Entrecierra los ojos con determinación y se pellizca el puente de la nariz antes de clavarme con la mirada. Ahora sí parece realmente enfadado y agobiado ante mi respuesta, pero tengo mis razones para comportarme así, o al menos eso creo.
Frunce el ceño y sus labios forman una fina línea mientras se encoge de hombros y suspira. No sé qué piensa en estos momentos, pero su expresión me confunde, haciendo que un nudo se forme en mi estómago.
—Te miro como si me importaras porque me importas. —Suspira y me obliga a mirarlo—. Si no me interesaras no hubiera dejado que me gritaras, me insultaras, y mucho menos me utilizaras a tu antojo. —Intento hablar, pero una mirada es suficiente para hacerme callar—. Jamás me he molestado en buscar a nadie, ni quedarme bajo la lluvia con la esperanza que me abrieran la ventana. No dejaría que me tirara un café por encima y se
El ruido de gente subiendo y bajando escaleras me despierta al mismo tiempo que la puerta se abre de golpe, haciendo que me levante rápido y alerta. Anoche se me pasó cerrarla. Tengo la cabeza espesa y me cuesta enfocar la mirada en la figura que está a la puerta de mi cuarto.Nora está alternando la mirada entre mi cara y el cuerpo dormido de Sam. Le hago señas para que entre, obedece y cierra la puerta. Tiene una sonrisa permanente y una mueca divertida cruza su cara angelical.Se cruza de brazos y sus ojos grises inspeccionan la escena para luego volver a fijar la atención en mí.—Sabía que había algo entre tú y Sam —apremia mientras da palmadas de alegría—. ¡Lo sabía! —exclama, triunfante. Sus gritos me perforan los oídos e intensifican mi dolor de cabeza a niveles peligrosos.Me llevo los dedos a las sienes y las masajeo para intentar buscar una solución a mi problema.—Shh. Cállate, me levantas dolor de cabeza —gruño con los ojos cerrados.G
Amanda me sonríe detrás de la puerta y me mira con cara rara, pero la oculta rápidamente. Observo que va abrigada hasta los dientes, cuando yo en cambio tengo un calor que me muero.Esbozo una sonrisa forzada y empiezo a ponerme nerviosa. Esto tiene que ser una puta broma y Amanda no está delante de mí, revisando mi habitación por la apertura que tengo entre las puertas.—Oye, ¿vas a dejarme pasar? —inquiere con una sonrisa. Me hace a un lado y pasa como Pedro por su casa—. Gracias —musita con voz cantarina.Mira mi habitación con detenimiento, caminando de un lado a otro, como si fuera una revisión de desperfectos, consiguiendo que me ponga nerviosa con cada paso que da, pero al final sólo posa el abrigo y la bufanda sobre el diván. Me cruzo de brazos y hago todo lo posible para tranquilizarme y no arrancarme los pelos por lo irritada que estoy. Me sorprende su intromisión en mi habitación tanto como que esté aquí.Se sienta en la cama y mira por el balcón,
Esta vez no me permito una lágrima. Sé que he hecho lo correcto; es lo mejor para los dos. No sé si alguna vez he sentido un dolor semejante al que siento ahora. Tal vez, pero no tan vivo y vibrante. Prefiero que me peguen una paliza antes que el dolor que siento en el pecho; como si estuviera dándome un infarto.Nunca pensé que tuviera corazón. Para mí los únicos sentimientos y reacciones son la rabia, la ira y la autodestrucción, pero Sam acaba de enseñarme una nueva: El dolor. Lo había vivido antes, con mi padre, pero aprendí a sobrellevarla e ignorarla. No obstante, Sam acaba de abrirla de nuevo, haciendo que las sensaciones se desaten sin poder controlarlas.Supongo que es un dolor soportable y común en personas como yo, pero eso no significa que sea fácil; sólo lo he tenido una noche y he tenido que hacer que se aparte de mí. No me arrepiento de ello..., porque no debe importarme, y, por tanto, no debe doler.—¿Estás bien? —me pregunta Amanda.Está apoy
Las puertas del ascensor se abre con un sonoro «clic», dando la bienvenida a un espacioso y moderno recibidor. Desde el mismo instante en el que uno de los trabajadores del edificio nos abrió la puerta, deduzco que la madre de Amanda debe estar forrada en billetes.Cruza el recibidor hacia un enorme salón con vistas al resto de la ciudad.—¡Mamá, ya hemos llegado! —grita. Pone los ojos en blanco cuando no hay respuesta—. Alyssa ya debe de haber llegado —me informa.Tirotea de mi mano y me hace subir las escaleras a toda prisa, pero estoy demasiado nerviosa por la fiesta de esta noche como para andar rápido. No sé qué voy a hacer si Sam aparece por ahí; no seré capaz de soportarlo si lo veo con otra chica.Me arrastra por el largo pasillo y abre la puerta final de golpe. Joder, que espíritu tiene la jodida cuando yo estoy medio muerta.Alyssa pega un salto de la cama por el susto y se le cae la revista que tenía en la mano, pero me saluda con
Cuando Prescott estaciona frente a la mansión me sorprende ver la densidad de gente que cruza la verja principal, desde parejas hasta familias completas, de todas las etnias y colores.Amanda es la primera en salir del coche, con un elegante vestido blanco con escote en corazón y la parte trasera más larga que la delantera, después la sigo yo y finalmente, sale Alyssa con un elegante vestido azul que combina con sus ojos. Las tres vamos tan elegantes que me resulta extraño llevar miles de dólares en una sencilla gargantilla.Entrelazamos nuestros brazos y atravesamos la entrada, iluminada por unos farolillos de luz blanco nuclear. En los extremos de los jardines hay guardias firmes y serios, incluso me atrevería a decir que van armados. Prescott nos sigue un par de centímetros por detrás, vigilante.Alyssa se ríe, impresionada y se cubre la boca con la mano.—Esto es increí
Me devuelve la sonrisa y deja la bandeja de plata sobre una de las cómodas, como lo que no quiere la cosa. Camina detrás de mí y procuro no llamar la atención cuando subimos las escaleras principales, hasta que llegamos a una de las múltiples salas del segundo piso, concretamente a una revestida de madera con una bar clásico particular.Me siento sobre la barra y miro a Aiden con una sonrisita mientras el observa la estancia con gesto curioso. Se revuelve el pelo y mete los puños en los bolsillos de los pantalones de vestir cuando yo me muerdo el labio y le sostengo la mirada.Sus ojos azules se oscurecen y con ese simple gesto sé que me desea y yo necesito distraerme.—Sobre mi trabajo, aún no hemos hablado del tema —murmuro con voz pausada. Me agarro a la madera con ambas manos y me yergo—. Ah, ¿te importaría prepararme algún cóctel? Por lo que visto, p
El trayecto no dura más de diez minutos y acabo apretujada en el medio, entre James y Alyssa por un lado y Tyler por el otro. La cabrona de Amanda se me adelantó al coger sitio y no me quedó otra. Me pego a Tyler para no tener que aguantar los piquitos y palabras bonitas que hacen que me entren náuseas.No me puedo creer que sea tan rastrero como para regalarle el oído a Alyssa cuando anda con la tía esa.Me concentro en los dedos ágiles de Amanda moviéndose por la pantalla mientras escucho la música que suena, y entonces se me ocurre una forma de frenar un poco a James.—¿Creéis que Stacey Crowell venga a la fiesta? —lanzo.Amanda me mira por el retrovisor y sonríe con malicia. Le devuelvo la sonrisa cuando James se atraganta y tose al escuchar su nombre.—Espero que no —responde Alyssa. Está sentada sobre el regazo de James y arruga la nariz con asco—. Menuda zorra. La odio. —Mira a Amanda e intercambian una sonrisa—. ¿Te acuerdas de que por su culpa
Aiden me saca de la cocina como si fuera una niña pequeña. La adrenalina del momento ha pasado y ahora me duele la cabeza y la sangre me bombea en los oídos, haciendo que me piten.—Bretona, estás como una puta cabra —murmura.Ahora mismo no tengo fuerzas ni para hablar. Un leve balanceo me recorre cuando se mueve entre la gente y me lleva como si no pesara más que una pluma. Tiene ese familiar olor a hierba que me gusta, pero echo de menos la fragancia de Sam: salvia, limón eInvictus.El olor de la libertad.Pero él ya está muy ocupado con la pelirroja y ha dejado claras sus intenciones. Ya no me siento tan culpable por lo que hice con Aiden, porque estoy segura de que él estaba con Stacey cuando yo me sentía como una mierda por lo que había hecho.Debió de durarle mucho el enfado; lo que tardó en tirarse a la zorra esa.Permanezco con los ojos cerrados, concentrada en el sube y baja de su pecho; es muy relajante. Me sostiene con u