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Stephano estaba prácticamente encima de mí. Quería darle una patada y tirarlo lejos. ¿Acaso no había visto bien a Piero? Dios mío, Stephano solo quiere mortificarme.

— ¿Puedes dejarme en paz? De verdad, no quiero problemas — le dije.

Él se rió un poco. ¡Cómo me estresaba este hombre!

— Entonces, denuncia lo que te pasó. Mi tío es policía, puede ayudarte. No es normal lo que ese tipo te hizo. Casi te orinas en los pantalones cuando lo viste — me dijo.

Yo me mordí la uña, lo miré y después lo jale a un lugar más privado.

— No vuelvas a mencionar algo así, y menos en voz alta. ¿Acaso eres loco? — le pregunté.

Yo quería salir de ese infierno, pero quería hacerlo con vida.

— Mira, sé que no nos conocemos bien, pero nadie tiene el derecho de maltratarte — me dijo.

Yo me acerqué a él, un poco demasiado cerca, y después me alejé.

— Ese no es tu problema. Solo te pido que no le digas nada a mi papá. No quiero preocuparlo — le pedí.

Yo iba a salir cuando él me detuvo agarrándome de la mano
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