Amanda estaciona en el primer sitio que pilla libre. Es la segunda vez que vengo hasta esta calle, pero a pesar de que estamos a jueves sigue igual de ajetreada que un sábado cualquiera.
Saco el móvil de la chaqueta y miro la hora con nerviosismo.
—Deja el maldito móvil —me regaña Amanda. Estira la mano y me indica que se lo dé. Vacilo por un momento, pero tal vez debería desconectar de estos trastos—. Esta tarde es para nosotras —dice con entusiasmo.
—De acuerdo —farfullo.
Salgo del coche y cierro con suavidad mientras espero que ella haga lo mismo. Le doy un largo trago a mi café, que ya está casi frío y dirijo la mirada a ningún sitio en concreto. Estoy anestesiada, a veces tengo la sensación de que vivo demasiado rápido, como a cámara rápida, pero disfrutando de cada minuto como si fuera el último.
Amanda me zarandea para sacarme de mis pensamientos.
—¡Vamos! —apremia. Me coge de la mano y tira de ella con energía. Me río con suavidad y la sig
Voy distraída, con prisa para no intentar llegar de nuevo tarde al trabajo que cuando miro al frente, por alguna casualidad, lo veo, provocando que el corazón me martillee contra el pecho por la impresión. Pensaba que no tenía ni idea de donde vivía; me había asegurado a conciencia de que no lo descubriera.«¿Qué hace aquí?» inquiero para mí misma. Observo a Sam con curiosidad y expectación. Está apoyado en el capo con los brazos cruzados y actitud pensativa. Mi mirada viaja hasta el cigarrillo que sostiene entre el índice y el corazón.Dado que está distraído, me acerco hasta él con pasos lentos, aún no me ha visto o al menos me ha ignorado. Antes de que se aparte le doy un suave beso en la mejilla.—¿Tienes fiebre? —pregunta. Tira el cigarrillo al suelo y me mira con sorpresa.Mis mejillas se tiñen de rojo mientras me observa con sus ojos llenos de curiosidad y sorpresa, como si fuese algo novedoso que yo le dé un beso porque me apetece; es posible que sí l
Creo que lo peor de este trabajo es aguantar a los borrachos, pero no a los que te dicen obscenidades vulgares o te insultan cuando no les sirves más alcohol, ya que ya llevan un ciego que no deben saber ni el suelo que pisan. No, para nada. Los peores que te puedes encontrar son los despechados, porque, literalmente, comienzan a contarte sus penas de manera mal articulada y dramatizando todo lo que les ha sucedido con su ex–.Y para mi desgracia este es mi caso, porque mientras preparo cócteles que no puedo beberme, Roger, el tipo al que ya le he servido su quinto Margarita y ya me considera su amiga, me está contando por quinta vez como su prometida le puso los cuernos con su hermano.El pobre hombre está tirado sobre la barra, con la mirada perdida en la aceituna a la que le da vueltas con el palo y mira como si fuera la cosa más importante del mundo. Mientras, yo coloco otro Sexo en la Playa en la bandeja de Keira.—¡Yo la quería! ¡Era la mujer de mi vida! —exc
—Es lo que llevo intentando hacer desde hace una semana, pero es imposible —me contesta Amanda.Suspiro sonoramente y le mando una mirada rápida. Por primera vez en nuestra amistad parece ser que estamos de acuerdo. Debemos solucionar esto antes de que sea tarde. Amanda se levanta primero y comunica que va a coger otra copa, en lo que yo aprovecho el momento de distracción en el cual ellos están pidiendo las bebidas para hablar con Alyssa.—Tenemos que hablar, ahora —puntualizo.—¿Qué pasa? —pregunta, confundida.Me levanto y la cojo de la mano para que se levante conmigo. James alza la mirada hacia nosotras, primero me mira a mí y luego pasa a Alyssa. Noto como ella comienza a ponerse nerviosa.Aprieto mi copa con fuerza mientras pongo cara de póquer.—Va a acompañarme al baño. ¿Tienes algún problema? —pregunto, cortante.Niega con la cabeza, indiferente, y vuelve a prestar atención al móvil. Antes de darle tiempo a pensárselo dos veces tir
Estaciona delante de un edificio enorme que tiene pinta de universidad o algún rollo de esos. Sé qué lo que viene a continuación no es nada bueno, pero la experiencia me dice que cuanto peor es, mejor te lo pasarás.—Te aseguro que no hay nada más americano que colarse en las piscinas públicas y de paso en una universidad— explica con una sonrisa.—¿Universidad? ¿No se supone que hay vigilantes de seguridad? —inquiero con un hilo de voz.Se muerde el labio inferior con fuerza y sacude la cabeza, divertido. No sé si es buena idea, sería terrible si nos pillaran. Aunque, la verdad es que suena divertido y es lo único que aún no he hecho, y me apetece muchísimo.Aiden me dirige una mirada inquisitiva a lo que yo sólo puedo sonreír mientras me froto las manos contra los muslos. Que puedo decir, soy adicta al peligro.—¿Y cómo lo hacemos? —pregunto con decisión.—Pues como entrarías en cualquier otro sitio. La puerta trasera está abierta y como sólo es
Los dos estamos tumbados en el suelo, mirando hacia el techo mientras escuchamos una de mis canciones preferidas:Nothing Else Mattersde Little Mix.Apoyo las manos en mi barriga mientras tarareo en voz baja. Ladeo la cabeza y contemplo a Aiden, que tiene los brazos detrás de la cabeza, con la expresión pensativa y el ceño fruncido.A pesar de su expresión no puedo evitar admirar lo guapo que es.No puedo dejar de darle vueltas a su beso, fue tan dulce y raro que me asusta que las palabras de Amanda sean ciertas, no sólo por el hecho de que Aiden posiblemente sienta algo por mí, sino por lo que yo pueda sentir hacía él.Ladea el gesto en mi dirección y me regala una de sus sonrisas.—No entiendo por qué esta canción te gusta tanto —murmura. Se pasa la mano por el pelo y niega con la cabeza—. A mí me parece estúpida y demasiado romántica —airea.—No es estúpida, es preciosa —replico a la defensiva. Entrecierro los ojos y sacudo
La noche mejora por momentos. Primero me entero de los abusos de Alyssa, después Sam me miente una vez más, me cuelo en un maldito gimnasio de universidad, me pillan y para mejorar las cosas ahora estoy encerrada en una jodida celda con Aiden y un ataque de nervios como único aliado.«¿Puede pasarme algo más?»Me sostengo la cabeza entre las manos, intentando recordar cómo se respira. Podría decir que comienzo a hiperventilar.Soy una idiota, debería haberme ido cuando me lo dijo.—¿Por qué no te fuiste cuando te lo dije? —farfulla Aiden.—¡Joder!¡No quería dejarte solo! —estallo a la defensiva.Levanto la cabeza y miro en su dirección. Está de espaldas a mí, con los brazos cruzados, observando a los agentes pasar de un lado a otro. Parece relajado a pesar de que estamos encerrados en una maldita celda y esperando a que nos digan que van a hacer con nosotros.Me mira por encima del hombro y pone los ojos en blanco.—Sé cuidarme solo. N
Me pongo las gafas de sol para poder ocultar los enormes surcos que hay bajo mis ojos y entro con cuidado de no hacer ruido. Camino con sigilo, todo con máximo cuidado.Ya que la policía me trajo hasta la casa de Elizabeth, aprovecho para hacer una pequeña visita; en realidad me daba pereza ir hasta el apartamento.Ahora sólo pienso en llegar a mi habitación y darme una larga ducha para quitarme este horrible olor a alcohol y cloro.Camino sobre mis pasos y voy a la cocina. Necesito comer algo si no quiero desfallecer ahora mismo. En cuanto entro, como no... Elizabeth y Richard están en la cocina. Richard está sentado en uno de los taburetes de la isleta, hojeando un periódico y mi madre prepara algo que huele horrible.Los dos están de espaldas a mí y no parecen percatarse de mi presencia, hasta que oyen mis tacones retumbar por el suelo.Richard es el primero en darse la vuelta, sus ojos se abren como platos. Sé que tengo pinta de haber pasado la noch
—¡Qué! —exclama Amanda, atónita. Me mira a través de sus gafas de sol y hace una mueca de fastidio—. Menuda zorra celosa. Yo también estaría pensando en asesinarla—comenta con malicia.—Aja —afirmo.Cierro los ojos, intentando que mis poros absorban un poco de vitamina D de este frágil sol de finales de noviembre. Ya no estoy tan cabreada como antes, pero con eso no quiero decir que lo haya olvidado, aunque lo intente, no puedo.Cojo mi botellín de cerveza y lo doy un corto sorbo.—Tía, te puede meter un problema muy grande —añade Alyssa.—Y todo esto por Sam... —farfulla Amanda.Me alegro de haberlas llamado en cuanto me enteré de todo esto. Al menos tengo alguien con quien hablarlo, porque si siguiera guardándomelo para mi sola iba acabar explotando.Recuesto la cabeza sobre el mullido cojín del sillón y suspiro.—¿Dónde os metisteis anoche? —pregunto para cambiar de tema.—Salimos con Dave poco después de que tu salieras del b