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CAPITULO 2: A SIMPLE VISTA (2)

Esta vez, a pesar de los latidos de mi corazón, me estaba fastidiando su actitud porque era el típico galán que quiere conquistarte alagándote y tratando de decirte que eres la mejor, que no hay nadie igual a ti, que destacas entre las demás y ¡bla, bla, bla! Toda la cantidad de artimañas que encuentran con tal de hacer que caigamos en sus redes.

-Pero sé que están ahí y por eso quiero que me des la oportunidad de conocerte. -Dijo mientras sobaba mi mejilla.

Di un paso atrás y le dije: -Calma galán, el hecho de haber salvado tu vida, no te da derecho a creer que puedes tener una cita conmigo.

- ¿Quién te dijo que quiero una cita contigo? -Refutó.

-Eso es lo que parece que estas intentando conseguir.

Él se rio pícaramente y respondió: -Tal vez tienes razón, pero no solo me gustaría una cita. Me gustaría poder leer cada parte de ti.

- ¡Va! -Dije sin darle trascendencia a su actuar.

- ¿Por qué huyes? -Preguntó.

-No estoy huyendo y deja de hacerte el importante.

-No estoy intentando aparentar algo que no soy. -Sonrió.

Él tenía razón en algo y es que no creo en las casualidades, pero ¿Por qué el destino nos unió de esa manera? Me estaba negando a averiguarlo por temor a sentir algo tan fuerte por él que me hiciera llegar a amarlo tanto, a tal punto de hacer cosas que nunca antes había hecho o imagine poder hacer. Es el hombre que, al verlo sientes que te has enamorado a primera vista, y aun si crees o no en el amor de esa manera, sabes que una vez que lo has encontrado tu corazón no quiere dejarlo ir, pero la razón te dice que seas analítica y entonces empiezas a negarte sentir lo que sabes que estás sintiendo.

- ¿Qué harás ahora? -Preguntó.

- ¿Quién eres como para merecer que conteste tu pregunta?

-La persona por la que arriesgaste tu vida. -Contestó dulcemente.

-Lo hice por ti, como pude haberlo hecho por cualquiera.

-Estas intentando negarte a conocerme, pero ¿Por qué lo haces? ¿Te han lastimado alguna vez y piensas que voy a hacerlo?

¿¡Pero quien carajos era él para descubrir lo que me negaba a aceptar!? Bien es cierto que nunca había tenido novio, pero mi corazón tenía una barrera protectora que no quería ser destruida, porque fue levantada con mucho esfuerzo el día que mi padre falleció.

- ¿Te crees muy importante como para importarme? -Respondí.

-Sí, la verdad sí.

-Tienes una autoestima muy alta. Cuidado te golpeas el ego. -Contesté.

En ese momento una llamada hizo sonar su teléfono. Eran sus amigos quienes lo estaban llamando para ir a jugar al casino, así que él se despidió de mí y se marchó en vista de no haber obtenido un si como respuesta; encontró otro plan para distraerse.

-Quizá tienes razón, no soy quien para rogarte que aceptes que te conozca. Cuídate, que tengas feliz resto de día.

Entonces, ya no era yo quien se marchaba, era él. Me sentía mal, porque creo que actué de una manera un poco grosera al negarme rotundamente a darle la oportunidad de conocerlo, pero lo que él no sabía era que algo en mi corazón me decía que no podía permitirme tenerlo cerca, pero ¿Qué era? ¿Qué razones tendría el destino para juntarnos si nos lastimaríamos?

Ese día no pude evitar dejar de pensar en él, ¿volvería a verlo? ¿Volvería el destino a hacer que nos encontráramos? ¿Por qué lo trate así? Me culpaba a mí misma, porque tal vez si lo hubiese tratado mejor, se hubiera quedado conmigo, en vez de irse con sus amigos, pero ¿Quién era yo para hacerle cambiar sus planes? Sola, solita, estaba armando un drama del que solo yo estaba siendo protagonista, porque mientras no dejaba de pensarlo, él probablemente estaba en el casino jugando póker con sus amigos o ruleta rusa o quien sabe cuántas cosas más y yo, seguía culpándome por haberle tratado mal, mientras él ni siquiera se acordaba de mí. Entonces, de tanto pensar, recordé a esa chica con la que había estado en la playa ¿Cómo era que se llamaba? ¡Ah sí, Claudia! ¿Quién era ella en su vida? Difícilmente podría obtener respuesta, porque no tenía idea de cuando volvería a verlo, si es que lo hacía, pero a simple vista parecía ser algo más que una amiga.

A la mañana siguiente, desperté y fui a trotar, como todos los días. Al llegar a la playa, mi corazón latía rápidamente: allí estaba. Al verme, se acercó y esta vez ya no lo trataría como la vez primera.

-Parece que el destino insiste en que me des una oportunidad de conocerte.

- ¿Tú crees? -Pregunté sonriendo.

-Estoy seguro. Sonrió. - ¿Qué harás ahora princesa? -Preguntó.

-Voy a trotar. Suelo hacerlo todas las mañanas.

- ¿Si ves? Todo está acomodado para que aceptes tener una cita conmigo. De no haber estado trotando ese día, no me habrías salvado y hoy no me encontraría pidiéndote que me aceptes una salida.

¡Qué hombre tan coqueto! Solo imagínense chicas ese hombre de sus sueños, tenerlo en frente suyo y pedirles que por favor salgas con él. Nuevamente me preguntaba, ¿Quién eres para despertar en mi esto que estoy sintiendo? ¿Por qué te siento como mi prototipo ideal? Me daba miedo pensar que la perfección existe y mucho menos en una persona, así que tenía que negarme a sentir esa sensación de creer que él sería el amor de mi vida.

-Tal parece que tu destino, aun te tiene un largo camino por recorrer. -Dije.

-Y sería mucho mejor si ese camino lo recorro junto a ti.

Lo miré fijamente y evadiendo un poco el rumbo de la conversación, pregunté: - ¿Quién es la chica con la que estabas ese día?

-Se llama Claudia. -Contestó. –Pero, ¿a qué se debe esa pregunta? ¿Quieres saber si estoy comprometido con alguien?

-Se cuál es su nombre, pero te pregunte ¿Quién es? Mas no como se llama.

-Insisto, ¿quieres saber si tengo pareja? Relájate preciosa, ella es solo una amiga.

- ¡Uy! Pero con amigos así, para qué enemigos ¿Verdad? -Dije sarcásticamente.

-Exacto. Los malos momentos nos sirven para eso: mostrarnos con quienes contamos. ¿Estás celosa?

- ¿Debería estarlo?

-No, ella y yo no somos nada. –Aseguró.

-Bueno, de todas formas, no soy quien para preguntar sobre tu vida privada.

- ¿Quieres tomar algo conmigo? Así te cuento de mi vida y ya no sería tan privada, ¿te parece?

-Gracias Daniel, pero ahora iré a mi caminata. Es algo que hago desde muy pequeña y no me gusta dejar de hacerlo.

- ¿Y si te acompaño?

-No estoy acostumbrada a estar acompañada en mi caminata. Me gusta hacerlo sola, así me reencuentro conmigo misma y purifico mi alma con la naturaleza.

-Comprendo, pero nunca está de más una buena compañía.

Su oferta era muy tentadora, pero después de la muerte de mi padre, no volví a hacer mi caminata acompañada de nadie y me sentía muy extraña si era él quien tenía el privilegio de acompañarme, ¿sueno muy antipática? Sé lo que valgo y no cualquiera merece descubrir todo el tesoro que llevamos dentro; así, es mejor esperar que llegue alguien que luche por encontrarlo.

-De pronto en otra ocasión. Esta vez no.

Él se acercó a mí y tomó parte de mi cabello; mientras respiraba el aroma, suspiró profundo y dijo: -Lástima que no me dejes seguir inhalando este mágico olor.

Me atraía mucho su forma de ser, pero me estaba gustando tanto, que me daba miedo ser lastimada ¿Por qué? No sé, es algo que sentimos las mujeres o creo que en general todas las personas: una sensación que te dice que algo no ira bien si continúas hablando con esa persona porque más adelante saldrás lastimado. Sin embargo, somos humanos, tan tercos como incomprensibles, que seguimos transitando el sendero pantanoso e inhóspito que, creemos poder convertir en un camino frondoso porque somos capaces de trasformar lo malo en bueno, pero olvidamos que lo que para unos es bueno, para otros no lo es, ¡sencillo! Esta es la ley de la relatividad.

Tomando distancia, empecé a trotar, pero él siguió mis pasos. - ¿Estás segura que no quieres que te acompañe?

-Sí, muchas gracias, pero prefiero hacerlo sola. Tal vez más adelante. -Sonreí nuevamente.

-Me enamora tu sonrisa. -Dijo dulcemente.

Sus ojos irradiaban un brillo que cautivaba ¿Qué mirada es esa? ¡Ya se! Es la mirada que expresa la serenidad del alma, cuando de verdad algo o alguien nos importa. Sentí ganas de corresponderle y no pude evitar hacerlo, así que sonreí aún más, porque si mi sonrisa lo cautivaba, debía aprovechar su máximo esplendor.

-Antes de irte. -Dijo colocándose enfrente mío. –Nos hemos visto un par de veces, pero no tengo tu teléfono, ¿podrías regalarme tu numero?

- ¿Para qué? Ya sabes dónde encontrarme. Si quieres verme, solo tienes que venir hasta aquí.

-Pero no me gustaría tener que esperar hasta el siguiente amanecer para poder saber cómo estas. -Respondió con esa mirada coqueta que solo él sabía hacer y la cual no había visto en nadie más.

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