Esta vez no me permito una lágrima. Sé que he hecho lo correcto; es lo mejor para los dos. No sé si alguna vez he sentido un dolor semejante al que siento ahora. Tal vez, pero no tan vivo y vibrante. Prefiero que me peguen una paliza antes que el dolor que siento en el pecho; como si estuviera dándome un infarto.
Nunca pensé que tuviera corazón. Para mí los únicos sentimientos y reacciones son la rabia, la ira y la autodestrucción, pero Sam acaba de enseñarme una nueva: El dolor. Lo había vivido antes, con mi padre, pero aprendí a sobrellevarla e ignorarla. No obstante, Sam acaba de abrirla de nuevo, haciendo que las sensaciones se desaten sin poder controlarlas.
Supongo que es un dolor soportable y común en personas como yo, pero eso no significa que sea fácil; sólo lo he tenido una noche y he tenido que hacer que se aparte de mí. No me arrepiento de ello..., porque no debe importarme, y, por tanto, no debe doler.
—¿Estás bien? —me pregunta Amanda.
Está apoy
Las puertas del ascensor se abre con un sonoro «clic», dando la bienvenida a un espacioso y moderno recibidor. Desde el mismo instante en el que uno de los trabajadores del edificio nos abrió la puerta, deduzco que la madre de Amanda debe estar forrada en billetes.Cruza el recibidor hacia un enorme salón con vistas al resto de la ciudad.—¡Mamá, ya hemos llegado! —grita. Pone los ojos en blanco cuando no hay respuesta—. Alyssa ya debe de haber llegado —me informa.Tirotea de mi mano y me hace subir las escaleras a toda prisa, pero estoy demasiado nerviosa por la fiesta de esta noche como para andar rápido. No sé qué voy a hacer si Sam aparece por ahí; no seré capaz de soportarlo si lo veo con otra chica.Me arrastra por el largo pasillo y abre la puerta final de golpe. Joder, que espíritu tiene la jodida cuando yo estoy medio muerta.Alyssa pega un salto de la cama por el susto y se le cae la revista que tenía en la mano, pero me saluda con
Cuando Prescott estaciona frente a la mansión me sorprende ver la densidad de gente que cruza la verja principal, desde parejas hasta familias completas, de todas las etnias y colores.Amanda es la primera en salir del coche, con un elegante vestido blanco con escote en corazón y la parte trasera más larga que la delantera, después la sigo yo y finalmente, sale Alyssa con un elegante vestido azul que combina con sus ojos. Las tres vamos tan elegantes que me resulta extraño llevar miles de dólares en una sencilla gargantilla.Entrelazamos nuestros brazos y atravesamos la entrada, iluminada por unos farolillos de luz blanco nuclear. En los extremos de los jardines hay guardias firmes y serios, incluso me atrevería a decir que van armados. Prescott nos sigue un par de centímetros por detrás, vigilante.Alyssa se ríe, impresionada y se cubre la boca con la mano.—Esto es increí
Me devuelve la sonrisa y deja la bandeja de plata sobre una de las cómodas, como lo que no quiere la cosa. Camina detrás de mí y procuro no llamar la atención cuando subimos las escaleras principales, hasta que llegamos a una de las múltiples salas del segundo piso, concretamente a una revestida de madera con una bar clásico particular.Me siento sobre la barra y miro a Aiden con una sonrisita mientras el observa la estancia con gesto curioso. Se revuelve el pelo y mete los puños en los bolsillos de los pantalones de vestir cuando yo me muerdo el labio y le sostengo la mirada.Sus ojos azules se oscurecen y con ese simple gesto sé que me desea y yo necesito distraerme.—Sobre mi trabajo, aún no hemos hablado del tema —murmuro con voz pausada. Me agarro a la madera con ambas manos y me yergo—. Ah, ¿te importaría prepararme algún cóctel? Por lo que visto, p
El trayecto no dura más de diez minutos y acabo apretujada en el medio, entre James y Alyssa por un lado y Tyler por el otro. La cabrona de Amanda se me adelantó al coger sitio y no me quedó otra. Me pego a Tyler para no tener que aguantar los piquitos y palabras bonitas que hacen que me entren náuseas.No me puedo creer que sea tan rastrero como para regalarle el oído a Alyssa cuando anda con la tía esa.Me concentro en los dedos ágiles de Amanda moviéndose por la pantalla mientras escucho la música que suena, y entonces se me ocurre una forma de frenar un poco a James.—¿Creéis que Stacey Crowell venga a la fiesta? —lanzo.Amanda me mira por el retrovisor y sonríe con malicia. Le devuelvo la sonrisa cuando James se atraganta y tose al escuchar su nombre.—Espero que no —responde Alyssa. Está sentada sobre el regazo de James y arruga la nariz con asco—. Menuda zorra. La odio. —Mira a Amanda e intercambian una sonrisa—. ¿Te acuerdas de que por su culpa
Aiden me saca de la cocina como si fuera una niña pequeña. La adrenalina del momento ha pasado y ahora me duele la cabeza y la sangre me bombea en los oídos, haciendo que me piten.—Bretona, estás como una puta cabra —murmura.Ahora mismo no tengo fuerzas ni para hablar. Un leve balanceo me recorre cuando se mueve entre la gente y me lleva como si no pesara más que una pluma. Tiene ese familiar olor a hierba que me gusta, pero echo de menos la fragancia de Sam: salvia, limón eInvictus.El olor de la libertad.Pero él ya está muy ocupado con la pelirroja y ha dejado claras sus intenciones. Ya no me siento tan culpable por lo que hice con Aiden, porque estoy segura de que él estaba con Stacey cuando yo me sentía como una mierda por lo que había hecho.Debió de durarle mucho el enfado; lo que tardó en tirarse a la zorra esa.Permanezco con los ojos cerrados, concentrada en el sube y baja de su pecho; es muy relajante. Me sostiene con u
Me mira una última vez antes de largarse. No lo impido, aún estoy analizando todas sus palabras. Sam no puede estar enamorado de mí, y aunque así fuera, lo saqué de mi vida y no tengo forma de recuperarlo. Además, estoy muy confundida y Aiden también me ha hecho sentir cosas y sé que yo le he hecho sentir cosas a él, y no quiero perderlo también; es irónico.Lo único que hemos compartido son gemidos, sudor y sexo y ya lo considero alguien en mi vida. Puede que no sea la persona más indicada para mí, pero es la que me atrae.Aunque también me ha dicho que no soy su tipo, no es que me importe, pero duele que me tenga en tan baja consideración. Puede que no sea la mejor persona, y sí, tiendo a utilizar a los demás en mi beneficio. Pero quién coño se cree él para restregarme sin apenas conocerme.Lo único que ha hecho desde que me conoció ha sido criticarme y burlarse de mí.Me obligo a permanecer sentada, apretando el cojín contra el regazo mientras todo lo que
Aiden me suelta y mis pies tocan la moqueta de nuevo. Me pasa un brazo por la espalda, pegándome a él; su cercanía alivia mis demonios mientras sollozo sin parar. Los tacones de Alyssa y Amanda nos persiguen mientras paso por la puerta. Cuando Aiden intenta apartarse de mí, lo agarro más fuerte. Ahora mismo es lo único que hace que me mantenga en pie.Me siento en el suelo y escondo la cara entre las rodillas, estoy demasiado ida y mi mente no está razonando con normalidad. Sólo quiero salir ahí de nuevo y gritarle a Sam todo lo que tengo que decirle, pero sé que es imposible y no van a dejarme salir.Alyssa y Amanda se sientan en la cama mientras Alyssa llora en su hombro con desesperación; he metido la pata hasta el fondo y más allá.La atmósfera de la habitación es un cóctel molotov de sensaciones distintas y parece a punto de explotar en cualquier momento: Alyssa llora, yo lloro, Aiden parece a punto de un ataque de nervios y Amanda aún sigue analizando la situ
Abro la puerta con cuidado de no hacer ruido y me quito los tacones para que no resuenen. Son las siete de la mañana y dudo que estén despiertos a esta hora y un sábado.Entro de puntillas y cierro con suavidad.—¿Qué horas son estas de llegar? —pregunta Elizabeth en tono brusco. Su voz me retumba en la cabeza y me da una punzada de dolor en la sien. Tengo ese familiar tufo a alcohol y suerte que no estuve cerca de la hierba—. Te estoy hablando —añade en voz más alta.Joder. No estoy preparada para un sermón a estas horas de la mañana y mucho menos de ella. Ahora mismo sólo quiero deshacerme de esta ropa y meterme en la cama.—Joder, no grites —murmuro. Tiro los zapatos al suelo y me froto las sienes—, sólo son las siete de la mañana.Me doy la vuelta y Elizabeth me sigue los ojos entrecerrados y los brazos cruzados sobre el pecho. Está enfadada, muy enfadada y me observa despectiva. Sé lo que está pensado.¿Por qué soy así?—Te fuiste ayer