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CAPITULO 7: CONOCIÉNDOTE (2)

Muy pocas veces teníamos la oportunidad de charlar, porque nuestros horarios no coincidían, pero en las vacaciones fue más fácil hacerlo. Sentía algo de culpa por habernos distanciado la una de la otra, así que era momento de actualizarnos.

-Cambiando un poco el tema, ¿cómo vas con tu esposo? Espero poder conocerlo pronto.

-Gracias a Dios, bien. Es un buen tipo, aunque siempre está ocupado y muy poco tiempo comparte con nosotros.

- ¿Y cómo se siente Felipe por ello?

-Pues el niño dice que extraña mucho a su padre, que casi no nos dedica tiempo, pero le trato de hacer entender que, su papi necesita trabajar para que podamos estar bien.

-Debe ser triste para un chico de tan poca edad no compartir tiempo con su padre.

-Sí porque cuando llega de trabajar, él está durmiendo y a veces solo se ven unos cuantos minutos, cuando desayunamos.

-Cómo avanza el tiempo… han pasado muchas cosas estos años, ya quiero poder conocer a tu hijo.

-Sí, ahora si puedes tener tiempo porque ya no estás perdida de tu círculo social.

- ¡Ja, ja, ja! Es que la universidad me absorbe.

-Eso veo. –Dijo, alzando una ceja, característica propia que nunca aprendí a hacer.

- ¿Cuánto tiempo llevas casada?

-Siete años. De hecho, creo que debes tener recuerdos.

-Si? ¿Por qué?

-Es el delgadito que llegaba a casa.

- ¿¡Es él!? Casi no lo recuerdo, pero presentía que ustedes iban a casarse. Se notaba mucho ese amor. Aunque tengo pocos recuerdos, porque casi no hable con él.

-Sí, es posible que al verlo no lo reconozcas porque ha cambiado mucho su aspecto y, además, esta musculoso y altísimo.

 -Quien lo creería… ese flaco, de cabello espelucado, ¡el amor de tu vida! ¿A qué se dedica?

-Es ingeniero industrial.

-Ahora comprendo porque pasa tan ocupado.

-Si. Respondió cabizbaja.

- ¿Qué sucede?

-Mi relación no es igual. No solo Felipe se siente afectado por el poco tiempo.

- ¿Y han hablado al respecto?

-Sí, pero le ofrecieron ascenso en la empresa y aceptó porque gana más dinero, aunque también le exigen más tiempo, pero se niega a regresar a su antiguo cargo porque si disminuye su horario laboral, disminuirá su salario lo cual se traduce en menos lujos.

-Pero eso no debe ser excusa. Ambos trabajan y no estarían mal económicamente.

-Eso es lo que trato de hacerle entender, pero dice que prometió darnos una buena vida. Siente que estamos súper bien y el niño tiene todo lo que merece sin pasar necesidades ni que estemos preocupados porque nos falta algo. Aunque ahora que estamos en confesiones, siento que hay algo más detrás de todo esto… a veces solo creo que estoy perdiendo a mi esposo.

-No te acongojes, ¿por qué sientes eso? Habla con él y exprésale que extrañas compartir tiempo a su lado y quizá al ver que esto te está afectando, decida renunciar o buscar otro empleo que le permita compartir más con su familia.

-No lo hará. Ya se lo he pedido, pero se niega rotundamente.

-Confía que todo estará mejor. Cuando llegues a casa habla con él de buena manera, en un tono dulce que le permita comprender que lo necesitan.

Me acerqué y le di un abrazo. Ella sabía que no estaba sola, que me tenía para apoyarla y secar sus lágrimas cuando fuera necesario, al igual que sabía que ella estaría para mi si la necesitaba. Se ofreció a llevarme a casa, porque ya era tarde y mi madre se preocuparía al ver la hora. Mientras íbamos en camino, entro una llamada a mi teléfono.

-Reina mía… ¿Cómo has estado?

-Hola Daniel ¿Bien y tú? –Respondí un poco triste.

-Triste, porque no he podido verte. Te has negado a hablarme estos días, tampoco te he vuelto a ver en la playa ¿No has regresado?

-Si…

- ¿Cambiaste el horario para trotar? ¿Te escondes de mí? ¿No quieres volver a saber de mí?

-No es eso.

-Necesitamos hablar personalmente, porque por aquí es muy difícil, ¿almorzamos mañana?

-No lo sé. Creo que no tenemos nada de qué hablar.

- ¿Cómo qué no? Hay muchas cosas que tenemos que aclarar, entre esas que piensas que estoy con alguien más, cuando solo te quiero a ti ¿Nos encontramos en el restaurante?

Suspiré profundo y le dije: -Esta bien, nos vemos a las once.

-Ok, disfruta la caminata.

Tifani me aconsejó que fuese tranquila a verlo, porque si no le interesara, ni siquiera se tomaría el tiempo para llamarme, ni sentiría la necesidad de verme porque cuando los hombres quieren algo pasajero, no luchan por ello y si él buscaba los medios de tenerme cerca era porque de verdad tenia las mismas ganas que yo, de estar juntos; no obstante, en caso de enamorarme y tener que retirarme ¿Podría hacerlo sin salir lastimada?

Ese nuevo amanecer le dije a mi madre que, si Daniel lograba inspirarme confianza le pediría que, me acompañara en mi caminata. Ella se sorprendió mucho ya que, me conocía mejor que nadie y sabía que no me gustaba ir acompañada por alguien que no fuera mi padre, por lo que supo que el chico me estaba importando demasiado. Al llegar al restaurante, él estaba esperándome en una de las mesas principales.

-Qué alegría volverte a ver. –Dijo, se puso en pie y me ayudó a acomodar en la silla.

-Gracias. –Sonreí. –Me alegra su puntualidad.

-Para ti siempre. Dije que estaría esperándote.

-Gracias.

-Gracias a ti por dejarme admirar tu belleza, te queda bien esta pinta deportiva, parece que nuestros pensamientos se conectan.

-Ven, quiero llevarte a un lugar especial.

-Pensé que almorzaríamos aquí.

-No, iremos a otro lugar. Déjate llevar.

Mientras nos dirigíamos a su carro, tomó mi mano y le dio un beso, por lo que me hizo sonreír y entonces dijo: -Utilizas tu arma letal para enamorarme.

-No sabía que estaba armada. –Reí.

-Sí, esa sonrisa es muy peligrosa.

- ¿Tú crees?

-Estoy seguro y debo cuidarme de ella.

-Si es una forma de conquistarte, entonces aprovecharé.

-Ya me conquistaste. –Dijo, mientras se acercó.

Los hombres llevan en su naturaleza la idea de ser líderes natos, pero les fascina que las mujeres tomemos la iniciativa y ellos se dejan seducir por nuestros encantos, así que supe que, lo que él trataba era de despertar en mi ese deseo de besarlo.

- ¿Si? ¡Qué bueno saberlo!

-No deberías hacer eso, me provoca morderte el labio.

Lo miré seductivamente, era algo que hacía por inercia, porque con tan solo verlo se erizaban los poros de mi cuerpo, haciéndome olvidar la tristeza y el enojo.

 –No deberías. –Contesté.

- ¿Segura? Siento que quieres que lo haga.

Ambos nos acercamos y nuestras pulsaciones se aceleraban, pero ninguno propasaba los pocos milímetros que separaban nuestros labios.

-Tus labios son irresistibles. –Dijo.

-Parece que no, porque los tienes enfrente y te has sabido controlar.

¡Vaya, que respuesta! No parecía ser yo, pero todo eso lo causaba el deseo de sentirlo mío. Aproveche que estaba tranquilo y se dejaba llevar por las ganas de besarnos que, en vez de seguir su juego y la pasión carnal, quise que pudiera confiar en mi para hablarme de su vida.

-Estoy esperando el momento oportuno para hacerlo.

-Entonces, hablemos de ti.

-No entiendo porque insistes en hacerlo; además, ¿no pudiste hacerlo en otra ocasión? Estaba a punto de besarte y dañas este momento.

-Lo siento, no quiero dañar nada, solo quiero que confíes en mí y me cuentes de ti… quiero conocerte, quiero saber quién eres en verdad.

- ¡Lo harás! Pero todo a su debido tiempo, no puedes pretender que de la nada te cuente todo de mí. Las cosas requieren tiempo y si me presionas no podré abrirme a ti.

Él tenía razón en parte, no podía presionarlo para que me hablara de su vida privada; sin embargo, su reacción fue grosera y eso lo hacen los hombres cuando temen revelar su pasado porque saben que algo ocultan y no quieren que sea revelado, ¡cuidado chicas! Ellos tienen la capacidad de envolvernos utilizando sus armas mortíferas, engañándonos sin que descubramos la verdad.

-Está bien, tienes razón. No te voy a presionar, solo espero que por lo que dices sentir, puedas confiar en mí.

-La confianza se gana, no se pide.

-Tienes razón.

Se acercó nuevamente y me dijo: -Mi vida no es muy interesante, pero podrás conocerla; aunque ahora solo quiero saber de ti porque tal vez la tuya sea más atractiva.

-Hagamos algo, te hablo de mí y tú me hablas de ti, ¿listo?

Él puso sus ojos en blanco y finalmente contestó: -Está bien.

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