la boda, sus vestidos de damas de honor, Jade protestaba para que fuera amarillo canario, mientras Rose pedía a gritos que fuera verde esmeralda para que hiciera juego con sus pieles y esperaba que no tuviera secuelas sobre su embarazo. Mi madre también interactuó con ellas enzarzándose en una pelea sobre arreglos florales y banquetes, mientras que mi cabeza daba vuelt
—He conseguido las grabaciones de la empresa Vial—chistó Gabriel. Recorrí el largo tramo de mi escritorio hasta la mesa de juntas.—¿Lo tienes?—Sí, tengo una toma de su cara completa, al parecer se descuidó—apareció, en su pantalla una toma pixeleada del supuesto Dubois—ahora mismo la mejoro—hizo un par de maniobras y la imagen se aclaró por completo, ahí estaba, la estúpida cara de ese maldito.—Búscalo, si es posible hasta debajo de las piedras—le ordené. Habíamos pasado casi toda la mañana metidos en la oficina, habíamos tenido una pista, solo una, los gemelos Russo habían dado con Diane en Lazio y mandé a primera hora a Helena para investigar con pe
Maldita sea, lo que me temía, bueno era una adulta, con arranques de adolescente, pero podía tomar mis decisiones, aunque fueran bastante arrebatadas, había sido una decisión unánime y el primero en salir de esta casa había sido Travis. Así que en el aeropuerto despedimos a tres personas, a una voluminosa Rose con la enfermera que mi abuela le asignó, a una Jade preocupada por dejarme con mi familia y a un Travis que ya había pasado mucho tiempo lejos de su esposa. Claro, lo vería pasado mañana, la familia había decidido regresar a Montreal y tratar de resolver este embrollo. Ahora lo más turbio sería decirle a Leonard que, por supuesto explotaría.
—Regresaré a Montreal…mañana—dijo y preferí mil veces que me hubiese dado un tiro.Soltar esa bomba después de una salvaje sesión de sexo era sumirme en el abismo.—No—dije con aplomo—No puedes irte… aun no…Suspiró.—No lo he decidido yo… no del todo, fue una decisión familiar, quieren que regresemos a Montreal y resolver las cosas allá—me miró conteniéndose—Travis se ha ido muy temprano, quiso irse para con su esposa… y sé que tú estás aquí, pero quiero regresar a Montreal porque he descuidado demasiado mi trabajo.—No pongas de pretexto tu trabajo—dije con desesperación—por ahora eso no es relevante, me interesa tu seguridad…—Mira… no quiero irme así… pelear no servirá… aunque serí
Faltaban solo una semana para el verano indio.El azote del viento otoñal me dio con todo en la cara cuando bajé del Jet. Fuera, ya estaba Erick con el auto a puertas abiertas, las piernas me temblaban por el aburrido viaje, caminé en círculos mientras el resto de la familia bajaba, ya había un par de agentes, también, esperándonos.Estaba en casa.Miré el cielo nocturno y estrellado canadiense, ya lo extrañaba.Como una buena familia, el viaje a casa fue silencioso, meditabundo, así como el mismo viaje en el jet había sido.Me picaban los pies y las manos por regresar a mis trabajos.No, más bien, quería regresar a la normalidad, todo a cuando ignoraba las cosas, cuando mi vida estaba teniendo un buen curso, ahora, había regresado de Italia abrumada y casi casada.Miré con nostalgia los anillos que me quemaban la mano,
—¿Está seguro de lo que quiere hacer, señor? —me preguntó Dante antes de que Alonzo llegara a nuestro destino.Dante seguía extendiéndome aquella arma de mango oscuro, parecía pesada, miré de nuevo la ventanilla.—No, Dante, ha dicho que solo quiere hablar, si quisiera matarme podría ser en un lugar menos concurrido o menos religioso, aunque quisiera portar esa arma para sentirme seguro, creo que no es conveniente.Dante solo hizo una ligera mueca.—Mi trabajo es cuidar de usted señor, si no me permite ir con usted, otorgarme esto por su bien—miré de nuevo aquella arma y la tomé.Sabía que era demasiado impulsivo, pero si mi vida acabara ahora, quizá sería luchando, como siempre en mi puta vida.Doménico Rinaldi me había citado para charlar, ¡Charlar! de qué demonios me quer&i
Quizá estaba haciendo más capricho del que no debería haber hecho. El Quattroporte se detuvo frente a la empresa, salí del auto sin esperar a que me abrieran la puerta, con un Héctor pisándome los talones. Vi como los empleados se me quedaban viendo, con asombro, quizá se esperaban que nunca regresaría, una lluvia de “buenos días, señorita Vial” cayeron sobre mi cuando me topaba con ellos. Llegué a mi oficina con la boca dolorida de tanto contestar y devolver sonrisas. Maya me esperaba ansiosa, con mi capuchino entre las manos, casi dando saltitos cuando entré al pasillo hacia mi oficina. —Por dios señorita, ¡Está aquí! —se abalanzó sobre mí con un grato abrazo, demasiado corto, arrepintiéndose de su acto—oh, discúlpeme he sido demasiado efusiva. —No te preocupes, también te extrañé—le sonreí anchamente, ella se percató de la presencia masculina y poco empática de Héctor—Maya, este es mi…guarda espaldas… por así decirlo, así que lo verás mucho por aquí—ella asintió. —¿Se le ofre